AMÉRICA, EN LA ESCULTURA DE
EDGAR NEGRET
FERNANDO UREÑA RIB
Que un escultor domine la materia, cualquiera que esta sea, y consiga con ella un conjunto de formas que se distingan de inmediato como propias y auténticas implica no solo un gran talento, sino una dedicación casi absoluta al arte de la escultura. Esto es lo que consigue sin dudas el escultor caucano Edgar Negret Dueñas.
Pero no sólo eso. Negret desborda los límites de su imaginación creadora y es posible ver, palpar y sentir a América, la enorme cordillera, las cataratas y las selvas en estas abstracciones del metal, moldeado con brío y saña, para que muestre el gran continente que somos, desde el discreto silencio de las formas.
Negret hace hablar la materia. La convierte en vasos comunicantes, en ideas forjadas (literalmente) por la sierra, el soplete y el fuego. Una limpieza de perfiles, una incuestionable autoridad en la verticalidad de las líneas y sobre todo, un juego de variables visuales, de posibilidades de observación, y en suma: una riqueza poética suprema, hacen de este escultor uno de los hitos de América.
Negret no es sólo colombiano, es nuestro. Es un gran escultor de América.
FERNANDO UREÑA RIB
EDGAR NEGRET DUEÑAS
Escultor caucano (Popayán, 1920). Hijo del general Rafael Negret Vivas y de María Dueñas, Negret estudió en la Escuela de Bellas Artes de Cali entre 1938 y 1943. A1 año siguiente, conoció en su ciudad natal al escultor vasco Jorge de Oteiza, quien lo puso al tanto de la escultura moderna.
Así, después de sus figuras erguidas o reclinadas, realizadas en la escuela dentro de una concepción convencional, Negret trabajó entre 1944 y 1948 una serie de yesos de innegable calidad, que anticipan su enorme inventiva. Son cabezas (de los poetas Guillermo Valencia, Porfirio Barba-Jacob, Gabriela Mistral y Walt Whitman), algunos temas religiosos (Virgen, Cabeza del Bautista, Ascensión, Mano de Dios y Anunciación), algunos temas mitológicos (Tritón y Venus) y La muchacha en la ventana. Aunque en las cabezas se reconocen los personajes, estas esculturas son básicamente abstractas por ser ante todo formas esenciales, alejadas de los pormenores.
Entre fines de 1948 y 1950, Negret realizó su primer viaje a Nueva York. Allí, a más de algunas cerámicas biomórficas, realizó sus primeras construcciones. Entre ellas se destacan El nido y Rostro de Cristo, ambas de 1950. En una y otra, la lámina de metal y el alambre aluden a los temas sin ninguna proclividad naturalista. En 1949 Negret había realizado otra escultura en metal: Vaso con una flor, un dibujo hecho en varilla de hierro que no sólo representa el tema sino delimita el espacio real. Luego de una breve temporada en Colombia, Negret viajó a Europa; vivió en París, Barcelona, Madrid, Mallorca y St. Germain-en-Laye, entre 1950 y 1955. Inicialmente siguió trabajando yesos.
En estas nuevas esculturas la abstracción predomina sobre cualquier alusión figurativa, tal como lo corroboran los propios títulos de las obras: Dirección sur, Homenaje a Gaudí, Columna conmemorativa de una masacre, etc. Luego de ver en París la retrospectiva póstuma de Julio González en 1953, Negret pasó a utilizar el hierro. Estas construcciones realizadas en Palma de Mallorca, entre 1953 y 1954, ya sugieren aparatos o máquinas. A fines de 1955 y hasta 1963 Negret se instaló en Nueva York. Durante estos años ejecutó la serie denominada Aparatos mágicos en la que, por primera vez, empleó el aluminio (que desde entonces será su material exclusivo) y luego de intentar unir las diferentes piezas con dobleces se decidió por la utilización de tuercas y tornillos.La serie se caracteriza por el empleo de elementos geométricos y por el rigor compositivo; también por el color: las construcciones están pintadas de negro, blanco, rojo y azul. Luego de quince años de ausencia, Negret regresó al país en 1963, y desde entonces ha vivido en Bogotá (donde ya había expuesto en 1958 y 1962), con un corto intervalo en Cali entre 1968 y 1971. En 1963 participó en el XV Salón de Aristas Colombianos y ganó el primer premio en Escultura, con Vigilante celeste. En 1967 volvió a obtener el primer premio en el XIX Salón Nacional, con Cabo Kennedy.
A partir de los primeros años sesenta, las esculturas de Negret encuentran un elemento nuevo: El espacio interior que surge de la lámina de aluminio doblada y enfrentada a otra similar. El vacío, que ya había trabajado en Cabeza del Bautista, se convierte en un elemento importante en sus primeros Navegantes, y durante mucho tiempo estará presente en su producción. El espacio interior da volumen a la construcción y, sobre todo, enriquece la composición que se convierte en un contraste permanente de formas metálicas y de formas espaciales, limitadas por el aluminio doblado.
En estos mismos Navegantes se afianza la presencia de elementos repetidos, verdaderos módulos que ya habían hecho su aparición en las primeras construcciones de Mallorca. Dos ripos de esculturas predominaron en la producción de Negret desde los primeros años sesenta: los Navegantes, siempre flotantes, con pocos puntos de apoyo, y los Puentes, siempre extendidos entre dos puntos, firmes y bien sostenidos.
Luego aparecieron las series Cabo Kennedy, Géminis, Acoplamientos y, simultáneamente, las Torres, Edificios, Templos, Columnas y Escaleras, entre otras construcciones.Negret nunca ha puesto sus títulos arbitrariamente, siempre ha acertado en esas denominaciones, que tienen algo en común: todas se refieren al mundo de las construcciones, ese mundo extraordinario que, a lo largo del siglo y gracias a la tecnología, ha realizado los aparatos más prodigiosos de navegación aérea en la atmósfera y el espacio abierto, los puentes, las estructuras y los edificios más grandes y sorprendentes de la historia de la humanidad.
Pero sus construcciones no sólo aluden a esas obras de la ingeniería y la arquitectura contemporáneas, son obras de arte, creaciones escultóricas con leyes propias que traducen un mundo material en formas completamente inventadas. La serie de Los Andes inicia una nueva etapa en la producción de Negret.A primera vista, la morfología no es demasiado diferente de las composiciones precedentes; sin embargo, estas esculturas recuerdan el poderío de nuestras montañas, su concatenación, su apariencia similar, sus picos y sus depresiones profundas. Las metamorfosis de 1981 tienen una novedad que poco a poco se irá enfatizando: los planos que se articulan entre sí sin recurrir a los enfrentamientos con otros para crear espacios internos, y si esto último ocurre, el vacío no es tan importante como sucedía en la mayoría de las esculturas anteriores.
El carácter protagónico de los planos distingue su producción de los últimos años de buena parte de sus construcciones previas. Trátese de los Arholes, los Soles, las Lunas, los Templos solares, los Relojes solares, las Medidas, los Muros del Cuzco, etc., para sólo mencionar algunas de las obras recientes, son los planos los que presiden las construcciones, levantándose, doblándose o curvándose sin la presencia de los planos enfrentados para crear un vacío.
Los espacios se logran ahora por las separaciones entre los planos, por sus inclinaciones y no por el recurso de enfrentamiento para darle volumen a las esculturas. Luego de todas las construcciones “abombadas”, Negret ha pasado a trabajar los cuerpos de sus esculturas a base de planos, y así, pendiente de las superficies, se ha aproximado a la pintura. Obras como los Quipus, las Banderas del Inca, las Lagunas, todas con varios colores, son especie de pinturas sobre soportes de aluminio.
La simple enumeración de algunas de las obras de los últimos años indica que Negret ha dejado en segundo plano el mundo de la astronáutica, la ingeniería y la arquitectura contemporáneas, y que ahora prefiere concebir sus construcciones a partir de su interés cada día más grande por la naturaleza y el arte precolombino, especialmente el de la cultura de los incas. Desde siempre, Negret se ha sentido atraído por la naturaleza y también desde hace mucho tiempo ha sido un estudioso y un coleccionista del arte prehispánico, pero una y otro sólo lo estimulaban para realizar sus esculturas, como una hermosa paráfrasis del mundo de las construcciones modernas. Ahora los términos se han invertido y la gran mayoría de sus obras actuales aluden al mundo natural o a las diversas manifestaciones artísticas y culturales precolombinas.
Esto no significa que sus construcciones hayan perdido las características fundamentales de su producción anterior; siguen siendo las mismas esculturas refinadas, hechas de partes que se articulan con extraordinaria coherencia; sin embargo, la morfología -a veces clásica, a veces barroca- recibe nuevos contenidos y visiones que remiten a lo orgánico entreverado con formas de origen mítico. Entre las esculturas públicas de Negret sin duda la más importante es Metamorfosis, del parque olímpico de Seúl. Esta obra, íntegramente trabajada en Corea en el marco del Simposio de Escultura realizado con ocasión de los Juegos Olímpicos de 1988, es una especie de gigantesca flor tropical, hecha de innumerables piezas a manera de cintas ondulantes que simultáneamente ascienden y se extienden a los lados, creando diversidad de ángulos e imagen.
FUENTE PRESIDENCIAL DE COLOMBIA
FICHA DEL MUSEO
La geometría orgánica
La carrera de Edgar Negret, nacido asimismo en 1920 en la ciudad de Popayán, ofrece un recorrido completamente diferente aunque igualmente fascinante. A los 18 años, Negret asiste a la Escuela de Bellas Artes de Cali, y en 1944 establece contacto en Popayán con el escultor español Jorge de Oteiza, quien sería una influencia dominante en el inicio de su carrera.
En 1950, y luego de participar activamente en la vida artística de Bogotá, Negret expuso en Nueva York en la muestra “Sculpture and Painting From Colombia”, en The New School for Social Research, en compañía de Enrique Grau y Ramírez Villamizar, pintor este último con quien había comenzado a desarrollar una estrecha amistad. Después de su visita a la metrópolis norteamericana Negret se marchó a Europa, donde residiría sucesiva aunque temporalmente en Barcelona, Mallorca y París.
Para 1955, el prestigio internacional de Negret se encontraba en ascenso. Ello le permitió participar, además de otras exposiciones, en “New Acquisitions” del Museo de Arte Moderno, en Nueva York.
Su carrera es una de las más distinguidas que haya podido tener un escultor a nivel internacional. En su momento, en Nueva York, Negret puedo asociarse con artistas norteamericanos que representan su contraparte, como por ejemplo Louise Nevelson, Jack Youngerman y Ellsworth Kelly. Su serie de “Aparatos Mágicos” expuestos por primera vez en la Bienal de São Paulo de 1957 y luego en Bogotá al año siguiente a la cual pertenece Mapa son un excelente ejemplo de este período. Igualmente, Navegante Espacial y Torre Metálica lo son de otro cuyo momento culminante es el reconocimiento concedido a su trabajo en la XXXIV Bienal de Venecia, al adjudicársele el premio David E. Bright de escultura.
La obra de Negret está llena de alusiones a la tecnología de la postguerra, pero al mismo tiempo está cargada de una disgresión inteligente que nos hace cuestionar la relevancia de nuestro presente y las ansiedades del futuro. Como objetos, sus esculturas llevan a cuestionar asimismo la obviedad del lugar que aquellos otros de necesidad obligada merecen, o mejor dicho obligan a ocupar en nuestro espacio personal y en el comunitario que debemos compartir, aunque no queramos, dentro del devenir de la sobrevivencia diaria.
Ese cuestionamiento ha llevado a Negret, al igual que a Ramírez Villamizar aunque en opuesta dirección, probablemente, a investigar otros objetos productos de tecnologías milenarias, de las cuales ha extraído su poesía y parte de su misterio, dotando a su trabajo de un tono telúrico que no obstante sorprende por su intemporalidad.
Las obras de Negret se convierten finalmente en eso: aparatos mágicos cuyo genio escondido, como en la antigua historia, se personifica solamente cuando los frotamos con el tacto de nuestra humanidad para ayudarnos a convivir más espiritualmente con la frialdad desalmada de la máquina, la despersonalización de la producción en serie, la homogenización de la sistematización formal, hechos irremediables con los que el hombre común debe confrontarse e idealmente convivir en armonía, tratando contradictoriamente de elevar su nivel de espiritualidad.
FUENTE
ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS