FERNANDO UREÑA RIB
EL ABRAZO
FÁBULAS URBANAS
Pasamos aquel día abrazados. Sí, así como suena, casi veinticuatro horas completas. Todo comenzó el sábado a las seis, cuando nos despertamos. Le pregunté, tomándola por los hombros, «¿Qué quieres hacer hoy?» «¡Ay, pasar todo el día así, abrazada contigo!» Desayunamos tomados de la mano y aún para esas cosas tan simples como cortar el pan, ella me seguía con su mano, sin desatarse de mi cuello o poniendo sus brazos alrededor de mi pecho, acariciando mi cabeza y luego se echaba sobre mi regazo todo el día.
Día que se esfumó rápidamente entre caricias lentas, apasionadas y otras dulzuras que no es el caso mencionar. Cuando debió recoger sus cosas y ordenar sus papeles yo la seguí de cerca, rodeándola por la cintura con mi brazo, estrechándola fuerte, besándola y cuando debimos tomar la carretera yo sentía la palma de su mano sobre mi cuello al conducir, o sobre mi muslo y mi pierna derecha que se resistía a acelerar el auto y que hubiera deseado frenar y detenerse en una de esas playas que hay cerca del aeropuerto para zambullirnos y seguir abrazados bajo el agua, viendo los aviones partir el cielo con su radiante línea de bruma.
Pero su avión también partía al final de la noche, así que seguimos abrazados bajo los cocoteros de la isla. Luego, en los ajetreados vestíbulos de las líneas aéreas, ignoramos los llamados urgentes que mencionaban su nombre en los altoparlantes, hasta que los guardianes de inmigración nos separaron. Cuando ella atravesó las puertas de seguridad no se volvió para mirarme. Su avión partió a las seis de esa mañana. Hasta el último minuto quise imaginar su mano sacudirse y decir adiós detrás de los cristales. No regresó jamás. Otro amor la esperaba.
FERNANDO UREÑA RIB
LA OBRA DE UREÑA RIB
OBRA PICTÓRICA