VANGUARDIA ARTÍSTICA DE
SILVANO LORA
FERNANDO UREÑA RIB
Los Setenta Años de Silvano Lora
Siendo aún muy joven, Silvano Lora cumple en estos días sus 70 años. Su nombre detona petardos en ciertos círculos, altercados, vehemencias. Quienes mejor le conocen sostienen que Silvano Lora tiene las maneras y el perfil inconfundible de un Quijote, un exquisito don de gentes, y una cultura amplia y cimentada. La falange disidente le enristra, como a Neruda, su relación de amor y odio con la burguesía. O más bien, con los “discretos encantos de la burguesía”. Pero hay mucho más en él.
Silvano Lora es en realidad un príncipe. Él, en su modestia, no lo admitiría. Pero basta mirarlo para saber que estamos frente a un hombre de estatura superior, en más de un sentido: Noble por derecho propio, íntegro, de indomable arrojo, de inquebrantable solidaridad humana. Noble, sí. Sin otro escudo o adarga que no fuese su obra plástica; y en ella, el mensaje de lucha sempiterna en favor de las clases hambrientas y oprimidas.
Setenta años y sigue siendo un joven radiante de utopías y de sueños. Para celebrarlo sus amigos nos reuniremos con él en el sótano del Museo de Arte Moderno que parece, en el buen sentido, una caverna. La misma platónica caverna de Saramago. Allí, sin los grandes reflectores de la publicidad, se presenta su última producción. El estilo (ese don particular y único que proviene directamente de las manos) es auténtico. Silvano Lora descubre un nuevo cauce para aquella masa difusa que la crítica contemporánea llama “Objetualidad”. Sobre los muros una obra objetual de peso, madura y sin embargo tierna, y poderosa, sobria, hermosa. ¿Por qué renunciar a la belleza? Esta es otra belleza. Es la suya.
Silvano no cesa de sorprendernos. Al frente de la vanguardia su lucha es la misma. Él cambia de estrategias, de trincheras, de escaramuzas. Su voz no se apaga. Pocos saben como él transformar la materia, moldearla, bruñirla. Objeto que él toca, lleva su sello. Puede que se trate de cartones, de bronces, de cobres, aluminios u hojalata; que sea tierra (como en aquellas Pinturas Negras). Estas obras se destacan sobre la mediocridad circundante, elevándose en la llanura como las aspas de un molino que golpeara el viento con su señal de alerta. Es la lúcida poesía de sus sueños. El viejo anhelo de que se repartan equitativamente los panes y los peces multiplicados. No espera ya un milagro. Alza un tenedor ferroso y lúgubre, un índice acusador. El aguerrido artista denuncia a todo pulmón la dolorosa historia del hambre.
En las altas esferas su grito apenas se escucha ahogado por el ruido de opulentos comensales que devoran sobre la mesa manjares y exquisiteces. “Los ricos ni dan ni dicen dónde hay. A la larga, el dinero guardado nos empobrece a todos.” Silvano Lora no rehuye su compromiso histórico. La obra de arte, silente, es un golpe sobre la mesa. No se trata de panfletos, ni pasquines. La imagen misma cuestiona e induce a la reflexión. El espectador advierte el quejido, pero también la esperanza. Las experimentadas manos que construyen el mensaje son las de un hombre tenaz que ha recorrido el mundo. No son pocos los países, ni las anécdotas, ni los personajes, ni las tertulias. Ni menos las angustias, ni los días de rejas, ni los años de exilio. La pátina de ese dolor recubre las obras ensambladas con pasión, pero sin amargura. Sobre su Rocinante Silvano Lora, grave ycircunspecto, cabalga a buen trote todavía.
FERNANDO UREÑA RIB
“No perdono a la muerte enamorada,/ no perdono a la vida desatenta, /no perdono a la tierra ni a la nada”. Estos versos de Miguel Hernández dedicados a su amigo Ramón Sijé (‘‘Elegía’’) nos vienen a la mente al hablar del libro “La inmensa humanidad de Silvano Lora”.
De la vida de este notable artista se puede hablar por siempre. Una primera y destacada voz es la de Alberto Lara quien recopiló los principales discursos en su memoria luego de su desaparición física.
El libro, titulado “La inmensa humanidad de Silvano” recoge los panegíricos pronunciados por sus amigos y familiares cuando, de manera paradójica, la tierra esperaba por el cuerpo del artista mientras su alma trascendía todo lo terrenal.Apoyado en fotografías que lo muestran en diversos momentos de su vida artística y humanitaria, Lara consigue subordinar el texto a unas imágenes fotográficas que parecen gritar: “Silvano el filántropo; Silvano el artista; Silvano el idealista; Silvano el amigo”. Sí. Las gráficas hablan por sí mismas. La historia de ese creador no necesita ser contada, pero tras su “muerte”, los amigos -todos de acuerdo en lo relativo de la partida- decidieron continuar hablándole con unos discursos que, lejos de ser elegías, más bien constituyeron odas a un amigo que partió de manera física.
Entre las reflexiones se encuentra la de su hija Quisqueya y los de sus amigos Narciso Isa Conde y Tony Raful. En su oda, la hija de Silvano dijo: “Hay hombres que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles” . Ella acudió a la frase de Bertold Brech para describir lo que significó su padre, pues entendió que, en ese momento, ninguna frase lograría definir mejor a su progenitor.“Que la muerte se avergüence, que la recrimine el amor, que la canjee el espíritu encantado de las islas…”, así empezó Raful su reclamo a la muerte. Sin embargo, continuaba hablando de su amigo en tiempo presente: “Silvano es un ser excepcional”.