CRISÁLIDAS DE
FERNANDO UREÑA RIB
MARIANNE TOLENTINO
Fernando Ureña Rib mantiene el justo equilibrio. Más aún, su fecundidad pictórica sorprende positivamente, porque viajando mucho al exterior -y exponiendo- pasa largas temporadas en Santo Domingo y presenta muestras individuales sustanciosas que revelan un proceso constante de investigación. A veces se quisiera que Fernando Ureña se detuviera y conservara determinada imagen. Pero si no la abandona y varía son un mismo tema, ya está en una nueva búsqueda que pronto concluye o continúa, propiciando una extensa colección de sus telas.
Un ejemplo de ésta opción puede observarse en los dos grandes salones laterales de la Casa de Bastidas, los mejores por recibir abundante luz diurna. La exposición, auspiciada por el Voluntariado del Museo de las Casas Reales, se llama Crisálidas.
De hecho, las Crisálidas son un canto formal, espacial y cromático a la vida y al amor. Ambos están ligados desde los tiempos remotos de la mitología griega: Eros, entre los dioses y los hombres, era una fuerza del universo, aseguraba la continuidad de la vida, expandía abundancia y fertilidad en la tierra.
Por su ligereza, su inquietud, su rapidez, lo dotaban de alas. La metáfora y la implicación biológica de las crisálidas, con sus alas nacientes, desplegadas aún en algunos cuadros, se sitúan en el linaje de la leyenda. Y el erotismo, soterrado o evidente, femenino y masculino, orgánico y lírico constituye uno de los elementos más sugerentes y elaborados de estos escenarios, lógicamente instrumentados por él al óleo, material más sensual que el acrílico.
Ahora un Fernando Ureña Rib, no figurativo (salvo excepciones) ni abstracto, va más allá y crea corporeidades y estructuras, surrealizando, sublimando y refiriéndonos a la naturaleza. Vegetal y frutal, tanto o más que zoomórfica, pese a que las Crisálidas, por su propia definición, van transitando del estado ninfal al de mariposa. El artista pluraliza sus envolturas, sus “anatomías” sus mutaciones, juega literal y literariamente -hay poesía visual- con ellas. Las propone en estados y variaciones de dinamismo cambiante. El espectador juega también interviniendo una segunda mirada para vincular (y excepcionalmente) desvincular títulos y metamorfosis.
Como lo hemos hecho notar anteriormente, el color y la forma son indisociables. En el color, la gama, la luz, la pincelada, de extenso repertorio, tampoco son disociables. En el aspecto formal, aparte de un polimorfismo con denominadores comunes (la temática) la fluidez y el dominio son obvios,. La bidimensionalidad alterna con tres dimensiones, simultáneamente ilusorias y verosímiles.
Como dentro de la pintura se palpa el excelente dibujante, en esa volumetría de distinta intensidad, con suspensión y suspensos, con entrantes y salientes, se siente el escultor que sido esporádicamente Fernando y podría volver ser. Así mismo nos interesa pasar de una concepción estructural a otra de una especie de escritura (Crisálida Mutante) a un campo de ritmo (Crisálida de los Trópicos) o una masa más compacta, aunque transparente ( Crisálidas en Transparencias). La atmósfera adquiere, en ciertas composiciones, tanta fuerza como los motivos, envolviéndolos el alba o la tormenta o el fuego.
Crisálidas es un trabajo imponente realizado entre Santo Domingo, Montreal y Munich. No ha concluido. Quizás adrede Fernando Ureña escogió ese nombre. Nos parece mucho más fértil en perspectivas y aciertos y nos devuelve hacia aquella suntuosa y fantástica investigación, que había estrenado en los salones del Listín Diario en 1988.
MARIANNE DE TOLENTINO
Listín Diario. Jueves 25 de Abril de 1991