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Artists

Carlos Luis

April 18, 2019 By dillon Leave a Comment

CARLOS LUÍS

UN JUGLAR DE NUESTROS TIEMPOS

FERNANDO UREÑA RIB

C arlos Luís me hace pensar en los poetas juglares de los tiempos de Alfonso X, llamado el sabio. O a aquellos trovadores occitanos, del medioevo francés que armados de guitarras y poesía reconstruían el mundo con historias fantásticas y repletas de drama, nostalgia o de alegría.

El pelo abundante, alborotado, la mirada fija, perdida en remotos parajes del infinito, mientras sus dedos escarban la musicalidad de los siglos atrapada en el tiempo.  Porque más que el tiempo, es la nostalgia la que tramonta los espacios del alma y se convierte en la materia prima de sus cantos.

La lluvia, por ejemplo (y su analogía sonora con el rasgar de la guitarra) es una constante evocadora y pluvial que permea el espíritu. Entonces llega un momento en que sobran las palabras y Carlos Luís deja que sea la guitarra la que enarbole banderas, desate tempestades, o nos muestre la escena intimista de una mujer que envejece frente al espejo de su recámara. En ciertas canciones el amor simplemente fluye como un manantial desbordado que busca el suelo sediento y esa misma avidez, se nota entonces en las manos que escarban melodías renovadas en la tierra fecunda.

Al escucharle tenemos plena consciencia de que estamos, no solo frente a un virtuoso, un Orfeo que explora las inmensas posibilidades sonoras y mágicas de la guitarra,  sino a una voz profunda que guarda ese dejo ancestral y lejano que se acerca y penetra, (con cierta taciturnia o con gamas vibrantes) a nuestras más íntimas emociones.

Algo de prestidigitador hay en los dedos de Carlos Luís. El movimiento, ágil e imperceptible, produce disonancias y acordes con tal fluidez que engañan los sentidos. El oficio, la disciplina del ejecutante, se advierte y sin embargo, el énfasis radica en las imágenes que el cantautor nos hace descubrir tanto en la musicalidad de su instrumento, como en la poética de sus versos.  No se trata únicamente de perfección formal, sino de una lírica y musicalidad madura y limpia, resultante de la observación, de la reflexión y de la sensibilidad.

Carlos Luís juega con las constantes y las variables de la guitarra (ritmo y melodía) con tal certitud y fineza, que olvidamos la perfección técnica y nos adentramos con él por los sinuosos laberintos del espíritu.

 

FERNANDO UREÑA RIB

Carlos Luis
“Guitarreando”

Casa de Teatro
Sábado 26 de Julio del 2008
Invitados : Yuyú Ramírez

José Miguel Tavares.

Carlos Luis

( Biografía breve)

Carlos Luis nace en La Habana, Cuba, en Septiembre de 1960 en el barrio de Marianao. Desde niño se inclinó por la música. Mientras asiste a la escuela secundaria empieza a participar en festivales estudiantiles. Su padre le regala la primera guitarra con la que comienza a acompañarse, al tiempo que se interesa en la literatura.

Tiempo después ingresa a la vida militar y sigue relacionándose con la canción, los poetas y la guitarra hasta que llega a conocer a artistas de diferentes manifestaciones que ya

tenían un prestigio alcanzado por su trabajo. Al terminar la etapa en el ejército se mantiene en estrecha relación con estos, entre ellos con Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Amaury

Pérez y un gran grupo de escritores, pintores, artesanos, actores, etc;

La vida le depara seguir conociendo gente de este medio y aumentando sus conocimientos hasta que conoce a Miriam Ramos (gracias a Silvio) y comienza una carrera profesional totalmente dedicada. Siempre sintió que también tenía cosas que decir y en esa etapa comenzó a exponer lo que llevaba algún tiempo compuesto y se encontró con que era  muy bien aceptado por los que hacían esa labor desde mucho antes.

Así comienza a llevar su arte como cantautor y guitarrista por muchos países de América Europa y a ser reconocido por el público y por sus compañeros como un compositor . Esas andanzas lo traen a República Dominicana donde viene a trabajar como invitado a una obra que presentaba Lourdes Ramírez con el Centro de Danza Contemporánea que se llamó “Sonámbulas”. Esa relación de trabajo con Yuyú lo hace tomar la decisión de quedarse a vivir entre los dominicanos.

Aquí comienza a sonar su obra en la magnífica voz de Maridalia Hernández y de ahí se desata el deseo de otros artistas en cantarle y a su vez Carlos se acerca a algunos otros

con la intención de hacer nuevas canciones, como Elena Ramírez, José Miura, José A. Rodríguez y José Enrique Trinidad, canciones que lo llenan de satisfacción por el alto

nivel estético de las manifestaciones de cada uno de ellos.

Al tiempo de desarrollarse aún mas por lo que le brinda la vida en Dominicana, graba suprimer disco, que lleva como nombre “Después de amar”, producido y arreglado por el

maestro Manuel Tejada en el que aparece la pieza “Una más” que lo da a conocer a niveles mas amplios del público.

Actualmente se dedica a promover su mas reciente CD “Revelaciones”, que comenzó a grabar en los estudios “Ojalá” en su ciudad natal y del que es productor, compositor de

gran parte de los temas y director musical. En este aparecen artistas de renombre internacional como: Silvio Rodríguez y Frank Fernández y músicos de la talla de Jorge Taveras,

Guarionex Aquino, Guillo Carías, Julian Fernández, Juan Francisco Ordóñez, Reynaldo Pérez, Wellington Valenzuela, etc.

Esto solo muestra su relación con el arte, pero no quiere decir que esté lejos de el andar cotidiano; porque su vida es eso: música.

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Quisqueya Henriquez

April 18, 2019 By dillon Leave a Comment

ARTE CONCEPTUAL CARIBEÑO

QUISQUEYA HENRÍQUEZ

TERESA MÁRQUEZ

 

TERESA MÁRQUEZ

LA OBRA DE QUISQUEYA HENRÍQUEZ PERMITE REVALORAR PUNTOS DE VISTA CONSTRUIDOS ALREDEDOR DE HERENCIAS CONCEPTUALES

A partir de ayer se presenta en la Sala 7. Proyectos Contemporáneos del Museo Rufino Tamayo la pieza de Quisqueya Henríquez, artista dominicana que interviene el espacio para hacer reflexionar al público sobre el problema social en torno al auge de la construcción urbana en la República Dominicana.

Teresa Márquez, titular del museo anfitrión, dijo que Quisqueya Henríquez es en la actualidad una de las jóvenes que más ha llamado la atención por la calidad y el significado de sus piezas. Renovadora de las lecturas conceptuales, el trabajo de Henríquez es resultado de profundas investigaciones que giran en torno a reflexionar acerca del espacio, el tiempo y lo real.

Señaló que la exposición que el Museo Rufino Tamayo ofrece en la Sala 7, espacio destinado a exhibir las propuestas contemporáneas, ofrece al público la posibilidad de revalorar los nuevos puntos de vista que se construyen alrededor de herencias conceptuales.

Por su parte, la creadora comentó el propósito de su pieza, que consiste en tres imágenes que proyectan una revolvedora, un albañil en el proceso de colocar el cemento sobre una pared de ladrillos para darle el acabado final y un sonido de demolición.

“Es una pieza que se compone de tres momentos: transformación, reconstrucción y demolición. En el primero traté de hacer básicamente una transformación al espacio de la Sala 7, cambiando en alguna medida sus propiedades arquitectónicas.

“El segundo momento, es una transformación virtual que sucede a través de imágenes en movimiento tomadas en video y son tomas de un proceso de construcción en el cual yo intervine para filmar algunos de estos pasos.

“El tercero, es el sonido de una demolición. Entre el sonido y la imagen hay una especie de contradicción. En la imagen se construye y con el sonido se destruye.

“Con esta pieza he tratado de representar un poco la dinámica de construcción y demolición que sucede en algunas ciudades latinoamericanas, especialmente el Ciudad de Santo Domingo, en República Dominicana, donde esta dinámica es casi ambiental debido a que es una ciudad que se transforma a una velocidad notable”, concluyó Quisqueya Henríquez.

Taiyana Pimentel, curadora permanente de la Sala 7. Proyectos Contemporáneos del Museo Rufino Tamayo, destacó lo interesante que resulta que la artista haya cuestionado tanto el espacio institucional al que se enfrenta, como el que ella misma crea e institucionaliza.

Mediante este desplazamiento obligado, comenta la curadora, Henríquez dialogó sobre la inestabilidad de las relaciones entre espacios públicos y privados: reflexionó sobre el acto mismo de la intervención, en una especie de crítica adelantada a la propia obra, un ejercicio muy profundo de injerencia que elimina el habla.

La obra de Quisqueya Henríquez estará en exhibición hasta el 5 de noviembre en la Sala 7, para corroborar la importancia que en los últimos tiempos ha adquirido la observación estricta de los creadores sobre el presente.

Como actividad complementaria, el 19 de septiembre a las 19:30 horas en el mismo recinto se llevará a cabo la mesa redonda Reflexiones en torno del arte relacional, con la participación del curador del Walker Art Center, Phillipe Vergne; el crítico de arte Roberto Pinto; y el artista y curador Pedro Reyes.
Curador Curado
Por Marianne de Tolentino*

 


Toda exposición encierra un mensaje, aparte de sus elementos visuales y partiendo de ellos. Hasta la muestra más sencilla transmite las convicciones del autor y su afiliación artística. Cuando es una presentación colectiva, fundamentada en la nueva imagen, que hace además planteamientos de principios e involucra a una clase profesional, no basta limitarse a ver las obras, analizarlas y emitir un juicio de valor. Reflexiones mayores se imponen.
Sin haber señalado su título, nos referimos especialmente a la exposición “Curador Curado”, que finalizó el 14 de octubre, luego de haber ocupado la segunda planta del Museo de Arte Moderno de Santo Domingo durante dos meses. Por ser compartida por tres artistas, Quisqueya Henríquez, Jorge Pineda y Fernando Varela fue una muestra colectiva, pero el número de obras que aportó cada uno le dio también un carácter personal.

Fue, en cierto sentido, una exposición sin precedente, porque, a las piezas exhibidas en sí, se agregó una labor, sino de escenografía, de orientación del público, guiando su circulación y su ritmo, proponiéndole un recorrido, desde las portentosas tijeras de Fernando Varela, luego las perturbadoras fotos de Quisqueya Henríquez, las instalaciones estremecedoras de Jorge Pineda, hasta el final de ese triple concierto, sucesivamente Varela, Henríquez y Pineda de nuevo. Un par de horas -tiempo excepcional para una exposición en nuestro país- se necesitaba para mirar, interpretar, evaluar esta (re)colección.

Texto sobre la Curaduría


El título de la exposición desconcierta a quien no está informado de los pormenores del evento. Desde el umbral de la segunda planta y percibiendo las primeras obras, el espectador ya sabe que es una exposición de arte contemporáneo y que tal vez su denominación misteriosa se inscribe en la descodificación necesaria y no siempre satisfactoria de esta forma de creación plástica.
Ahora bien, un texto impecable -como cada uno de los elementos de esta colectiva- nos entrega la clave de por qué “Curador Curado” y no “Tres artistas contemporáneos”, o algo similar pero más contundente. Quisqueya Henríquez, Jorge Pineda y Fernando Varela han actuado a la vez como artistas y como curadores, dos de ellos asumiendo la responsabilidad curatorial para el tercero respectiva y sucesivamente.. Analizaron, investigaron, discutieron, seleccionaron, buscaron recursos aun, como los más dedicados -los hay aunque no muchos- de los curadores.
Si interpretamos cabalmente las opiniones versadas, los expositores se vieron forzados a cumplir esa doble función artística y curatorial por las carencias en nuestro medio de curadores. “Los bienes y los males de este sujeto y su actividad, también creador, también artista, responsables de los primeros pasos de la obra de arte fuera del estudio, han estado, en gran medida, ausentes en el contexto artístico dominicano. A través de las últimas dos décadas, esta ausencia ha dejado vacíos inllenables que afectan todavía la actividad de los creadores contemporáneos que han tratado de insertarse en el contexto internacional sin lograr un resultado que les beneficie en el desarrollo de sus carreras.” (fin de una cita, un poco larga…)

Admitimos que nuestro país no cuenta con curadores estelares -de la talla de María Luisa Borras, Rosa Martínez o Achille Bonito Oliva para citar a algunos- ¿pero soportarían nuestros artistas sus temperamentos?, y que no es la especialidad más desarrollada en la vida artística dominicana. En buena medida, se debe a la renuencia de los mismos artistas, que, hasta épocas recientes, consideraban la curaduría como una injerencia más que como un beneficio. Por otra parte, según lo señala al final el planteamiento, “debería haber tantos curadores como discursos por representar”, y, en Santo Domingo, habrá muy pocos curadores -así parece que no los hay- para los creadores contemporáneos, pero no faltan quienes aconsejan, seleccionan y apoyan a los artistas más tradicionales o simplemente modernos. Por tanto la carencia se siente casi sólo a nivel de la creación más pujante en sus innovaciones.

Estamos plenamente de acuerdo en que los grandes eventos, museos y coleccionistas internacionales se interesan por esa clase de arte, no por el conservador, y los primeros que no deben hacerse ilusiones son los propios artistas, representantes de la tradición. El hecho de que la República Dominicana haya sido marginada de las oportunidades más significativas, no se debe principalmente a una falta de promotores militantes -sería la terminología más exacta-, sino a varios factores negativamente imbricados. En primer lugar estuvo hasta hoy -ojalá esto cambie- la falta de una política cultural oficial en este sentido y su corolario, la ausencia de un financiamiento público a la verdadera proyección internacional del arte dominicano. Cuando lo hubo excepcionalmente, fue pobre y para representantes del “establishment”. Luego, está la “prisa” nuestra y el desconocimiento de que un importante centro de arte suele tener compromisos previos con un mínimo de tres años de antelación.

Ahora bien, más decisiva es una actitud de los propios centros de arte o Bienales hegemónicas que no creen en el Caribe con excepción de Cuba -cuyo avance data de varias decenas de años-. Allí los tomadores de decisiones no quieren asumir riesgos, sino invitar a los artistas ya muy renombrados y a una ínfima minoría de genios, casi siempre muy jóvenes -fue el caso de los cubanos Bedia y Kcho-. Y aun cuando han tenido actitudes distintas precisamente respecto a la República Dominicana, de repente revierten sus favores, como sucedió en Cuba y en Sao Paulo. ¿Culpa de los curadores nuestros, cuando los comisarios no se molestan en visitar el país pero van a Curazao, Aruba y Jamaica? Así mismo sucedió con enviados japoneses, pese a que, en Puerto Rico… le dijeron que visitaran a Santo Domingo. Nosotros les entregamos en Tokyo expedientes dominicanos, el evento no se llegó a dar, ignoramos cual hubiera sido la selección final.

En lo concerniente a los máximos dirigentes mundiales de la curaduría, ellos dominan circuitos establecidos y cuidan su fama: acoger a pequeños desconocidos no les estimula. Vulgarmente, diríamos que “eso no paga”. Aun amigos, como en la II Bienal de Johannesburg Gerardo Mosquera -citado como ejemplo positivo por “Curador Curado” y que bien conoce a nuestros artistas generación del 90 incluida-, se olvidan de la República Dominicana. Todavía no descartamos la esperanza de que el curador sudafricano y director de la Documenta de Kassel, visite la Bienal del Caribe: parecía absolutamente sincero, cuando, en octubre, nos prometió que vendría. Pero de esto a una participación dominicana en la más cotizada y discutida confrontación mundial, ¡hay mucha distancia!
Y luego existe otro factor esencial, ajeno a la existencia o no de curadores dominicanos competentes, la escasez de artistas locales, susceptibles de responder a las exigencia de los eventos -faros de la actualidad internacional. Los nuestros no derogan a los requisitos de la praxis. Aun los más contemporáneos no renuncian a lo “esencial del arte: la rareza, la invención, el trabajo, la novedad del objeto.”(Anne Vauquelin). Hasta los más radicales de aquí no son ni morbosos, ni intrínsecamente conceptuales, ni hacedores de tecno-imágenes. Si alguno se aventura en la iconoclastia, ahí se queda, más bien simulando su adhesión al no-arte. No les van pues a invitar ni “descubrir” para las confrontaciones que sacralizan la agresiva contemporaneidad. ¿Harían falta curadores decididos a intervenir más allá de sus derechos y deberes, a sustituirse al artista, a cambiar a su guisa el lenguaje del creador para que ese se “inserte” en un circuito? Un contrasentido. Tampoco el curador puede desvelarse en el taller del artista, a pesar de la etimología, como el médico en la cabecera de un enfermo.

 


CURADOR CURADO

En fin, la curaduría -que oímos calificar en un congreso mundial reciente ¡como el “asesinato del arte”!- demanda muchos análisis y reflexiones. La postura inicial de “Curador curado” hubiera debido ser menos sistemática… a menos que se pretenda justamente suscitar reacciones, según asintió hablando con nosotros uno de los co-autores del proyecto. Ahora bien, no ha terminado el evento en su fase teórica, y, cuando se ponga a circular el catálogo, se reabrirán los debates. Algo tan necesario como lo fue la misma exposición.

Arte contemporáneo


Cuando estamos escribiendo este texto, la IV Bienal del Caribe está abierta. Quienes no tienen la oportunidad de visitar exposiciones de arte contemporáneo en el extranjero, pueden sin embargo reflexionar acerca de dos muestras de arte no tradicional en el mismo Museo de Arte Moderno. La IV Bienal del Caribe ha sucedido a “Curador Curado”. En esa confrontación regional, cuyos participantes pueden en mayoría ser considerados como artistas contemporáneos, hay algunas estridencias de “tecno-arte”, insignificantes aun en esa misma categoría y que personalmente estimamos fuera del contexto caribeño. “Curador Curado” ha sabido evitar el arte llevado a sus límites y, dentro de la renovación/innovación, ha preservado lo que llamaríamos valores estéticos perennes: la pulcritud, la armonía, la autenticidad de la creación.

Por esa misma razón nos hubiera gustado que el título y el planteamiento introductorio se refiriesen a una cierta propuesta de arte contemporáneo de parte de los tres expositores. Creemos que exposiciones como ésta ayudan a que nuestro público pierda el miedo a “las locuras” de la contemporaneidad y comprueben su carácter a la vez lúdico, serio y accesible. “Curador Curado” es de las exposiciones que ensanchan la mirada, y por tanto una profesión de fe de los autores, acerca de sus obras o de la muestra en conjunto, contribuía a afianzar el carácter de revelación o confirmación, lo convertía en una opción perfectamente asimilable.

En comparación el discurso sobre la curaduría y su responsabilidad era para el espectador común una especie de digresión teórica, fuera del contenido de la muestra y sin relación con su percepción intrínseca.
Afirmamos que el conjunto de “Curador Curado” define la contemporaneidad en el sentido de un arte actual, en recreación y cuestionamiento constantes. Jorge Pineda y Fernando Varela, aunque mantienen sus temas -el primero la ecología y los derechos de la vida; el segundo, el ser humano exterior e interior sobre todo- investigan continuamente e introducen cambios en sus iconografías respectivas. Quisqueya Henríquez, la más radical de los tres, que cuenta con notoriedad y carrera internacional (¿con o sin curadores?), desde que se radicó en Santo Domingo se autopermitió mayor variedad y ha abierto una obra otrora austera y conceptual. Sabiamente recurrieron a su experiencia y orientación de artista contemporánea establecida.

Los soportes, en los tres artistas, pertenecen a varias categorías que, a veces se hibridan en una misma obra. Alternan pinturas, dibujos, esculturas, instalaciones, fotografías, técnicas mixtas, ready-made intervenidos. Contemporáneos y polivalentes, Quisqueya Henríquez, Jorge Pineda, Fernando Varela no quieren entregar al espectador una lectura fácil, y a veces no les disgusta despistarnos, hacernos creer que uno podría sustituirse al otro, así en las tijeras gigantes de Fernando, el pequeño jardín interior de Jorge, la desplegada desacralización del deporte por Quisqueya, y esto principalmente en obras tridimensionales.

No obstante hay autorías inconfundibles: los dibujos virtuosos de la fauna amordazada o la niña tatuada de Jorge Pineda, el gran módulo de meditación de Fernando Varela y sus “tomografías” metafísicas, el singular despliegue fotográfico -sensual, perturbador, humorístico, poético también- de Quisqueya Henríquez. El autorretrato -directo e indirecto-, la vida -cotidiana, material y espiritual- les inspiran y se reformulan. La muerte es más discreta pero presente en las anatomías despellejadas de Fernando y la destrucción ecológica “en ese país de mierda” de Quisqueya, alcanzando su clímax social en Jorge y las sugerencias de homicida.

Nos parece indispensable subrayar que los artistas no han querido llegar a límites extremos del arte contemporáneo y han tenido presente la intención de atraer/convencer a nuevos públicos -comprobamos la reacción grata de los jóvenes-. Conservaron sus identidades respectivas, se esmeraron en los resultados, buscaron la comprensión de su trabajo. Y hecho fundamental, a diferencia de muchos artistas contemporáneos (del exterior), ellos, actuando por consenso curatorial, no quisieron atacar ni el arte ni a los partidarios de lenguajes y categorías habituales. El mismo perfeccionismo de la ejecución y la preservación de la estética, además elementos denotativos de sus tres individualidades, ratifican esa intención.

Quisqueya Henríquez, la más experimentada en la materia, sintetiza ese compromiso. Sus magníficas fotografías, cual sea la temática, conservan la calidad técnica más rigurosa, sus proyecciones/videos igualmente. Sus instalaciones utilizan objetos seriales y anónimos, pero ella los interviene y le agrega la dimensión personal e insólita. Aquí está la simbiosis de la intención de convencer y de la austera exquisitez de su personalidad artística.

“Curador Curado” quedará en las memorias del Arte Dominicano como una exposición sobresaliente y aleccionadora, no como una propuesta sobre los curadores, sus lagunas y sus responsabilidades en el medio dominicano. Quisqueya Henríquez, Jorge Pineda y Fernando Varela aspiran legítimamente a llevar esta gran muestra al exterior. Ojalá sus deseos se cumplan, y que el difícil “contexto internacional” acoja sus curadurías y sus obras, aquí (con)fundidas en una autoría compartida. Un asunto de apoyo y de comunicación.

MARIANNE DE TOLENTINO
*Vice-presidenta de la AICA
Presidenta de la Asociacion Dominicana de Criticos de Arte, ADCA
Directora del Centro CARIFORO – Santo Domingo

QUISQUEYA HENRIQUEZ

BORN
1966 Havana, Cuba, Lives between Miami and Santo Domingo.

EDUCATION
1987-1992 Instituto Superior de Arte, Havana, Cuba.

1985 – 1986 Universidad Autonoma de Santo Domingo, Dominican Republic.

ARTIST EXHIBITIONS
1996 Consuelo Castaneda and Quisqueya Henriquez Collaboration
Morris-Healy Gallery, New York, NY.
1995 REAL – MORE REAL.
Museum of Contemporary Art, (MOCA), North Miami, FL
1994 Intar Gallery, New York, NY.
1993 Fredric Snitzer Gallery, Coral Gables, FL.
1992 Ninart Centro de Cultura, Mexico City, Mexico.

GROUP EXHIBITIONS
1997 1997 South FL Cultural Consortium, media and visual artist fellowship exhibition, Miami Art Museum, Miami, FL.
THE CRYSTAL STOPPER, Lehmann Maupin Gallery, New York, NY.
CROSSINGS AND DEPARTURES: Making Art in Miami, Allen Memorial Art Museum, Oberlin College, Oberlin, Ohio.

1996 ON/IN/THROUGH, Morris-Healy Gallery, New York, NY.
SCULPTURE Preview – Review Cohen-Berkowitz Gallery, Kansas City, Missouri.
WAREHOUSE PROJECT, Consuelo Castaneda – Quisqueya Henriquez collaboration, Miami, Florida.
DEFINING THE NINETIES, Consensus-making in New York, Miami and Los Angeles, Museum of Contemporary Art (MOCA), North Miami, FL (catalog).

1995 HUMAN NATURE, exhibition and auction, The New Museum of Contemporary Art, New York, NY.

1994 SELECTED GALLERY ARTISTS, Fredric Snitzer Gallery, Coral Gables, FL.
LAS NUEVAS MAJAS, Otis Art Gallery, Otis College of Arts and Design, Los Angeles,CA.
DAY BY DAY, Marta Gutierrez Gallery, Miami Beach, FL.
VANGUARDIA ERRANTE: LA GENERACIÓN DE LOS 80, Centro de Arte Euroamericano, Caracas, Venezuela.
ALTER NATIONS, Gallery 312, Chicago, IL.

1993 ARTE CUBANA, Museo Cubano de Arte y Cultura, Miami, FL.
LAS NUEVAS MAJAS, Casona II. Secretaria de Hacienda y Credito Publico, Mexico City, Mexico.

1992 LOS CUBANOS LLEGARON YA Ninart Centro de Cultura, Mexico City, Mexico.
LA DÉCADA PRODIGIOSA, PLÁSTICA CUBANA DE LO 80 Museo Universitario del Chopo, Mexico City, Mexico.
PLASTICA CUBANA CONTEMPORANEA SECOFI, Mexico City, Mexico.

1990 ARTE CONTEMPORANEO CUBANO, CINCO PINTORAS Galería Arte y Promoción, México City, Mexico.
PROYECTO C & Q, Museo Universitario del Chopo, México

1989 HOMENAJE DEL ISA A CASA, Casa de las Americas, La Habana, Cuba.
EL RELEVO DEL ISA, Galería del Instituto Superior de Arte, La Habana Cuba. Exhibition parallel to The III Havana Biennial
TRIBUTO, Galería Alamar, La Habana, Cuba. Exhibition parallel to The III Havana Biennial.

1988 PRIMER FESTIVAL DE LA CREACION Y LA INVESTIGACION ARTISTICA, Galeria del ISA, La Habana, Cuba.

NEWSPAPERS AND PERIODICALS
Cuauhtemoc Medina, Exilio en la Calle Republica de Cuba, Poliester, Volume 4, Winter, 1993, p. 29-41, Mexico City, Mexico.
Elisa Turner, review Connections and Conundrums, Weekend Section, The Miami Herald, 1993.
Cuauhtemoc Medina, reviews Las Nuevas Majas, Art Nexus #10, Sept-Dec 1993, Columbia, p. 152-153.
Roberto Tejada, portfolio, Revista Mandoria Nuevas Escrituras de las Americas, 3, Mexico, 1994, p. 146-140.
Inverna Lockpez, portfolio, Heresies: A Feminist Publication on Art and Politics #27, 1994, p. 85.
Elisa Turner, review of the exhibition REAL-MORE REAL, The Miami Herald, Living and Art Section, June 1995,p 1E & 3E.
Carol Damian, reviews, Teresita Fernandez – Quisqueya Henriquez, Art Nexus #18, October – December 1995, p. 124-125.
Eduardo Aparicio, reviews, Quisqueya Henriquez, MOCA
Art Papers, Volume 19, Issue 6, Nov-Dec 1995, p. 42.
Eduardo Aparicio, reviews, Quisqueya Henriquez, MOCA
Poliester, Volume 4, #14, Winter 1995-1996, p. 60-61.

PUBLICATIONS
Bonnie Clearwater, REAL-MORE REAL, Teresita Fernandez, Quisqueya Henriquez (exhibition catalog), MOCA, North Miami, FL, 1995.
Bonnie Clearwater DEFINING THE NINETIES, Consensus-making in New York, Miami and Los Angeles, MOCA, North Miami, FL, 1996.

AWARDS
South Florida Consortium Award, $15,000 fellowship 1996/97, Miami, FL.
Cintas Fellowship 1997

PUBLIC COLLECTIONS
MOCA, North Miami, FL.
Ninart Centro de Cultura, Mexico City, Mexico.

PRIVATE COLLECTIONS
Rosa and Carlos de la Cruz, Miami, FL.
Cecile Panzieri, New York, NY.
Peter Menendez, Miami, FL.
Luis Calzadilla, Miami, FL.
Craig Robins, Miami Beach, FL.
Juan Lezcano, Miami, FL.
Fernando Alvarez, Miami, FL.
Alberto and Maria de la Cruz, Miami, FL
Andrew and Ellen Leinoff, Miami, FL
Read the Essay about Quisqueya Henriquez by curator Kate Rawlinson

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Mariano Hernandez

April 18, 2019 By dillon Leave a Comment

MARIANO HERNÁNDEZ

NOS ENTREGA BELLAS Y FASCINANTES IMÁGENES DE CARNAVAL

IGNACIO NOVA

Fotos de Margarita de Villa Mella.

Ignacio Nova – 1/12/2008

SANTO DOMINGO.- El Banco Popular Dominicano, en la persona de su presidente, el señor Manuel Alejandro Grullón, entregó a sus relacionados comerciales el libro “Carnaval popular dominicano” de la autoría de los apreciados Mariano Hernández y Dagoberto Tejeda, fotógrafo y sociólogo, respectivamente, y se anuncia su presentación pública para el próximo mes de febrero.

Es una publicación de 258 páginas, bellamente ilustrada con fotografías de Mariano Hernández que exaltan su amor por la sorpresa, la imaginación, el movimiento y el colorido de las imágenes carnavalescas. El texto de Dagoberto Tejeda es un documento referencial, complementario de la bibliografía existente sobre este tema motivador; redactado de forma directa y llana; animado por el compromiso y el respeto a las manifestaciones populares que ha caracterizado a este investigador y promotor cultural a lo largo de su vida.

La vía de las máscaras


Claude Lévi-Strauss, de quien hablamos la semana pasada porque este año celebra su centenario, dijo que el estudio de las máscaras —tan presentes en todo carnaval— le planteaba “un problema que no conseguía resolver” (“La vía de las máscaras”, Siglo XXI Editores, Primera edición en español, 1981, pág. 16). Y que la factura de ciertas máscaras lo torturaban “por su factura”: su estilo, su forma extraña… De modo que su “justificación plástica” se le escapaba; es decir no podía explicarlas desde el punto de vista euro céntrico, del desconocimiento de las culturas que las produjeron.

Y aunque “profundamente escarbadas por el cincel del escultor y dotadas de piezas añadidas, a despecho de aquellas partes salientes, [las máscaras] ofrecían una apariencia maciza: hechas para ser llevadas delante de la cara, sin que el revés, apenas cóncavo, se ajustase de veras a esta”.

Por eso se preguntaba: “¿Por qué esta forma inhabitual y tan mal adaptada a su función?” Finalmente comprendió que “ni más ni menos que los mitos, las máscaras no se pueden interpretar en sí mismas y por sí mismas, como objetos separados” de su sistema cultural y de su origen. Lo mismo vale para explicar el carnaval.

Y es lo que hace en “Carnaval popular dominicano” Dagoberto Tejeda: explicar la fenomenología carnavalesca como praxis social nacida de las mezclas raciales y la creatividad; promotora de liberaciones y subversión, como factor valioso de catársis del pueblo marginado. En el libro Mariano Hernández nos entrega bellas y fascinantes imágenes del carnaval dominicano dignas de un gran destino.

El origen del sentido liberador del carnaval Dagoberto lo explica así: “De esta manera, la necesidad de una catarsis social de equilibrio existencial se produjo a través del carnaval y de otras manifestaciones carnavalescas como las mascaradas y las mojigangas, que tenían la virtud de crear la magia episódica de la democratización y de la igualdad, en el espacio de libertad que al mismo tiempo es contestatario y subversivo, teniendo como escenario áreas públicas, las calles y las Plazas de Armas”. ¡No puede ser mejor la síntesis de su criterio!

El carnaval, ¿acto subversivo?


Sin embargo, en vez de un carácter subversivo, que el autor acusa como propio del hecho carnavalesco a lo largo de nuestra historia, prefiero ver en estas manifestaciones una especie de ejercicio de la “opinión pública” popular, un acto comunicacional-estético popular; el ejercicio del criterio y de las convicciones individuales y colectivas a través de praxis específicas: la estético, la lúdica y la festiva.

Es fácil argumentarlo gracias a las fotografías de Mariano Hernández. La presencia satírica o laudatoria de mascaradas alusivas a gobernantes no es, per sé, crítica sino divertimento; exhibición de habilidad o celebración de atributos personales. La representación se corporiza en un acto comunicacional de ejercicio igualitario, en lo que sí estamos de acuerdo con Tejeda. El carnaval es ejercicio y fantasía de una igualdad real, imaginaria o aspirada.

Este carácter es propio de todo carnaval en tanto sumatoria de comparsa y mascaradas. En “Sueño de una noche de verano”, “Romeo y Julieta” y “Hamlet” —por sólo apelar a algunos casos en los que Shakespeare trae manifestaciones carnavalescas a la escena— los personajes asisten a un encubrimiento que es revelación, que les permite obviar las normas sociales, no en un acto subversivo sino en el espacio de tolerancia que la sociedad ha creado para tales fines.

El espacio de la tolerancia es válvula de escape; permite que dos jóvenes predestinados a la enemistad se acerquen e inicien una relación amorosa que, aunque signada por lo trágico, liberará del odio a sus familias.

En “Sueño de una noche de verano”, en otra festividad de mascarada y convencionalismos que se apoya en lo que hoy denominaríamos psicológico u onírico, Shakespeare libera de las normas sociales y morales a sus personajes; los hace actuar, cubiertos por la fantasía, según lo que hoy denominaríamos “pulsiones”, es decir sus necesidades psicológicas, lo distintivo de sus caracteres.

En Hamlet es a través de la fiesta de disfraces que el príncipe comprueba la culpabilidad del usurpador del trono, quien ha mancillado la honra familiar al desposar a la reina.

Esta función liberadora del carnaval, su capacidad para revelar lo verdadero, el alma oculta, la esencia de lo que se quiere ser, no opera en el plano político o ideológico sino en el de la psicología colectiva o la estético-lúdica (teatro, danza), porque es un fenómeno masivo que se apoya en el reconocimiento de un espacio otorgado por la sociedad para tal fin. Ese espacio y sus convencionalismos no son transgredidos por la praxis carnavalesca ya que sus personajes y las acciones no procuran sobrepasarlo. Contraria y fundamentalmente es un acto de diversión, de aquí su atractivo para los jóvenes de todos los tiempos.

Acertadamente, Tejeda refiere el inicio de las fiestas carnavalescas como resultado directo de la conquista española de la isla y, desde allí, inicia una descriptiva evolutiva que fundamenta las raíces híbridas del fenómeno, su mestizaje, para pasar a la “Criollización, diversidad e identidad del carnaval dominicano” y a la creatividad que lo caracteriza. Refiere que “Salvo el caso excepcional del carnaval vegano, que ha ido en un proceso de homogenización que lo despoja de su contenido subversivo, los personajes, los símbolos, las esencias de los carnavales locales son las expresiones de las herencias culturales de la diversidad creativa popular, en un proceso de criollización donde la dominicanidad clandestina (sic!), negada e invisibilizada por el sistema social, las élites y el poder tradicional, está presente”.

También habla de “negación de lo cotidiano”, de apertura de una “estética comercial” en la que “prevalece «lo bello», «lo lindo»”; de “secuestro de clase”.

PERSONAJES


Profesionalización, artesanía y carnaval El texto de Dagoberto es educativo. Sin embargo contiene nostalgias y elementos indemostrables, como podemos corroborar con las imágenes de Mariano Hernández. A nuestro modo de ver, que lo bello prevalezca en el carnaval —lo que el autor del texto entrecomilla— es positivo y aludiría dos realidades incontrovertibles, propias del desarrollo experimentado por la sociedad dominicana de 1900 a hoy: a) el acceso a la educación estética consecuencia de la mejoría del nivel educacional y del consumo de imágenes, muchas veces patrocinadas por el gobierno, los medios de comunicación y las empresas (como este libro que comentamos); y b) la participación de la clase media en el carnaval.

Junto a ello comprobamos que el carnaval se asume como espacio de la praxis creativa popular: como hecho de arte popular concreto; como sumatoria de las habilidades artesanales acopiadas por un colectivo en un período histórico dado. Por lo que acontece en el país comprobamos que el carnaval trasciende sus grupos sociales originarios y que a él se suman, progresivamente, las clases medias.

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Trujillo Y La Fiesta Del Chivo

April 18, 2019 By dillon Leave a Comment

MARIO VARGAS LLOSA

TRUJILLO Y LA FIESTA DEL CHIVO

FERNANDO UREÑA RIB

MARIO VARGAS LLOSA Y LA FIESTA DEL CHIVO

por: Fernando Ureña Rib

Miami. Mayo 2.2000

Acabo de terminar (exhausto) La Fiesta del Chivo, el libro de Mario Vargas Llosa, que amablemente me enviara Mariela Sagel desde Panamá hace unos días. Imagino que para los dominicanos este último libro, más que una lectura amena e intrigante, será tema de obligadas reflexiones.


Es admirable el arrojo del escritor peruano al afrontar la monumental tarea de retratar una sociedad que no es la suya, tomando como línea de tierra, uno de los episodios más significativos de nuestra historia: El asesinato de Trujillo. La complejidad y magnitud de la tarea pudo haber extraviado al autor por insondables laberintos, similares a aquellos en los que se internó García Márquez al arriesgarse a escribir como novela la historia de Simón Bolívar. La novela histórica implica limitaciones a la libertad creativa del escritor, ausentes en las novelas de ficción. Pero la historia no puede ser jamás un retrato fiel de la realidad, sino una percepción, una idealización de los hechos.


Así, ya en el primer capítulo (en el que Urania, una atractiva mujer dominicana recién llegada de Estados Unidos recorre un trayecto de Santo Domingo, la ciudad que se vio forzada a abandonar en su temprana adolescencia, poco antes de la muerte de Trujillo) se advierte que la sociedad dominicana apenas se recupera de las heridas de esa nefasta era. En el retrato que pinta Vargas Llosa esas heridas profundas, cicatrizan tan solo en apariencia y basta atizarlas un poco para ver lo frescas que permanecen.


Aunque su retrato (al dar énfasis a lo grotesco y lo ridículo) a ratos se vuelve caricatura, con ronchas y mataduras, no hay duda que Vargas Llosa sigue las viejas instrucciones académicas para retratos a pincel. Los maestros pintores recomendaban empezar el retrato por la boca, que es el área donde confluyen la mayor cantidad de rasgos característicos de un individuo. Haciendo un paralelo, Vargas Llosa usa profusamente la boca, es decir, la lengua, la manera de hablar (y por tanto de pensar), para revelar lo que él percibe como la idiosincrasia de los dominicanos.


Creo que en este aspecto se le va la mano y pareciera que pinta a los dominicanos (héroes y villanos) como unos deslenguados que vomitan palabrotas de puro gusto. Esas excentricidades podrían valer en dosis reducidas, pero al exagerarse asaltan al lector y le roban atención de la acción misma. Sin que se enriquezca el relato, sin que alivien la sórdida pesadez que aquella historia implica. En fin que no todos los lectores encuentran humor, sensualidad o gracia en ciertas groserías. Es lamentable, porque ese recurso, tan del agrado contemporáneo, no va solo en detrimento del retratado, sino del laureado retratista, quien a fuerza de insistir en el habla vernácula y vulgar, no consigue dar a su obra el nivel de gran literatura, de literatura universal alcanzado con justo mérito en “La ciudad y los perros” o en “Conversación en la Catedral”, por ejemplo.


Sin embargo, estamos frente a un maestro de afinada técnica, que sabe mezclar las disquisiciones y los juicios del ensayista político, la historia de todos conocida y la ficción que origina y unifica el conjunto. Si eliminamos cualquier elemento de esa vertiente triple, la novela podría convertirse en el guión de una película de suspenso. Suspenso difícil de lograr ya que el desenlace de la historia es conocido en sus pormenores (el asesinato de Trujillo) y perfectamente predecible en el otro elemento (la violación de la Urania adolescente).


Como hábil observador de la sociedad e interpretador de los hechos históricos, Vargas Llosa consigue que confluyan en un tejido apretado y denso, la madeja de testimonios que recopiló durante sus frecuentes y prolongadas estadías en la isla de Santo Domingo, amalgamando las ideas políticas en boga. Sin embargo, nombres falsos (o supuestos) que forman parte de la ficción narrativa se mezclan imperceptiblemente con los héroes verdaderos y con los personajes históricos (algunos de los cuales viven todavía) de modo que no sabemos si algunos hechos son pura invención, ni si el monólogo interior de los protagonistas muertos es parte de la documentación provista (cartas, artículos) o si provienen del colorido mosaico de su imaginación.

Pero el escritor no se aparta en ningún momento de su asunto. Mantiene en tensión las riendas y a medida que avanza, trabaja con riqueza de detalles ciertas escenas y personajes, mientras que otros apenas se perfilan o desfilan como sombras en el oscuro telón de fondo de la dictadura. Una de esas sombras sigue siendo figura clave e influyente en nuestros días. Y precisamente, lo que debe resultar más penoso de toda esta historia es la noticia de que muchos dominicanos anhelan todavía, en el portal del siglo XXI, el retorno de uno de aquellos personajes, hoy nonagenario, quien fuera protagonista de la época que nos ha marcado a todos (locales y expatriados) con su hierro candente en el costado, durante casi un siglo.

FERNANDO UREÑA RIB

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Amado Nervo

April 18, 2019 By dillon Leave a Comment

AMADO NERVO

ERNESTO MARTÍNEZ

 

AMADO NERVO, UN POETA ROMÁNTICO

Por Ernesto Martínez

El poeta mexicano Amado Nervo ha quedado para siempre como uno de los escritores más prolíferos en la historia de la literatura universal, y aunque principalmente se le recuerda por sus poemas, también fue novelista, ensayista, periodista y diplomático.

Los mejores datos acerca de sus orígenes y formación cultural posiblemente se encuentran en dos de sus breves autobiografías, las que escribió en España. En una de ellas dice: “Nací en Tepic, pequeña ciudad de la costa del Pacífico, el 27 de agosto de 1870. Mi apellido es Ruiz de Nervo; mi padre lo modificó, encogiéndolo. Se llamaba Amado y me dio su nombre. Resulté, pues, Amado Nervo, y esto que parecía seudónimo así lo creyeron muchos en América, y que en todo caso era raro, me valió quizá no poco para mi fortuna literaria. ¡Quién sabe cuál habría sido mi suerte con el Ruiz de Nervo ancestral, o si me hubiera llamado Pérez y Pérez!”.

En sus diversas páginas autobiográficas, uno de los tópicos más repetidos fue el que carecía de historia. Nervo fue un sujeto humilde que, a pesar de todos sus logros, pudo escribir un día: “Soy un hombre a quien jamás le sucedió cosa alguna. Mi vida ha sido poco interesante: como los pueblos felices y las mujeres honradas, yo no tengo historia.”(1906), palabras que después puso en sílabas contadas (¿versos autobiográficos?): “Ahí están mis canciones, allí están mis poemas: yo, como las naciones, no tengo historia: nunca me ha sucedido nada”. En esta “Nostalgia” especial para VistaUSA Magazine, el lector podrá decidir si esta modesta observación del ilustre poeta se ajusta a la realidad de su existencia.

Nervo cursó sus primeros estudios en las modestas escuelas de su ciudad natal hasta que, después del temprano fallecimiento de su padre, cuando el futuro poeta contaba solamente con 9 años de edad, su madre lo envió al Colegio de Padres Romanos de Jacona en Michoacán. De allí pasó al seminario de Zamora, donde hizo sus estudios preparatorios, considerando brevemente estudiar para prebístero. Después quiso ser abogado y cursó estudios legales durante dos años, pero la limitada herencia que le legó su padre impidió que prosiguiera la carrera, por lo que tuvo que regresar a Tepic y trabajar en lo que fuera para mantenerse y ayudar a su numerosa familia.

Buscando un mejor destino, se trasladó a Mazatlán, donde comenzó su carrera literaria al publicar algunos artículos en el diario “El Correo de la Tarde”. En 1894 decidió dar el gran salto a la capital, cambio que al principio no le fue muy favorable para su desarrollo profesional. Este período, ciertamente difícil en su vida, siempre fue descrito por el poeta como “tiempos de esfuerzos y penalidades.” Sus biógrafos aseguran que dentro de esa escueta frase se esconde toda una época de hambre, sufrimientos e incomprensiones, que llevó a la futura gloria nacional a ejercer los más prosaicos menesteres para sobrevivir. Pero mucho más que esas vicisitudes, lo que lo impactó realmente fue la muerte de su hermano Luis, también poeta, quien se suicidó en la flor de la vida. Para un joven educado en los más ortodoxos dogmas de la fe cristiana, el suicidio de Luis fue un suceso que lo traumatizó tanto que hasta lo llevó a cuestionar sus creencias y convicciones.

Después de largas penurias, por fin pudo abrirse paso en la gran ciudad escribiendo para publicaciones como “El Mundo Ilustrado”, “El Nacional”, “El Imparcial”, “El Mundo” y las mejores revistas literarias del momento. Su producción fue copiosa y muy variada: cuentos, semblanzas, artículos humorísticos, reseñas teatrales, críticas de libros, artículos dialogados, crónicas, etc., y además, muchos versos como los que leyó ante el sepulcro del poeta Manuel Gutiérrez Nájera en el primer aniversario de su muerte, y que merecieron el aplauso unánime de todos, señalando así un punto de partida en su carrera de poeta lírico.

Pero aquello sólo fue el comienzo, porque su nombre no llegaría a ser reconocido hasta 1895 con la publicación de su primer libro, “El Bachiller”, que no era una colección poética sino una novela corta. Nervo describiría el éxito de esa obra de la siguiente y muy acertada manera: “Por lo audaz e imprevisto de su forma y especialmente de su desenlace, ocasionó en América tal escándalo que me sirvió mucho para que me conocieran.”

Su primer libro de versos publicado se tituló “Místicas” (1898), aunque anteriormente había reunido en un tomo sus poemas de adolescencia, los cuales vieron la luz pública ese mismo año bajo el título de “Perlas Negras.” Ambos libros pudieron considerarse dentro del género de la poesía religiosa pero destacaron por la forma insólita de expresión y un refinamiento poco común, como lo demuestra en el poema “La Sombra del Ala.”

Tú que piensas que no creo
cuando argüimos los dos
no imaginas mi deseo,
mi sed, mi hambre de Dios;

De todas suertes, me escuda
mi sed de investigación.
Mi ansia de Dios, honda y muda;
y hay más amor en mi duda
que en tu tibia afirmación.

Los siguientes trabajos fueron novelitas como “El Donador de Almas” y “Pascual”, que llevaron su fama a España, donde se imprimieron en un tomo que llamaron “Otras Vidas.” En 1899 sorprendió a México nuevamente escribiendo la zarzuela “Consuelo”, la cual se estrenaría ese mismo año en el Teatro Principal. Su intención era ensayarse en otro género y contribuir al advenimiento de un arte que fuera cien por cien nacional, aunque por motivos desconocidos, no insistió en estos propósitos.

En 1900, Nervo realizó uno de sus sueños más anhelados: conocer París, donde fue enviado como corresponsal de El Mundo. En la Ciudad Luz, el poeta cumplió eficazmente su encargo, pero a pesar de eso, fue despedido de forma sorprendente por el gerente de la empresa. De repente se vio nuevamente en problemas económicos, cosa que lo llevó a momentos de gran depresión anímica. Su salvación apareció en la persona de Ana Cecilia Luisa Daillez, una dulce mujer que se convertiría en su compañera durante más de diez años. Así lo relata el poeta: “Encontrada en el camino de la vida el 31 de agosto de 1901. Perdida (¿para siempre?) el 7 de enero de 1912.” Describió su muerte como “la amputación más dolorosa de mí mismo.” Fruto de ese dolor fue su libro más impactante y famoso, “La Amada Inmóvil”, que mantiene su fuerza y vigencia hasta nuestros días y que continúa teniendo una popularidad arrolladora en todo el mundo de habla castellana.

Volviendo a París, cabe destacar que Nervo se rozó con la crema y nata de la intelectualidad que gravitaba inevitablemente en la capital francesa, entonces en su más brillante período de “la Belle Epoque”: Verlarie, Moreas, Wilde y muy especialmente Rubén Darío, con quién lo unió una estrecha amistad que se reflejaría en sus trabajos posteriores. Entre las obras que publicó en París se encuentra la versión francesa de “El Bachiller” retitulada “Orígenes” y un libro de poesías nombrado aptamente “Poemas”, que contenía “La Hermana Agua”, uno de los textos que más celebridad le daría en todo el mundo.

Regresó en 1902 a México, donde le esperarían muchos años de popularidad y actividad. Volvió a colaborar en periódicos y revistas, publicó libros notables como “El Exodo y Las Flores del Camino”, “Lira Heroica” y “Los Jardines Interiores” y obtuvo, por oposición, el cargo de profesor de lengua castellana en la Escuela Nacional Preparatoria. En 1905 ingresó en el servicio diplomático y fue enviado a servir en la Legación de México en Madrid. Desde allá continuaba enviando correspondencias a “El Mundo” e informes de lengua y literatura para el Boletín de la Secretaría de Instrucción Pública. Sus escritos también serían altamente cotizados en publicaciones de Buenos Aires y La Habana, y durante esos años, publicaría en España muchos de sus mejores libros: “En Voz Baja”, “Juana de Asbaje”, “Serenidad”, “Elevación”, “Plenitud” y el siempre popular “La Amada Inmóvil.”

Cambios políticos en México lo destituyeron de sus cargos oficiales, y en 1914, inauguró otra época de penurias económicas. Esa situación se resolvió cuando, en 1918, el gobierno lo nombró Ministro Plenipotenciario y Enviado Plenipotenciario de México en Argentina y Uruguay, países a los cuales viajó a principios de 1919 y donde fue recibido con insólitas muestras de admiración y afecto.

Amado Nervo no regresaría a su querido país en vida, falleciendo en Montevideo, Uruguay, el 24 de mayo de 1919. La llegada de sus restos a México –al igual que sus funerales–, constituyeron una verdadera apoteosis nacional. El cuerpo del poeta yace en la Rotonda de los Hombres Ilustres, aunque fue el mismo Nervo quien escribió quizás su mejor epitafio:

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino

Que yo fui el arquitecto de mi propio destino
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

AMADO NERVO

México (1870-1919). Nacido en Tepic, un pueblo del estado de Jalisco, Nervo inició tempranamente estudios hacia la carrera sacerdotal, que pronto abandonó. Ya establecido en la capital, en 1894, colabora en un el grupo de la revista Azul, de Gutiérrez Nájera, como lo hará diez años después en la Revista Moderna- dos de los más importantes voceros, desde México, del triunfante modernismo hispanoamericano. En 1900 va a Francia, como corresponsal del diario El Imparcial, para reseñar la Exposición Universal de París; es en esta ciudad conoce a Rubén Darío, con quien establecerá una sólida y permanente amistad, y a Ana Cecilia Luisa Dailliez, la compañera de su vida y cuya muerte, en 1912, ha de motivar su libro póstumo La amada inmóvil. De vuelta a México, se dedica a tareas profesionales pero sin abandonar sus copiosas colaboraciones en periódicos y revistas. En 1905, y ya como miembro del servicio diplomático de su país, se traslada a España. Su estancia en Madrid, que se prolongó hasta 1918- fue el modernista americano que más larga y continuadamente residió en la Península-, corresponde a los años de plenitud de su obra de creación (y de este periodo de su vida ha sido cuidadosamente documentado por Donald F. Fogelquist en su libro Españoles de América y americanos de España). Allí murió Ana Cecilia; y allí prosiguió su incesante labro poética- en Madrid vio la luz la mayor parte de los libros capitales de su última época- y su aún más numeroso trabajo periodístico, que enviaba regularmente a varias publicaciones de la América Hispana. Otra vez de regreso a México, es nombrado, en 1918, Ministro Plenipotenciario de la Argentina, Uruguay y Paraguay. Al año siguiente murió en Montevideo, y el traslado de sus restos a su país natal alcanzó honores continentales. Nervo estaba entonces en el cenit de su fama y prestigio.

Fue un cultivador incansable de la prosa, principalmente de la prosa periodística: crónicas, ensayos, artículos y notas de viaje que, por su estilo ameno y fluido, se granjeaban muchos lectores y contribuyeron grandemente a la difusión de su nombre. También de la narración: novelas cortas como Pascual Aguilera (originalmente escrita en 1892, El bachiller (1895), El donador de almas (1899); y los muchos cuentos, que iba escribiendo desde su juventud y luego fueron reunidos en colecciones posteriores: Almas que pasan (1906), Cuentos misteriosos (1921). Nervo fue un narrador hábil y natural y en algunas de estas piezas, bajo la influencia de su admirado H.G. Wells, se han notado sus anticipos hacia la moderna literatura fantástica e incluso la science fiction. Ejerció aún con mayor continuidad la crítica literaria: Juana de Asbaje, publicado en 1910 con motivo del centenario de la Independencia, es su trabajo más importante en este campo; pero son incontables los estudios, crónicas teatrales, semblanzas y apuntes breves que dejó sobre temas y figuras de toda la literatura hispánica. Muchas de sus crónicas- especialmente las de El éxodo y las flores del camino (1902)- estaban escritas en la prosa poética característica del modernismo, pero más voluntariamente practicó ese tipo de escritura (aunque sin los artificios a que ésta fue a veces proclive durante la época) en las páginas que anteceden a los poemas de La amada inmóvil y en las prosas que incluyó en su volumen Plenitud. Más de tomo y medio, de los dos e que consta la más reciente edición de sus obras completas (la de Aguilar) se destinan a su labor en prosa.

Al llegar a su obra poética, el lector de hoy (más si se ve desdoblado en crítico o, simplemente, en antólogo) puede enfrentar cierta perplejidad: cómo explicarse que sus versos, fáciles y amables pero en general de poco calado y escasísimo riesgo, pudieran alcanzar el gran favor del que gozaron en vida de su autor y hacer a éste uno de los poetas más populares de su tiempo. Esas calidades suyas, que apelaban a la comunicatividad más inmediata, difícilmente resistieron, tras su muerte, el radical cambio estético que, a raíz de la primera guerra mundial, condujo al arte de la palabra poética por caminos de más extremosa aventura, y, a la vez, de mayor acendramiento y rigor. No es de extrañar así que Nervo haya venido a quedar como uno de los más inactuales modernistas (a una enorme distancia de algunos de sus compañeros generacionales: el Darío maduro, Lugones, Herrera y Reissig, Eguren, por una razón u otra tan vivos y resistentes.) El poeta de La amada inmóvil ciertamente satisfacía el medio gusto- de algún modo habrá que llamarlo- de ciertos sectores de lectura en nuestras estragadas burguesías hispánicas de principios de siglo; pero una vez remitida aquella sensibilidad (de nuevo: si es que le cabe esta denominación), se impuso fatalmente una baja precipitada y total en su estimativa- aunque la inefable Berta Singermann declamara, hasta 1955 por lo menos su Gratia plena.

En 1974, muy poco después de los cincuenta años de su muerte y del centenario de su nacimiento (efemérides que se prestaron para celebraciones y homenajes) Ernesto Mejía Sánchez confiaba en que tales celebraciones ” contribuirán sin duda positivamente a rescatar al poeta abandonado en el ángulo más oscuro de nuestras letras”. Y algo antes, e n su antología del modernismo, José Emilio Pacheco venía a coincidir: ” la reputación de Nervo llegó a su punto más bajo en 1950. Ahora el libro de Manuel Durán (publicado en 1968) y la magnitud del homenaje en el cincuentenario de su muerte parecen demostrar que Nervo salió del ” purgatorio por donde atraviesa todo autor que fue célebre”. Intenciones generosas, que no parecen llamadas a cumplirse al menos en cuanto al rescate total del poeta; porque, a pesar de ellas, estos dos últimos críticos citados no pueden honestamente aludir valoraciones negativas (y ciertas) sobre Nervo: cursilería, hiperfecundidad, sentimentalismo, ausencia de autocrítica (Pacheco), vaguedad, falta de rigor crítico (otra vez), lacrimosidad, almibarado sentimentalismo (Durán(. Y sin embargo, operando sobre una rigurosísima selección antológica- Durán propone algo así como una veintena de poemas de Nervo- se nos ha devuelto una imagen muy interesante del poeta; pero habrá enseguida que aclarar que esa imagen se sostiene, más que por la obra en sí, por el valor de la representatividad que su mundo interior exhibe respecto a ciertas coordenadas esenciales de la época modernista, tal como a ésta hemos comenzado a apreciar en los últimos tiempos.

La espiritualidad del modernismo fue de signo dramáticamente dialéctico, y nadie la encarnó mejor que Darío en su agónica poesía. Y los términos con que tendríamos que describir (temáticamente al menos, y al margen de los valores estéticos) la conflictividad de Nervo, se acuerdan casi arquetípicamente con esa dialéctica: lucha entre la carne y el espíritu, la sensualidad y la religiosidad, el impulso erótico y el afán de trascendencia, al fe rota y la necesidad de creer, el desasosiego de los humanos límites (a veces plasmado en logros poéticos meritorios: ” Espacio y tiempo”) y la voluntad de una proyección de infinitud y paz para el espíritu. Nervo se asomaba, con temblor y resignación a la vez, al misterio; y en la búsqueda de alguna solución- de alguna fórmula de sabiduría suficiente, abrazaba sincréticamente, eclécticamente- otro rasgo unificador, por lo hondo, de la aventura modernista-, doctrinas e ideas heteróclitas y aun heterodoxas. Nunca del todo desasido de su raíz cristiana, abrevaba a la vez en el panteísmo, en un vago misticismo a lo Maeterlinck, en la teosofía y el espiritismo, en las filosofías orientales (budistas, hinduistas). No fue un místico, como algunos lo han presentado por el uso indebido de esta noción y despistados tal vez por el título (místicas) de uno de sus primeros libros. Pero quería asomarse a la divinidad, a alguna suerte de la divinidad, y encontrar en ella un apoyo trascendente. Y cuando una vez quiso nombrar a Dios, y todavía en un poema mediocre de su juventud, pero muy significativo ya de ese sincretismo modernista, llama a Aquél con nombres muy diversos: Cristo, Brahma, Alá, Jove, Adonái. Y con los años, ese crisol interior, donde tantas procedencias divergentes se integraban, se va acendrando aún más en Nervo, haciéndose todo más uno- y más con ello expresivo de la vivencia espiritual última del alma modernista. En los versos de ese poema no menciona a Buda; pero en la destrucción del deseo, principio básico del budismo, aspiraba tenazmente a encontrar su fuerza y su sostén (y a Siddharta Gautama invoca explícitamente en ” Renunciación”). Y la idea de la aniquilación del yo, del ser personal el arcano de la realidad cósmica y universal, que es igualmente fundamental en el pensamiento espiritualista de Oriente, da cuerpo a muchos de sus poemas (“Al cruzar los caminos”, por ejemplo). Y al mismo tiempo, por los mismos años, Nervo iba sembrando de ideas ortodoxamente cristianas las composiciones de algunos de sus libros últimos: “Serenidad”, “Elevación”, “Plenitud.

De este modo, nuestra comprensión actual del modernismo en sus entretelas espirituales más profundas (como época de algunas contradicciones e incluso bizarros sincretismos) es quien de verdad viene a arrojar sobre ciertos aspectos de la poesía (o el pensamiento poético) de Amado Nervo un relativo pero indudable interés. Así, en su caso, aunque sin desatender del todo otras motivaciones, nuestra selección (guiada oportunamente por los estudios de Manuel Durán y T. Earle Hamilton) ha puesto particular énfasis en aquellas piezas suyas que más fuertemente reafirman este interés.

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