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Archives for April 2019

Efraim Castillo

April 5, 2019 By dillon Leave a Comment

EN EL NOMBRE DEL HOMBRE

EFRAIM CASTILLO

RELATO

EN EL NOMBRE DEL HOMBRE

EFRAIM CASTILLO

Lo sabías, Josefa. No puede parirse un hijo de la forma en que lo hiciste. Los hijos se paren para criarlos. Para estar con ellos. Para quererlos. Y no lo hiciste así. Simplemente pariste y abandonaste lo parido. Te marchaste y eso tiene y trae consecuencias (Hubiese preferido tenerlo a mi lado. Quererlo. Abrazarlo. Sentir su crecimiento como algo mío.

Pero eran otras circunstancias. Cómo poder tenerlo con el odio rodeándome, cociéndome interiormente. Cómo criarlo si aún estaba para que me criasen). No podría decirse que vives una consecuencia, pero, ¿hubiese resultado todo así de haber optado tú criar tu hijo? Tienes los argumentos básicos, concretos.

Eras una niña —apenas catorce años— y estabas aprisionada por la férrea disciplina de tus padres: colegio, horarios, reuniones religiosas. Pero hay lagunas. Nunca has mencionado el nombre del padre. ¿Quién era? ¿Cómo te sedujo? ¿Lo amabas? ¿Seguiste viéndolo? (Definitivamente, amor mío, eres todo para mí. Te deseo. Te pertenezco. Soy Julieta, Afrodita, el mito erótico de la posesión. Estoy aquí desnuda, amplia para todo tipo de perversión). Lo sabías bien, Josefa. Al menos, podrías haber avisado a alguna monjita, a algún orfelinato para que el niño fuera recogido.

Pero lo abandonaste. Lo dejaste tirado en un basurero (Esta noche fría deseo morir contigo, hijo mío. Permíteme una lágrima, un pequeño adiós tan diminuto como tus manitas y tus pies. Esta noche fría comienzo a morir contigo. Desearía poder perpetuar tu presencia en mí más allá de estos nueve meses sofocados por el temor y la ilusión, por el ofuscamiento y las esperanzas). ¿Qué sentiste, Josefa? ¿Acaso no pensaste siquiera un nombre? Al día siguiente asististe a la escuela tan campante y hasta redactaste un trabajo sobre Hamlet. ¿Recuerdas? Exoneraste a Claudio y a Gertrudis y condenaste a Hamlet. ¿Qué pasó ahí? (Los mismos vicios y las virtudes sepultadas en montones de lágrimas; las mismas asperezas y trivialidades.

Exonero a Claudio. Exonero a Gertrudis por su acto de amor. ¿Tenemos que pagar los justos por los pecadores? ¿Hasta dónde habitará Edipo el corazón de la historia? ¿Hasta dónde? Podríamos asaltar los clichés, las momias, las vergüenzas del estercolero). Tocaste símbolos altos, cotejos sacralizados por los tiempos. Debiste permanecer o callada o con la voz neutra, siguiendo los caminos trazados. ¡Exonerar a Claudio y a Gertrudis! ¡Vaya ofensa, no para Dinamarca

—que aún podría tener algo dañado—, sino para el raciocinio occidental! Tenías talento, Josefa, aún lo tienes. Sólo tienes cuarenta y cinco años y luces hermosa, tersa, radiante a veces. ¿Qué has hecho con tu vida? ¿Te dolió tanto lo del niño? (Hay dolores que matan sin llevar a la muerte. Te atosigan. Arremeten contra tu conciencia y la esquilman, la desdoblan, la estrujan y sabotean. La conciencia, podría gritarlo, son los otros en uno. Unamuno está detrás. San Agustín también. Y Baruch de Spinoza. Las máscaras son los otros. La rediviva es lo que nos persigue como la muerte). Hay dolores tardíos. Hay dolores que se sienten mucho después de cometidos los actos, de los aparentes sufrimientos. ¿Tuviste un dolor tardío?

Si lo experimentaste lo disimulaste bien, Josefa. Podría ser que compensaste el acto con las noticias posteriores: “¡Encuentran niño en basurero!” Familias desean adoptarlo”. ¿Tienes sed? Aún la vida sigue y tus 340 litros anuales de agua aguardan por ti (Podría ahogarlo en esta apacible fuente o introducirlo en este torrente de lágrimas. Después de todo vivir es sufrir soñar acaso, ¿verdad, Hamlet.. verdad Gertrudis, con tu nombre de mujer fragilidad? La negación del sufrimiento es el no‑nacer, el no‑morir). ¿Sabías, Josefa, de los martirios futuros? La maternidad continúa más allá del cordón. Los nudos se desatan como las nostalgias y la memoria se convierte en cárcel (¡Cómo he sufrido, Capitán! ¡Cómo he llorado! No es preciso morir para convertirnos en reos del dolor. Ahora comprendo a Racine, a su Berenice. La tragedia no implica la muerte).

Para salir bien de todo esto, sólo tendrías que mencionar a alguien. Deberías olvidar ese pasado de treinta años; deberías obviar los vericuetos, todas las dificultades sobrepasadas. Es un nombre y un ¿por qué? Alguien debió hacerlo. Esas cosas no suceden sin manos‑guías, sin cerebros conductores, sin voces señaladoras. Podrías salir bien de todo esto: marcharte, no tranquila desde luego, a tratar de rehacer todo lo comenzado hace algo más de treinta años y que te ha traído hasta aquí. ¡Compréndelo, Josefa! También tú tienes derecho a la risa, a las salidas y puestas de sol.

Es un nombre, sólo un nombre lo que te pedimos para terminar esta historia (¡Si pudiera decirlo! Así de fácil. Nos acostumbramos a las confesiones, a las salidas, a los descargos emocionales: nos acostumbramos a los recorridos circulares y reducimos la esperanza a una leve espera. Debes recordarlo así. Gabriel, desde lo profundo de este amor imposible). Podrías decirlo en voz baja. Tan sólo mencionarlo como un suspiro, Josefa. Tú sabes: el nombre. Tan sólo el nombre hará posible tu descanso. ¿Cómo se llama aquel hombre amparado en el verbo, en sus manos y en su terrible erotismo que violó para siempre tus sueños de muñecas? (¡Ah, Gabriel, vuelan estas alas con la mansedumbre de la quimera y las burbujas de la utopía!)

Dilo tan sólo, Josefa. El daño podría repararse, en parte; tu vejez será más tranquila. Aunque nunca más viste tu hijo, él creció, estudió, se integró a la vida desconociendo su pasado, ¿Lo ignoras? (Tómame en tus brazos, Gabriel, hazme tan tuya como tu propia juventud. No importa esta diferencia de edades, quince años no es nada. Ven, tómame, haz que tus labios, que tu lengua y tu espalda recorran esta geografía del hambre). ¿Por qué temes mencionar aquel nombre del hombre si la condena ya es pasado, petrificación de paisajes adosados, recluidos en archivos sin memoria?

Josefa, como volviendo desde una realidad temida, mira fijamente a su interlocutor y le habla:

—¿Qué ganará con un nombre?

—¡Ganaremos todos, Josefa! —y entonces se sienta a su lado arrastrando una silla—. Aquel pasado pudo permanecer callado, sin aspavientos. Pero fuiste a ese programa de televisión —Josefa lo interrumpe con sequedad—.

—¡Pero llevaba el rostro cubierto!

—Sí, pero los periodistas desempolvaron los archivos y volvieron a la carga. Pidieron que se reabriera el caso de la madre asesina. Y aquí estamos, Josefa. Ya el caso perimtió. De eso hace treinta años y, sin embargo, aquí estamos. Fíjate que llegué hasta ti. Lo único que deseamos es atar todos los cabos.

—¿Por qué?

—Lo sabes, Josefa: hace un mes apareció otro niño abandonado en un basurero. Incitada por la prensa, la gente desea saber, sobre todo aquellos que leyeron acerca del primer abandono, por qué una madre actúa así. Creo que no debiste ir a ese programa.

—¡Pero fui de incógnita! La entrevista la realizaron en un lugar apartado.

—Es igual. Conoces a la gente: lo único que desean de la televisión es la porquería, la basura. Mientras más sangre, mientras más chismes, mucho mejor.

Josefa mira al investigador y luego vuelve sus ojos a la ventana. Posiblemente esté buscando aire con su mirada. Se pone de pie y camina lentamente tratando de alcanzar la ventana. Antes de llegar a ella se detiene y se enfrenta al investigador.

—¿Cree que tengo algo que ver con el último niño abandonado?

El investigador se levanta de la silla y la alcanza: —No, Josefa. ¡Por Dios! ¡Jamás pensaría algo así! Simplemente buscamos una pista. Algún detalle que nos arroje luz sobre estas acciones.

—¿Para qué desea nombres?

—Los nombres son identificaciones, Josefa. Juan se llama así por una causa. Y Pedro también. Los nombres son responsabilidades. Tú misma te llamas Josefa, ¿verdad?

—No logro comprender, señor. No veo la conexión.

—¡Lo has dicho, Josefa! Los nombres son conexiones,, tramas, partes integrales de un tejido. ¿Te imaginas qué amplia hubiese sido la historia si tuviésemos a mano los nombres de los embalsamadores egipcios, de los ingenieros y maestros constructores de las pirámides? La historia hubiese sido más bella.

—¿Lo cree así?

—Sí, Josefa. En mi especialidad, cuando estudiaba, uno de mis profesores nos relataba lo grande que sería la criminología si apareciera el nombre del destripador famoso. ¿Lo has leído?

—Nada debería tener nombre, inspector. Ni siquiera los sentimientos.

El investigador camina hasta la ventana y ve caer la lluvia.

—¿Te imaginas qué triste fuera todo si la lluvia no tuviera nombre? —Mira a Josefa—: Tu mismo nombre: Josefa. ¿Oyes qué lindo suena: Josefa?

La mujer camina de nuevo al asiento que ocupaba y se deja caer pesadamente.

—¿Qué es lo que desea en verdad, señor? —El investigador da unos pasos hacia la mujer y se sienta frente a ella:

—Es simple. ¿Quién te violó a los catorce años, Josefa?

Hay pensamientos terribles que pasan por Josefa. Está de pie frente a una ventana de cristal. Afuera el sol de la tarde calienta los árboles. La mano le toma primero el hombro y luego desciende lentamente hasta sus glúteos, apretando antes todos los músculos de la espalda en el descenso. El escalofrío lo siente en los brazos y luego camina hasta sus pechos y de allí baja por el vientre hasta alojarse en el pubis, cubriéndolo, para luego descender más aún hasta su clítoris. La mano parte en dos sus glúteos y cubre su ano y recorre las periferias del esfínter hasta subir a la vagina. Josefa tiene los ojos cerrados y abierta la boca y el hombre lo sabe y por eso arremete con el poder de que la caricia funciona. Los dedos lo mueven todo y se han convertido en yemas ejecutorias de un concierto pasional. Se mueven alrededor de la vulva cubierta por las pantaletas y por eso buscan sus extremos para vulnerar el resguardo y asaltar las mucosas. Allí tocan, escarban, suben hasta un clítoris en erección y lo aprietan con suavidad de mago.

Los ojos de Josefa están en blanco. Sólo miran hacia adentro, hacia ese interior aprisionado por la poesía, por los clásicos. La otra mano acaricia la cabeza, el cuello, desciende hasta los apretados pechos y los frota con ternura. La boca de Josefa busca la otra boca y se deja llevar hacia ella, refugiándose en un beso de lengua suelta y volátil, de lengua humedecida y deslizante. El cuerpo de Josefa se abandona. Cede y cae sin importar donde sea. Sus pantaletas son despedazadas por las manos. Su vestido vuela por los aires y sus piernas se abren como un armario recién construido. Siente que la atraviesan y que el fuego la invade como un torrente. Cuando abre los ojos el sol se ha ido. Está desgarrada en medio de la habitación frente al gran ventanal. Las manos cierran la cremallera del pantalón y Josefa balbucea algo:

—¿Por qué, papá?

Y es el estremecimiento el que vuelve a Josefa a la realidad de la pregunta:

—¿Quién lo hizo, Josefa?

—¡Nadie! —y entonces la respuesta la lleva hacia la noche de los pasos lentos en donde la luna es una esfera de luz muy pálida, de luz cómplice, de luz para cobijar los desarraigos y los espantos. Josefa deambula con una funda cuyo contenido es la propia esperanza muerta; cuyo contenido aletea, gime. Tanto lo desearía abrazar, besar, introducirlo de nuevo en su útero. Pero camina. Da pasos sin cesar, sin saber, sin auscultar siquiera los pronósticos de las supervivencias: la de él, que la miró con la primera ternura; la de ella, cuyas lágrimas podrían alimentar los océanos. Ahí están los soldados cuidando las calles. Ese 1965 con sus sobras de fuegos, de pólvora, de lanzas truncas; ese 1965 de vibraciones estertóreas, tan agudas como alfileres a la espera en la ampulosidad de lo infinito. Josefa se funde en la antiluz, en los hedores a guerra reciente, a sangre rebautizada al pie de los fusiles. En el bolso se agita su otro corazón, su hijo, su hermano, todas sus sangres y suspiros; todas sus fuerzas y memorias.

Desearía tanto gritar; desearía tanto correr sin importar dónde. Y ahí están los hedores, la basura acumulada, los sobrantes de meses en montones de materia putrefacta. Y ahí está, también, el descanso. Josefa levanta su bolso y lo arroja sobre las más blandas de las superficies. El gemido, entonces, se levanta áspero, como una protesta relampagueante y la jovencita huye con la boca cubierta por sus manos para no gemir igual, para no lanzar el aullido de todo lo que el dolor hiere.

—¿Por qué lloras, Josefa? Acabas de decir que nadie. ¿Qué te hace llorar, gemir, cubrir tu boca con esas manos tan temblorosas? —Estas lágrimas son mías, de nadie más. Deseo llorar y lloro. Es todo. —¿Hacía mucho que no llorabas? —Eso no le importa, señor. ¿Debo anotar cada vez que lloro? —Creo que puedes irte, Josefa. Has sufrido mucho. Vete. —Podría decirme algo, ¿podría? —¿Qué deseas saber, Josefa? —El niño… ¿no se sabrá nunca qué ha sido de él? ¿Nombre, profesión? ¿Vive?

—¿Por qué te interesa? Eso pasó hace mucho tiempo. ¿Por qué lo deseas saber?

—Fui al programa. ¿Recuerda? He sido parte de algo.

—¿Por qué no tratas de olvidar? Mucho has sufrido ya.

—¡Es sólo el nombre, señor!

El hombre observa las profundas arrugas de Josefa: arrugas llegadas antes de tiempo, marcadas por las noches sin sueño, por las madrugadas solitarias. Pero también observa la belleza de su rostro, los días perdidos, los atrasos improgramables en aquella vida sin estrategias. La idea de que podría obtener algo a cambio del nombre lo llena de un leve entusiasmo, pero también de una recóndita tristeza. ¿Cómo especular, chantajear aquella mujer cuyo madero arrastra desde hace treinta años? Pero el hombre sabe que el rompecabezas está sin armar y las piezas que faltan, al menos, parte de las piezas que faltan se alojan detrás de aquellos ojos y aquella tristeza.

—¿Qué me darías a cambio, Josefa? ¿Me dirás el nombre del hombre?

La calle hierve en la tarde. El día de trabajo casi concluye y el desorden llega al pico: Los buhoneros cuentan ganancias y pérdidas; para algunos no habrá mañana de ventas y otros tendrán que inventar nuevas argucias para renovar el día a día. Como la calle, también hierve el desconsuelo y los mañanas inciertos. Josefa es parte de la vía, del exterior que inunda cada esquina, cuneta, banco, escaparate. Camina sin rumbo deseando encontrar en alguien, no en todos, alguna sonrisa o lejano eco.

En nadie habita una sonrisa, ni siquiera una mueca del más liviano estupor. Todo se lleva por dentro. Las máscaras no son tocadas. Están petrificadas sobre pieles en convergencia: las lágrimas, las morriñas, las furtivas alegrías, las sorpresas, todas las caretas de las mejores actuaciones afloran en las sequedades de la ausencia.

Así está la calle como un hervidero al caer la tarde. Y Josefa da pasos hacia ningún lugar; hacia —tal vez— los humos disueltos del gran basurero. Siempre ha retornado al basurero. Las gotas caídas, las sobras, han sido parte esencial de su vida. El basurero ha remarcado en ella huella sobre huella, escarnio sobre escarnio, y siempre arrojando luz sobre sombra para volver a la dosis equivocada de sombra sobre luz y desecho sobre desecho.

La calle hierve en la tarde. Podría hablarse, cantarse quizás, de la pereza del sol en la hora de las quejas. Pero no. Es preciso, porque conviene, hablar de las congojas escondidas y las excusas deshechas. Como Josefa, que camina hacia los humos, hacia las trabas de un pasado que renquea con el presente y estalla en los basureros. Así lo vio, entonces, al hombre que la convencería: de pie sobre el basurero; erguido como tótem, como sustancia dispersa, como enjambre alborotado. Y no volvió a saber de ella hasta muchas horas después, cuando abrió los ojos y su mirada rebotó contra un techo blanco, liso hasta encontrarse con los ángulos de las paredes y las cornisas abruptas. Luego, la mirada hacia el cuerpo a su lado, hacia la figura del hombre que duerme y después el estudio de cada rasgo, de cada fisura diminuta en aquel rostro joven, hermoso. ¡Cuánto le recuerda su juventud aplastada! Entonces sus labios: finos, delineados con rectitud como los de ella, como los de su padre. Cuando abre sus ojos, Josefa los enfrenta con los suyos: se penetran con la mirada. Él ve sus arrugas, la tersura de su piel quebrada por aquellos surcos que no vulneran su belleza.

Ella observa la juventud que aún señorea por sobre las vicisitudes, por sobre los órdenes de aberraciones y virtudes. “¡Ah, los nombres podrían asilarse, redimirse en los remotos vestigios de lo posible! Deberían hacinarse, desmenuzando lo podrido y echándolo en las desmemorias!” Y es cuando oye la voz: “Soy Gabriel, ¿y tú?” Es la voz de la esperanza, de la caricia misma. ¿Sería posible el callar, el no otorgar rebote sonoro, despilfarro de fonemas hacia una audición inútil? Pero ha pronunciado su nombre: “Josefa”. Y fue más que suficiente porque ya nada más pudo ser posible entre esa voz y la suya; ya nada volvió a brillar entre aquel cuerpo y su cuerpo, salvo esa vida que comenzó a aletear en su vientre (Tómame en tus brazos, Gabriel). Las palabras se convirtieron en historia, en agua reciclada, en tardes moribundas. Ahora sólo quedaba la espera sin atajos. Y la voz se oía lejana; como sonidos en vuelo, como alas silbantes:

—¿Me dirás el nombre del hombre?

(¿Cuál nombre? ¿Qué hombre? Ahí están todos: como mi sangre y los fluidos eternos descansando sobre las bridas. Sólo debo seguir, para completar los ciclos, caminando hacia el basurero, hacia el encuentro en crisis.)

—¡Es el nombre, Josefa! ¡Lo demás no importa! Deja lo otro a los recuerdos. ¡Es el nombre del hombre! Entonces te diré el nombre que se dio al niño.

—¿Importan los nombres? —preguntó, respondiéndole, Josefa.

—¡Es el nombre! ¡Sólo el nombre para sepultar el pasado, Josefa!

Casi sin pensarlo, Josefa le dijo el nombre:

—¡José, mi padre!

Y estupefacto, atónito, el investigador balbuceó:

—¡Gabriel… así se llama tu hijo!

Mayo de 1996.


Efraín Castillo. Escritor Dominicano.

Nació el 30 de octubre de 1940.

Dramaturgo, cuentista, novelista y ensayista. Ha trabajado en el área de publicidad, donde es respetado como una persona de gran experiencia.

Obra
Viaje de regreso (1968), Sobre publicidad dominicana (1979), Sobre la especialidad publicitaria (1981),Currículum (El síndrome de la visa) (1982), La cosecha (1983), Inti Huamán o Eva, again (1983), Publicidad imperfecta (1984), Oviedo 15 años: Trascendencia visual de una historia (1988), El discurso simbiótico de la publicidad dominicana (1993), Confín del polvo (1994), Rito de paso (1996), Los lectores del ático (1997), El personero (1999).

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David Manzur

April 5, 2019 By dillon Leave a Comment

FANTASÍA Y PLENITUD PICTÓRICA DE

DAVID MANZUR

FERNANDO UREÑA RIB

 

DAVID MANZUR 

Contados  pintores de nuestros días reúnen la imaginación creativa, precisión en el dibujo, la capacidad de observación y la destreza técnica de David Manzur.  Únase a esto un tratamiento sensible y suculento del color,  que no elude ninguna gama ni matiz, y un acervo cultural que no excluye tema alguno como extraño a su universo pictórico.

La obra de David Manzur se establece sobre sí misma y alza sus banderas, como si reclamara una narrativa o una poesía que le siguiera los pasos. Una poesía que nos guiara para distinguir entre su realidad y estos sueños, entre lo que es delirio y lo que es revelación.

Este juego psicológico de Manzur, esta aventura entre lo concreto y lo imaginario, esta doble percepción de los sentidos nos hace concluir que ellos, los órganos mismos de los sentidos, independientemente, tienen su propia capacidad de registrar, catalogar y asimilar los hechos de la realidad y los datos recibidos.

Así Manzur nos hace ver, no con los dos ojos,  la misma escena, sino con cada uno a la vez y simultáneamente, imágenes distintas. Imágenes a veces repujadas, a veces talladas a golpe de cincel, trabajadas como si fueran hechas a golpes de buril. Pero no hay nada táctil. Las imágenes se descomponen y se recomponen como en un calidoscopio, no de la retina, sino de la remota e interior región de los sueños. Y es que Manzur pinta la piel y el alma de las cosas. 

Esta doble visión es nueva en el arte de la pintura, aunque no en el cine o el video en que con medios mecánicos es posible lograr esta simultaneidad. Pero la superioridad de la obra de Manzur radica en que esta es una pintura hecha con las manos. Y esa magia, ese duende, no es posible alcanzarlo con ningún medio digital o mecánico. Él sumerge a uno en la exquisita verosimilitud de la imagen, y “nos engaña”  transformándola como un prestidigitador, siempre con la gracia e ironía del maestro.

La pintura de David Manzur no carece de detalles virtuosos y esto, quizás ha hecho que algunos observadores y críticos pierdan su formidable visión de conjunto, su acabada maestría y sobre todo su inagotable  potencial creativo. 

FERNANDO UREÑA RIB 

 

 

DAVID MANZUR nace en 1935 en Neira (Caldas) , Colombia. De padre libanés y madre colombiana, estudió con monjas francesas en África (Guinea ecuatorial, Camerún ) a los cuatro años de edad, luego de la guerra civil española estuvo interno en un colegio de España y a los 18 regresó a Colombia.  Realizó estudios en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, en el Art Student´s League de Nueva York y en el Instituto Pratt de la misma ciudad. Conocido por sus monumentales murales de Bogotá, Calí y Miami. Vive y trabaja en Bogotá.

David de la Trinidad Manzur Londoño Estudió en la Escuela de Arte Claret en las Palmas, Islas Canarias, en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, en el Art Student´s League de Nueva York y en el Instituto Pratt de la misma ciudad.1 David Manzur es aun más conocido por sus monumentales murales de Bogotá, Cali y Miami. Vive y trabaja en Mosquera, Cundinamarca.

DECLARACIÓN DEL ARTISTA: “El poder de contacto del hombre está en la mano, en la pulsación de la línea. Algo que en la historia no se da muy a menudo y demuestra la grandeza y el poder de un genio que tiene el don del dibujo, teniendo en cuenta que el dibujo es la esencia del pensamiento de un artista, de ahí que si las pinturas (deLeonardo da Vinci)  no fueron grandiosas, no significa nada porque al fin y al cabo la pintura tiene mucho recurso truculento. En cambio en el dibujo no hay truco, está el pensamiento, la máquina es la máquina, el dibujo de ingeniería es claro y el dibujo puramente artístico es claro,  es de una sensibilidad que solamente un genio puede dar.”

“Mi mamá era una mujer que escribía versos y agudizaba mi sensibilidad con ese tipo de cosas” David Manzur

FUENTE: CIEN VOCES DE AMÉRICA, ENRIQUE CÓRDOBA

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Jose Antonio Molina

April 5, 2019 By dillon Leave a Comment

JOSÉ ANTONIO MOLINA

LO AUTÓCTONO Y LO POPULAR ALCANZAN ALTAS CIMAS

FERNANDO UREÑA RIB

 

DIÁLOGOS INTENSOS EN LA FANTASÍA MERENGUE DE JOSÉ ANTONIO MOLINA

La música es una de las tantas formas de la narrativa. Y viceversa. Porque la buena narrativa lleva intrínseca una musicalidad intangible, evocadora y  poética. Y esto es esencialmente lo que acontece durante todo el trayecto que recorre la Fantasía Merengue, composición de José Antonio Molina presentada y dirigida por él en el grandioso marco del Festival Musical de Santo Domingo 2007.

A partir de una línea melódica, el compositor y director desarrolla una historia compleja y vasta. Pero es posible entender que se trata de una historia de amor. Con sus encuentros, sus alegrías, sus desencuentros y sus nostalgias. Podemos imaginar la historia a partir de las primeras tonadas del corno inglés (instrumento por el cual el compositor parece sentir una consistente predilección) y seguirla a través de sus sutiles regodeos, de sus arabescos, de sus eufóricos crecendos y de sus dulces polivalencias.

Diríamos que se trata de una composición binaria. Porque dentro de la riqueza cromática de la composición y aún en los períodos de mayor exaltación hay un romance. Sentimos la concepción oriental del yin y el yan, de que hay una pareja detrás de todo, con sus danzas y sus cantos, con sus diálogos melódicos, con sus sobresaltos y altercaciones, con sus dramas,  distancias y finalmente con las alegrías del reencuentro.

Es admirable cómo José Antonio Molina eleva y sublimiza el ritmo más auténtico de los dominicanos, y lo lleva a alcanzar alturas inimaginables. Pero lo que es más motivador, para toda la audiencia, es su utilización del juego de los ritmos y de los compases. El ritmo del pambiche es reconstruido y ejecutado con una serie de vertientes nuevas, con una instrumentación casi ritual que concluye de forma desbordante y que arrastra a la concurrencia en su vaivén colorido y dinámico.

Añadamos a todo esto la enorme capacidad de José Antonio Molina como director orquestal. Al amparo de su batuta, la orquesta misma vibra y se crean otras dinámicas interiores de particular energía. Molina logra que la orquesta vuele bajo el hechizo de los ritmos audaces, de los contrapuntos, de la magnificencia de sus formas gestuales. Fantasía Merengue es una historia que merece ser recordada. Y cuando decimos recordar, nos referimos a ese concepto inglés de la palabra que connota el registro grabado, para el deleite de presentes y futuras generaciones de amantes del buen arte.

FERNANDO UREÑA RIB

José Antonio Molina, un diestro y laureado director de música clásica ha puesto sus conocimientos al servicio de la música popular latinoamericana y ciertamente, sus arreglos orquestales y su dirección musical demuestran que el arte es la forma. Que todo depende de la manera en que la obra musical sea presentada y reformulada para que alcance niveles insospechados de calidad y trascendencia. Ya lo hizo Johann Sebastian Bach (1685-1750) con las canciones populares de su natal Turingia, de Weimar y de Leipzig. Y Las lieder o canciones de Schubert son otro ejemplo de renovación y elevación de lo tradicional y de lo popular.

Desde hace tiempo José Antonio Molina trabaja con el productor Emilio Estefan en mejorar el mundo de la música popular latinoamericana. El resultado es apreciable. La base rítmica, las sutiles trasparencias de un instrumento que se va sobreponiendo a otro, la sabia fusión de elementos clásicos y populares, la hábil progresión de un tema, hacen de José Antonio Molina uno de los más requeridos arreglistas de toda Ibero América.

Porque el arte en general, y en particular el de la música, trata de las emociones. Esas que nunca cambian, que están ahí como ese testimonio tangible de la experiencia y de la existencia humana. Testimonio del amor, del dolor y la alegría, de la insaciable búsqueda de la felicidad. José Antonio conoce bien ese aspecto esencial de la música y al dirigir impregna vibraciones íntimas a una técnica depurada y afinada de dirección musical. Él crea tensiones, las lleva a un clímax y luego las disuelve musicalmente como si las notas se desgranaran sobre el espacio intangible de la música que nos habita ya, como parte de nuestra propia cultura auditiva.

Ahora, se ha encomendado a José Antonio Molina la banda sonora de la película La Fiesta del Chivo, basada en un libro de Mario Vargas Llosa sobre el asesinato de Trujillo. Se dice que fue uno de los méritos de Trujillo el llevar el merengue dominicano a los grandes salones de la sociedad de la época. El padre de José Antonio (Papa Molina) es un veterano director y compositor de la música antillana y su madre, la bailarina folclórica Josefina Miniño, trabaja hasta este día en la reformulación de las coreografías propias del folclor dominicano. De modo que no pudo haber mejor elección para estas tareas musicales.

Es por esto que José Antonio Molina ha sido condecorado con la Orden al Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, en el Grado Gran Cruz Placa de Plata.

FERNANDO UREÑA RIB

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José Carreras y Molina, dúo único

CONCIERTO.- Habrán sorpresas en este recital y entre las piezas reconocidas están Andrea Chenier y Tosca uh / santo domingo

La presentación, el próximo domingo nueve, del tenor José Carreras en la sala principal del Teatro Nacional ha despertado grandes expectativas entre los seguidores de los eventos clásicos, pues además de ser la primera vez que el afamado artista pise suelo quisqueyano, en esta oportunidad será dirigido por un dominicano: el maestro José Antonio Molina, quien estará al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN).

Promete ser una noche especial, con los auspicios de BANINTER. Uno de los puntos que más ha despertado interés es que el maestro Molina ha dirigido al tenor José Carreras, junto a Luciano Pavarotti y Plácido Domingo, pero esta será la primera oportunidad, en la que ambos artistas estarán solos en escena.

De esta manera, el público que asista a la sala Eduardo Brito disfrutará del repertorio del afamado tenor, el cual incluye más de sesenta obras entre las cuales se destacan: Andrea Chenier, La Bohéme, Tosca, Werther, Don Carlo, Carmen, La Forza del destino, I Pagliaci, Lelisir D’Amore y Un Ballo In Maschera.

Molina, además de dirigir a los tres tenores, participó en la grabación del tema musical ‘El último Adiós’, en el que intervino el cantautor dominicano Juan Luis Guerra; fue el responsable de los arreglos musicales y de la dirección de la orquesta compuesta por 80 músicos sinfónicos. Ha estado dirigiendo artistas de renombre internacional, como Cristian Castro, Liza Minelli y Eric Clapton.

EL TENOR


Carreras ha colaborado con los más prestigiosos directores de orquesta, tales como: Herbert von Karajan (con quien mantuvo una relación artística y personal de más de doce años, que incluyó actuaciones en Salzburgo, Berlín y Viena). Desde 1988, y junto a sus actividades profesionales, preside con extrema dedicación y entusiasmo la Fundación Internacional José Carreras para la Lucha contra la Leucemia, establecida en Barcelona y con sedes en los Estados Unidos, Suiza y Alemania. Esta Fundación es actualmente, sin duda, una de sus más importantes prioridades.

EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO.

Entrevista con el director José Antonio Molina

Antonio Gómez Sotolongo


José Antonio Molina (Santo Domingo 1960), quien comparte desde hace algunos años los escenarios del mundo con estrellas muy cotizadas en el mercado de la música, debutó como pianista concertista con la Orquesta Sinfónica Nacional de la República Dominicana hace casi dos décadas, y entonces causó muy grata impresión en los medios. Después, cuando eligió la dirección orquestal como profesión, estuvo ante esa misma orquesta en varias oportunidades también con gran éxito de público y sobre todo recibió el aplauso de los músicos de esa institución; sin embargo, hacía más de cinco años no se presentaba en un concierto sinfónico en su patria. Durante todos esos años no participó como director invitado ni en las temporadas de abono que cada año ofrece la institución, ni en el Festival Musical de Santo Domingo que desde 1997 se realiza cada bienio. Finalmente, el pasado 12 de noviembre de 2002, volvió a conducir, en la Sala Eduardo Brito, un concierto en el que actuó como solista el tenor español José Carreras.

‘Esencialmente lo que sucede -comenta Molina-, es que mi carrera tomó un rumbo que yo mismo no esperaba, y sencillamente no he podido estar aquí durante todos esos años. Mis compromisos en el exterior son muchos, y creo que eso también es bueno para mi país, porque en la medida en que yo crezca profesionalmente ante los públicos del mundo así verán en el mundo a los dominicanos y sobre todo a la clase artística de este país. Yo creo que como músico estoy ascendiendo cada día y eso me pone en capacidad de rendir mucho más cuando venga a dirigir aquí, donde me encanta estar y trabajar. En uno de los ensayos comentaba que esta es la única orquesta del mundo en la que yo puedo llamar a casi todos los profesores por sus nombres y apellidos. Esta es la orquesta que me vio nacer como director hace quince años. Entonces, debuté con un programa que estuvo integrado por la Sinfonía Patética de Chaicovsqui; La urraca ladrona de Rossini; y la Sinfonía Española de Lalo, con Caonex Peguero como solista. Por esto convergen en mí muchas emociones cuando me paro delante de esta orquesta; pero, yo tengo pautados conciertos para el 2004, 2006, en diferentes escenarios internacionales o sea, que me estoy moviendo en un ámbito en el que todo se programa con mucha anticipación, y es por eso que no he podido conciliar fechas aquí con la frecuencia que yo hubiera querido.

Con el relumbrón que adquirió la carrera del señor Molina en la música popular, aparentemente su labor como compositor e intérprete de música culta o académica quedó velada, por eso apunta al respecto: ‘El año pasado tuve grandes satisfacciones con mi música de concierto. Hice un programa integrado por obras sinfónicas dominicanas en la sala principal del Kennedy Center, con la Washington Symphony Orchestra y allí dirigí Tres imágenes folklóricas, de mi padre (Ramón Antonio ‘Papa’ Molina); Fantasía criolla, de Bienvenido Bustamante; A la caída de la tarde, de José Dolores Cerón; y dos obras mías: La Obertura Yaya, y la Fantasía Merengue -obras que en mi catálogo son caballos de fuerza y que ya se conocen aquí en Santo Domingo-, y tuve una crítica del Washington Post magnífica. Por otro lado, Leonard Slatkin, quien es en la actualidad uno de los directores norteamericanos más importantes, me dirigió la Obertura Yaya.”

“Todo esto me estimula y me empuja a seguir componiendo. Ahora estoy escribiendo sobre todo música de cámara, estoy haciendo piezas cortas para cuarteto de cuerdas y otros formatos pequeños utilizando motivos latinoamericanos y sobre todo dominicanos. La programación en las diferentes salas del mundo está ávida de piezas cortas, excitantes y diferentes, con un sonido propio, y yo creo que en ese sentido el sonido de nosotros como caribeños será siempre importante y va a tener siempre un espacio en esas salas. Por eso insisto en eso. Estoy además trabajando en un concierto de piano y en una cantata, y por supuesto envuelto también de manera cotidiana en muchas producciones de discos. Para mencionarte alguno de ellos te diré que hice un disco con música navideña para la Sony, con Jhon Secada, un trabajo que para mí es uno de los más importantes que he hecho en el campo discográfico y así lo valoró también la crítica que le hizo el New York Times en diciembre pasado… En fin, estoy siempre muy ocupado escribiendo música.”

Con ese concierto en Santo Domingo junto a José Carreras pudiera parecer que el Maestro Molina tuvo en sus manos una oportunidad de oro para dar a conocer algunas de sus obras, una oportunidad excepcional para mostrar algo de su catálogo pero no hubo nada de eso en el programa.

‘Yo sé cómo me quiere la gente en mi país -dice Molina-, y el trato especial que me da la orquesta, pero esa noche el protagonista fue el Maestro Carreras. Yo creo que él fue lo suficientemente generoso como para dejarme hacer cuatro piezas con orquesta sola, y creo que nada de lo que tengo en mi catálogo se ajustaba a ese programa. Esa noche, el Maestro Carreras cantó de Pascuale Costa, Era de Maggio; de Fermín Álvarez, Pregaria; de Verdi, Il Poveretto y L’Esule; de Cilea, el aria ‘Lamento de Federico’ de la ópera L’Arlesiana; de Tosti, A Vucchella; de Gastaldon, Musica Proibita; de Falvo, Guapparia; de Rendino, Vurria; de Granados, Andaluza; y de Sorozábal, No puede ser; y yo hice las oberturas de las óperas La forza del destino, de Verdi y Candide, de Berstein; el Intermezzo de Cavalleria, de Mascagni; y la danza ‘Bacchanale’, de la ópera Sansón y Dalila, de Saint Saëns que son obras todas que se complementan y no quería desequilibrar el programa por introducir una obra mía en él.”

También saltó a la vista durante la velada del 12 de noviembre los movimientos que el Maestro Molina exhibió ante la orquesta, movimientos poco académicos, lo cual no le sucedía en los primeros años de su carrera como director. Es decir, las manos abiertas, los brazos muy extendidos y amplios movimientos del torso, práctica esta que pudiera alarmar a los puristas de la técnica de dirección orquestal; pero, José Antonio considera que ‘en la medida en que uno va desarrollándose artísticamente en la carrera disminuye la atención por lo técnico… siempre que la orquesta responda, claro está. Yo estoy imbuido en un mundo que es música, lo que me trasmite la música es lo que hago. Mis gestos son la prolongación de mi voluntad musical. Lo mismo si me inspira un gesto grande, ampuloso, o si quiero soltar las dos manos y que la orquesta suene sola, sin que me necesite, porque lo pide la música… así funciona. Creo que esto es el resultado de un crecimiento artístico. Yo antes me creía que si no estaban claros mis movimientos todo estaba mal. Ahora estoy en una dimensión diferente, estoy más preocupado por dirigir la música que por hacer que los músicos toquen juntos. ”

‘¡Y eso de si quisiera venir con más frecuencia a dirigir! Pues ¡Cómo no! ¡Claro que sí! Siempre será grato. Yo quisiera, como ya dije, programarlo de una manera especial para poder hacerlo, pero es un gustazo. Cada vez que yo estoy en un escenario, en cualquier país del mundo, me encanta que esos triunfos los gocen también mis compatriotas. Este año, cuando hice el concierto Pavarotti y sus amigos, en el que participaron Bocelli, Sting y un numeroso grupo de luminarias, hubo prensa dominicana y ellos testimoniaron aquel acontecimiento. Esta es la sexta vez que participo en ese espectáculo, pero este fue muy especial por eso, porque hubo prensa de mi país y me encanta que mis triunfos se gocen también aquí, que mis compatriotas sientan que no trabajo solamente en función de lucir personalmente, sino en función además de un país, de una tierra a la cual me siento orgullosísimo de pertenecer.”

” El hecho de que yo, durante los últimos meses, haya dirigido a Andrea Bocelli, a Pavarotti y a José Carreras, tres de los tenores más importantes del mundo, no es un logro mío solamente, yo creo que eso trasciende, y quiero que esto se lo adjudiquen también los jóvenes de mi país. Quien alguna vez soñó grande, y soñó en cosas imposibles debe pensar que se pueden lograr, que esos sueños se pueden hacer realidad a través del trabajo. Yo quiero que estos logros en mi carrera sean un estímulo para los jóvenes dominicanos y que piensen que si José Molina pudo, ellos también pueden. Hace veinte años, ni siquiera en el más remoto de mis sueños me vi dirigiendo a José Carreras, y mucho menos en mi tierra. Dios me lo ha puesto ahí, y pienso que ha sido una combinación de generosidad del todo poderoso, y también de mucho trabajo, y mucha firmeza en lo que yo he querido hacer. Que se apliquen eso los niños que quieran estudiar música, porque si yo pude hacerlo, aquí hay muchos dominicanos que también pueden. Y para terminar quiero enfatizar que, claro que sí, cualquier invitación que se me haga para trabajar en mi país será siempre muy especial para mí, y con gusto, si lo coordinamos con tiempo, la voy a priorizar, así que ojalá poder volver pronto.”

El concierto de José Carreras en la Sala Eduardo Brito fue a casa llena y el público ovacionó a la estrella, aplaudió a quien fuera uno de los grandes tenores del siglo XX. Casi mil personas, puestas de pie, homenajearon los méritos artísticos, las glorias pasadas de un artista y le conminaron a regalar cinco canciones más: Core ‘ngrato, de Cardillo; Vierno, de Acampora; Aranjuez con tu amor, sobre un tema de Rodrigo; Granada, de Agustín Lara; y Torna Surriento, de Curtis. Casi mil personas, puestas de pie, también aplaudieron al impetuoso José Molina, al artista que trabajó con fuerza y certeza, y a una orquesta que rindió una de sus mejores faenas en lo que va de año.

FICHA DEL MUSEOJOSÉ ANTONIO MOLINA

 

José Antonio Molina nació en Santo Domingo en 1960. Estudió piano en el Conservatorio Nacional de Música. En 1980 se trasladó a Nueva York, donde hizo licenciatura y maestría en el Manhattan School of Music, al tiempo que estudiaba dirección orquestal y composición en la Julliard School of Music.

Debutó como Director de Orquesta al frente de la Orquesta Sinfónica de Maracaibo en Venezuela. Se ha presentado como Director invitado en Puerto Rico, El Salvador, México, Cuba, España, Inglaterra Francia, Italia y China.

En 1990 fue uno de los tres finalistas de la competencia más importante para directores de orquesta en Estados Unidos, la Exxon Endowment for Conductors, siendo seleccionado entre más de cien directores de todo el mundod.

Es el primer dominicano nombrado director titular de una orquesta en Estados Unidos, la Greater Palm Beach Symphony Orchestra. En ese mismo año debutó en Kravis Center, la sala de concierto más importante de esa ciudad, dirigiendo un concierto con la mezzo soprano Marilyn Horne, junto a la Orquesta de la Opera de Palm Beach.

En 1995 dirigió a Gloria Estefan en el Vaticano con motivo del 50 aniversario de la ordenación como sacerdote del Papa Juan Pablo II. Desde 1996 Molina ha sido director y principal arreglista del concierto Pavarotti and Friends compartiendo el escenario con Elton John, Stevie Wonder, Liza Minneli, Celine Dion, Eric Clapton, Natalie Cole, Sheryl Crow, Vanessa Williams, Joan Osborn, Tom Jones, Barry White, Mariah Carey, Ricky Martin, Georges Michels, Andrea Bocelli, José Carreras, Placido Domingo y Sting, entre otros.

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Chantal Maillard

April 5, 2019 By dillon Leave a Comment

 

CHANTAL MAILLARD

THE POLE SUBLIME OF THE REAL

FERNANDO UREÑA RIB

 

Out of finding you. I was not looking for you and yet I just found you. Or maybe yes, I was looking for you … obscurely, as you seek in the jungle a healing root or you chase there the smell of a persistent vine or the song of a sleeping bird; or the touch of a thorn that suddenly changes your existence because you start to bleed somewhere in the memory and start forgetting to build everything as a face of new clay, made to your inner image and likeness.

I do not know if you will respond. No matter. The scratch does not hurt more than there, in those tender words, tense, bright and sharp with which you say and hide what you know and what I know too, because now I am entangled in that persistent climber that grows and envelopes me with its smell and its lianas, and the song of the sleeping bird awakens slowly my senses lethargic and dazed by so much sudden light, before so much discovery of the being that I am not and that I crave. And I remember my silences, that word that I kept silent and that still shakes my lips.

Yes. Some time ago I was looking for you, now I remember. You were then a girl with short hair and light eyes lost in the city. You would come from the Baños del Carmen, or from El Palo. You would go to Torremolinos. I do not know well. You got on a bus downtown. And I could not help but follow you and sit next to you. You read a manuscript poem on a blue page and you suddenly looked up when you sensed mine. I smiled at you, but we did not speak to each other and yet little by little you threw yourself on my side and closed your eyes with a deep sigh while the blazing sun split the day into two halves without shadows. I remember the warm muteness of that silence. Only that. Today my pulse trembles because I have in my hands that blue poem that you left lost in the bus,

 

FERNANDO UREÑA RIB  

 

POEMS OF CHANTAL MAILLARD

HEME HERE ROOT … 

Here I am root,
sap of ascending impulses,
mother still,
possible always,
anticipated gestation
of an intrusive future,
intrusive of a present
that rejects
the value of being born
again.
Here I am, nailing
my
sap eyes imprisoned
in the empty trunks of the trees
dead,
here I am believing,
wanting to believe
in the imposture of the ruins,
in the candor of disaster,
the value of the opaque,
the warmth of the smoke in the embers.
Here I am,
here
I am, I dare
to believe in the ruins.

I dare to believe in the ruins!

From “Spells” 2001

 



INTERMEDIATE 

Between one image of you
and another image of you,
the world is stopped.
In suspense. And my life
is that bird stuck to the
high voltage cable ,
after the discharge.

From “Fuzzy logic” 2002


THE OTHER SHORE 

One day, when the air weighs like thirsty earth on the naked bodies, it
may be the voice of that pilgrim who fell silent or the water that,
drop by drop, slips down his chest. He was never on the other side because he knows
that there the gods sleep in the dust. And he knows that when a man accidentally
falls asleep on the other side – that place that always held his gaze –
they wake up and contemplate on him. If that man, then, wakes up,
he becomes a mirror and bursts with the sun.

From “The Other Shore” 1990

 



I HAVE LIVED IN A LONG TIME … 

I’ve been lying
on the shore for a long time . My breasts
are hills covered with dry leaf.
I raise my head and look
at myself : on my thighs the hair about to be hair,
I sit up: the grass about to be grass,
I take a step and awake to the water
about to be water,
a black bird is scared about to be a bird about
to be black …
A glow blinds me:
the forest contemplates me, about to be a forest,
about to be yours.

From “Hainuwele” 1990


YOU WILL NOT PUT NAME TO THE FIRE 

You will not measure the flame
with words dictated by the tribe, you will
not name the fire, you will
not measure its reach.
All the flames are the same fire.
My body is a torch that illuminates the terrors
that reason constitutes in its darkness.
You have to look at the body, deep inside,
touch the fiery center, open it and spread
the joy of lava.
It does not matter which hips,
in which chest it slides,
it does not matter the stature, the sex or the matter
because we all walk on the same pyre.
You will not measure the flame with words that cover up
the old feelings of men.

From “Spells” 2001



BUT NEVERTHELESS…

However,
however,
however … I do not
trust myself. Nothing is
permanent. Less
is the word. This
either,
this either,
this either. I do not trust,
do not trust who
says, who
speaks, what is
said, what you say,
what I say,
do not trust me,
I do not trust you.
Lucidity is a spark, a
state of consciousness
in the multiple rooms
of consciousness or that make
consciousness, the rooms
that are extended, prolonged, are
continued, and that
consciousness is called
continuity.
I do not trust, do not
trust the rooms,
they narrow,
they shorten,
they invade,
disappear,
the lucidity is an instant
between rooms,
windows in the monad that
if it remains under
the light of the focus becomes stay,
also it, and suffers
the same convulsions.
However,
however,
however … what
I sense now
will be erased tomorrow,
then,
now,
just think,
conscience: stay. We catch
the sensation that invades the entrails,
very down,
very
deep , very homogeneous, we catch it
and we do that: “sensation”,
we name it, we
describe it … we lose it. It’s
not her anymore, it’s not that anymore, it’s not anymore.
It is still there but
it is not what I say,
it is hardly,
it is not what you hear,
is not that, do not
you Trust ye,
do not trust me,
I do not trust. 

Again the afternoon falls,
the light diminishes.
The colors of autumn come from the west,
said the Chinese poet.
The world is in me.
I will not leave.
I welcome all the colors,
summer within my autumn,
because I know there is
no end, that there will be no end.
Everything begins and ends in me.
I am the infinite project of myself
above me
I fly over.

From “Fuzzy logic” 2002


AXIS MUNDI 

descend
descended to the body and see
the worm of my spirit
lodged in my belly.
I climb, spiral up
to the engine of the world
fleeing
from the dizziness
of the evil of being alone
so alone in the viscera
I rise to the beat
I stay
in your arrhythmia and discover
my worm face
adhered to the valves
and ascend
I continue ascending in search
of a reason that gave
meaning to my existence
I slip in the trachea
blocking the words I
ascend
slip. There is a
viscous water behind my eyes I
slip and I get
images of a world that is
barely hinted at,
and when I reach
the dome I find
that its smooth,
transparent, empty walls
have the texture
fleshy from my belly.
I have descended to the spirit
I have gone up to instinct.
The same worm tenses
the shaft that keeps
my waist upright.
The name that I put
now will be yours
but his name is the one
of those that I have loved
of those that I will love
is all and none
the axis that keeps
my waist upright
prevents me from you
it creates you to me
and assumes the challenge
of being many
to be so many
that it gives the impression
that my spirit will not fit
inside this body
that this body will not fit
inside my spirit,
that’s why I die a little
every time I name you
and without even mentioning you I can hardly
define myself.
My belly is the one who pronounces
the secret syllables
that are inscribed above
in the dome.
My existence is a sign
of a fire
that burns eternally
in itself.

From “Fuzzy logic” 2002


 


I WANTED EVER A POET LOVED ME … 

I ever wished that a poet would love me ·

Now his poems hurt in my body,
something of me that in him is recognized until breaking the image
of everything that was.
Now I want him to love me so much that he stopped loving me
and his words were snow
that the June sun melted between my breasts,
where his breath insists on silencing
this ancient sadness that always accompanies me.

From “Seeds for a body” 1988

 


I WALKED THROUGH THE BACK OF YOUR HAND, TRUSTED … I 

walked on the back of your hand, confident,
like someone walking in the hills
sure that the wind exists,
that the earth is firm,
the eternal repetition of things.
But suddenly the universe trembled:
you put your hand to your lips
and yawning you opened the night
like a warm grotto.

You woke up ten thousand years
and the fire burned impatiently in your mouth.

From “Hainuwele” 1990

 

 

CHANTAL MAILLARD

 

Biography 

Daughter of Belgian parents, was born in Brussels in 1951, nationalized Spanish from the age of 17 years. She is PhD in Pure Philosophy and professor of Aesthetics and Theory of Arts in the Philosophy Department of the University of Malaga, where she teaches since 1990. He lived for a year in Benares, India, at whose university he specialized in Indian Philosophy and Religion.

He has collaborated with critics of philosophy, aesthetics and oriental thought in the Cultural Supplement of the newspapers Abc and El País. As a poet he has published, among others, «Seeds for a body» 1987, Leonor Prize for poetry, «Hainuwele» 1990, Ricardo Molina Prize, «The Other Shore» 1990, «Poems to my death» 1994, Santa Cruz de La Prize Palma, «Conjuros» 2001, «Fuzzy Logic» 2002 and «Killing Plato» 2004, National Literature Prize.

He has cultivated poetic prose in «Philosophy in critical days», «Diaries 1996-1998»
and «Benares». His essays include the titles “Creation by metaphor” 1992, “The perfect crime”, “Approach to Indian aesthetics” 1993, “Confucianism, Taoism and Buddhism” 1995 and “The aesthetic reason” 1999.

 

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Hello world!

April 1, 2019 By dillon Leave a Comment

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