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Artists

Raquel Paiewonsky

April 15, 2019 By dillon Leave a Comment

ARTE CONTEMPORÁNEO DEL CARIBE

RAQUEL PAIEWONSKY

FERNANDO UREÑA RIB

   


El Caribe plantea su propia estética, su manera particular y única de ver la vida y el entorno. Las obras de Raquel Paiewonsky reflejan esa inquietud e inducen a la espectador a reflexionar sobre su propia condición humana. En este orden, Raquel pone entre dicho nuestra concepción tradicional de las cosas, incluyendo la propia anatomía humana. Se trata de una obra bien estructurada, visualmente innovadora y técnicamente impecable.

Sus recursos plásticos no se limitan a un sólo tipo de materia, sino que ella expande su universo creativo indagando las posibilidades expresivas de una gran diversidad de materiales y medios: El vidrio, el plástico, la goma, las placas radiográficas, el agua tintada y otros muchos elementos se integran a su obra con singular fuerza expresiva.

La comunicación de estos objetos es poderosa y el mensaje puede ser percibido con facilidad y sin interferencias conceptuales, debido a que yace en la composición misma del objeto, en la transformación que sufre bajo la mano de la artista y en la incuestionable precisión de sus elementos simbólicos.

FERNANDO UREÑA RIB


‘‘Levitando: a un sólo pie’’. Cera y nylon.


‘‘Los pies son una parte de nuestro cuerpo extremadamente compleja. Este proyecto surgió hace un par de años y a su ritmo se ha ido desarrollando… Estos pies de cera atrapados por el nylon y suspendidos en el espacio quieren llegar abajo, quieren tocar la tierra pero aún no llegan, cuando lo hagan habitarán otro universo; mientras tanto, se regocijan en su levitación’’. Raquel Paiewonsky


RAQUEL PAIEWONKSY

Nace en Puerto Plata, República Dominicana. Vive y trabaja en Santo Domingo, República Dominicana

EXPOSICIONES

2003 V Bienal del caribe Museo de arte moderno, Santo Domingo

2003 VIII Bienal De La Habana La Habana Cuba

2003 XXII Bienal Nacional de Artes Visuales –Museo de arte moderno , Santo Domingo, República Dominicana. (Premio por instalación.)

2003 Muestra 2 Feria de arte contemporáneo – Galería Lyle O. Reitzel Arte Contemporáneo. Ciudad México, México

2003 Orden del día Museo de arte Moderno-Santo Domingo, República Dominicana

2003 Currents, Art Miami 2003, Galería Lyle O. Reitzel Arte Contemporáneo. Miami Beach Convention Center, Miami, FL

2002 El cuerpo del delito Museo de arte Moderno – Santo Domingo, República Dominicana

2002 Esplanade, visual art fair – Singapur

2002 Gota a gota , exposición sexto aniversario, Lyle O. Reitzel, Arte Contemporaneo. – Santo Domingo, República Dominicana

2002 Feria Iberoamericana de Arte FIA, Salón CANTV Jóvenes con FIA 2002, Caracas, Venezuela

2002 Nada que Ver , Centro Cultural Hispánico – Santo Domingo, República Dominicana

2002 ARCO 2002, Cutting edge – Galería Lyle O. Reitzel Arte Contemporáneo

2002 El Ojo del Amo , fotografía contemporánea dominicana, Centro Cultural del ICAIC – Habana, Cuba

2001 Vestial , Capilla de los remedios (IV Bienal del Caribe) – Santo Domingo, República Dominicana (solo)

1999 Sub-cutánea, Lyle O. Reitzel, Arte Contemporaneo. – Santo Domingo, República Dominicana (solo)

1997 La Resurrección de los Párpados, Lyle O. Reitzel, Arte Contemporaneo. – Santo Domingo, República Dominicana (solo)

1997 Kelly Glass Studio & Gallery, Nueva York (solo)

1996 A Conversation, Hunter College, Nueva York (solo)

1995 Museo de Arte Moderno – Obras recientes: Santo Domingo, República Dominicana (solo)

1992 Galería de Arte Nouveau, Santo Domingo, República Dominicana (solo)

PREMIOS

Premio por instalación XXII Bienal Nacional de Artes Visuales, 2003

Premio por instalación XX Bienal Nacional de Artes Visuales. Parsons School of Design, 1990, 1991 – 1993

Bluhdorn Award 1991 – 1993

Permanent Collection

Museo de Arte Dominicano, Puerto Plata, República Dominicana

Fragments of Illusions – Peter Madero Gallery, Nueva York

Soul in C Minor, Bienal de soho – 450 Broadway, SoHo, Nueva York

Imaginary Beings – Performance Grupal, Exit Art, Nueva York

Dominican Women in Arts and Literature, Barnard College, Nueva York

Currents” an exposition, Bienal de soho – The Eight Floor, Nueva York

Mujer y Arte Dominicano Hoy, Casa de Bastidas, Santo Domingo, República Dominicana

Salón de Arte y Arquitectura, Zona Colonial, Santo Domingo, República Dominicana

The Ancient and Unexpected, Altos de Chavón, República Dominicana

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Camila Henriquez Urena

April 15, 2019 By dillon Leave a Comment

CAMILA HENRÍQUEZ UREÑA

MAESTRA DE LA CULTURA LATINOAMERICANA

MERCEDES SANTOS MORAY

ANA MARÍA PORTUGAL

La figura señera de Camila Henríquez Ureña vuelve a ser recordada en Santo Domingo con la publicación de sus obras completas, gracias a un auspicio del Banco de Reservas de la República Dominicana. Ofrecemos a nuestros lectores estos textos de la Revista Mujeres Cubanas, escritos por Mercedes Santos Moray y Ana María Portugal sobre la vida y obra de Camila.

Fernando Ureña Rib


Al día siguiente del asalto al Palacio de la Moneda, en Santiago de Chile, hace también tres décadas, fallecía en la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana la última de los Henríquez Ureña, Camila, quien había nacido en aquella tierra hermosa, en 1894, y que al retornar, de visita, tras una operación de sus ojos, dejaba de existir, aunque en verdad ella jamás nos ha abandonado.

Como su padre, don Francisco, quien fuera presidente de aquella hermana república, y sus hermanos, los eminentes filólogos latinoamericanos Pedro y Max Henríquez Ureña, llegó para instalarse en la más caribeña de las ciudades cubanas, Santiago de Cuba, donde emergió como adolescente y joven, y a la que siempre solía retornar, en sus vacaciones, cuando cesaban las labores académicas de la Universidad de La Habana, donde la conocí, como mi maestra y mentora a fines de los años sesenta.

Camila había regresado a Cuba, precisamente, en esa década, luego del triunfo de la Revolución que le abrió el sendero de la docencia universitaria, la cual no había transitado en nuestro país antes, aunque sí la ejerciera en los Estados Unidos, de donde llegaba, en la madurez de una ancianidad colmada de lucidez, para sumar su genio e ingenio a la obra de transformar la sociedad cubana para que, también, las mujeres pudiesen arribar a la cultura.

Ella misma, en una de sus conferencias, ofrecidas en la Sociedad Lyceum, como propaganda del Congreso Nacional Femenino, del que fue una de sus más activas promotoras, había afirmado que “Antes que la mujer cubana pisara con frecuencia habitual las aulas universitarias, subiera a las cátedras y desempeñara los más altos ministerios en todos los órdenes profesionales, Cuba produjo varias extraordinarias capacidades femeninas, como –por no citar más de dos- Gertrudis Gómez de Avellaneda en el campo de las letras y María Luisa Dolz en el campo del magisterio.”

Camila era un ejemplo de esas mujeres de vanguardia que desmentían la incapacidad de las mujeres, y validaban su talento e inteligencia con decoro.

Sin embargo, y muy bien lo sabía ella –como lo expuso en sus charlas ofrecidas en 1939- que la cultura, como la sociedad, eran espacios limitados para la mujer, reducida todavía al mundo privado del hogar, o sometida a la manipulación del placer del valor por la vía de la prostitución.

Las notables individualidades que aparecieron en la cultura cubana, desde el siglo XIX, y también en las primeras décadas del XX, -Camila Henríquez Ureña era una muestra palpable de tal manifestación- se reducían a acciones que, por su número, no podían representar a todas las cubanas que no podían, como solía afirmarlo nuestra querida maestra, “desarrollar su propia personalidad”.

El dramático ejemplo de la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz latía, como un llamado, en medio de aquel movimiento feminista cubano que compartiría, con los hombres, en un sentido de equidad, la batalla por transformar la sociedad, en pos de la justicia y de la democracia, desde los años treinta de la pasada centuria.

“El verdadero movimiento cultural femenino empieza cuando las excepciones dejan de serlo.” Sus palabras hoy pueden parecer proféticas. Y es que Camila Henríquez Ureña, cuando tomó la decisión de abandonar su favorecida situación económica en el Vassar Collage, e incorporarse al proceso revolucionario, en la gestación de una nueva pedagogía, su obra sería precisamente la de forjar, en las aulas universitarias, a esa pléyade que hoy se expande por todos los registros y horizontes de la cultura en Cuba, y que fueron sus alumnas.

“El ser humano femenino empieza a existir ahora”, decía en 1939, en vísperas de aquel congreso de mujeres intrépidas, mal entendidas y valientes, y ese ser, el suyo que también es el nuestro, se valida en diversos campos con la energía de las mujeres, en el trabajo profesional, como obreras calificadas, técnicas e intelectuales, forjadas al calor de su ejemplo.

Cuando se organizaron aquellos primeros trabajos sociales, que desbordaban cualquier idea de extensión universitaria, y que permitieron a los jóvenes y a las muchachas, en compañía de sus maestros y maestras, recorrer la Isla, vimos a Camila presta a ofrecer sus charlas de arte, de literatura, de cultura en general, armada de la nobleza de su corazón, incorporada sobre la noble estructura de sus años.

Porque Camila tuvo una rara virtud, y lo puedo atestiguar, cuando falleció ya contaba con 77 años de edad, y era, sin embargo, más joven y osada que muchos de nosotros y de nosotras.

Ella era el primer estímulo y acicate para nuestras mentes, el impulso vital para la creación, la maestra que trascendía la erudición académica y el aula para traducirse en tutora de nuestras obras, en esa especie de “madre espiritual” que todos reclamamos muchas veces, con verdadera acritud, a nuestras progenitoras.

Camila, que no había tenido hijos de su sangre, sin embargo conocía del placer del amor maternal al verse colmada del afecto de la juventud que reconocía, en aquella mujer alta, espigada, de nobles y finas maneras, carácter decidido y firme, voz melodiosa y risa contagiosa, a una persona cuyas palabras se podían escuchar sin rubor, porque nacían no sólo de la experiencia ni de la lectura de los libros, en varias lenguas, sino del sentimiento y del amor.

En 1970, tres años antes del deceso de Camila, me llamó la profesora Isabel Monal, hoy Premio Nacional de Ciencias Sociales, y entonces coordinadora del grupo de investigaciones latinoamericanas y caribeñas de la Facultad de Humanidades, para que junto a Mariana Serra, estudiante como yo del cuarto curso de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas, nos reuniéramos con Camila para iniciar los estudios de los lazos que unían a las tres islas hispanohablantes de las Antillas: Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba.

Entonces fue cuando comencé a dedicarme a la investigación de la cultura dominicana, tutoriada por Camila, que luego devino mi tesis de grado, y empezamos las tres, dos alumnas y una profesora emérita, a trabajar más tarde en las Obras completas de Eugenio María de Hostos, el mismo que fue maestro de su progenitora, la poetisa Salomé Ureña: “En tiempos de mi madre, cuando ésta fundó la primera escuela secundaria para mujeres en su país, en colaboración del sabio maestro Eugenio María de Hostos, fue duramente censurada por querer “sacar a la mujer del seno protector del hogar”… y de la ignorancia que le era impuesta como una virtud inherente a su sexo.”

Hoy, cuando volvemos a Camila, para recordarla en el aniversario de su fallecimiento, el 12 de septiembre de 1973, releemos sus textos, y la vemos reír de placer en el aula y luego, socarronamente, bromear con nosotros que aspirábamos a leer aquella excelente “traducción” del Infierno, del Dante que ella nos acababa de leer, aunque sólo había hecho una traducción simultánea, para nosotros, del italiano medieval mientras nos acercaba al genio florentino.

Así era Camila, la amiga entrañable de don Pedro Salinas, el gran poeta español, la colega en la docencia, en los Estados Unidos, de Tomás Navarro Tomás, la fraternal y gentil compañera de otro genio, el del Albert Einstein cuya foto, dedicada, atesoraba siempre, donde se le veía no ante su teoría de la relatividad, sino con el violín en las manos y la mirada perdida, la maestra que nos sembró el amor a la cultura y la responsabilidad ante la vida, la que quiso que todas nosotras fuésemos como ella, mujeres libres e inteligentes, con independencia económica, y criterio propio, la amiga y compañera del hombre y no su sierva ni su esclava.

CAMILA, CARIBEÑA PROFÉTICA

Por Ana María Portugal

Camila Henríquez Ureña nació en República Dominicana el 9 de abril de 1894 y a la edad de nueve años se trasladó con su familia a Cuba, donde en 1926 adoptó la ciudadanía cubana. Camila provenía de una estirpe familiar de literatos, pensadores y educadores.

Su madre, Salomé Ureña, fue una notable precursora de la educación femenina en República Dominicana. Como fundadora de la enseñanza superior de la mujer en ese país, Salomé Ureña trabajó al lado del puertorriqueño Eugenio María de Hostos en la reforma de la enseñanza que permitió más tarde, y a iniciativa de ambos, la fundación de las Escuelas Normales, y asumiendo la dirección de la Escuela Normal de Maestras.

Aunque Salomé Ureña murió en 1898, cuando Camila tenía cuatro años, los recuerdos que guardaba de ella provenían de los relatos que le hacía su hermano Pedro, quien, por ser diez años mayor, se benefició de la influencia formativa de esa madre que hablaba fluidamente varios idiomas y que lo incitaba al hábito de la lectura.

Porque la casa de los Henríquez Ureña era una “casa de estudio”, según la propia Camila, donde “toda la familia se dedicó siempre a estudiar”. Si sus hermanos mayores, como Max y Pedro, pudieron estudiar en los Estados Unidos a fines del siglo antepasado, a Camila le pareció normal seguir la misma senda.

Es cierto que por ser mujer no tuvo la misma notoriedad de Pedro, por ejemplo, cuya obra y actuación están ligadas tanto a la historia de la Generación del 98 español, de cuyas fuentes fue tributario, como a la de los nuevos movimientos literarios de las primeras décadas del siglo XX en México, con Alfonso Reyes a la cabeza, de quien fue compañero y amigo.

Indudablemente, el ambiente intelectual y la libertad de ideas que rodeó la vida de Camila Henríquez Ureña fue decisiva en su formación de conciencia como mujer.

En 1932, luego de ejercer por varios años la docencia en Santiago de Cuba, se va a París para seguir estudios en la Sorbona. Al volver a Cuba, fija su residencia en La Habana y es elegida para presidir la Sociedad Femenina Lyceum siendo, además, fundadora de la institución Hispano Cubana de Cultura.

Esos años son decisivos en su permanente preocupación por el papel de la mujer en la cultura y en la creación. Precisamente sus ensayos sobre la presencia femenina en el romanticismo y en sus estudios dedicados a la poesía de mujeres, como el caso de Delmira Agustín, se orientan a este propósito.

Una notable contribución

La primera prueba de capacidad cultural que puede dar una mujer es la seriedad ante el trabajo y ante la vida. Tales palabras, pronunciadas por Camila en marzo de 1939, en el acto de propaganda del Congreso Nacional Femenino, en la sociedad Lyceum, que también presidió, son el reflejo de su actitud cívica y de su autoestima.

Sus conocimientos sobre los clásicos griegos y latinos, la literatura medieval y la antropología la condujeron a producir un notable ensayo sobre la situación de la mujer a lo largo de la historia. “Feminismo” será una de sus más importantes contribuciones al pensamiento feminista contemporáneo.

Camila lo presentó durante una conferencia ofrecida el 25 de julio de 1939 en la Institución Hispano-Cubana de Cultura de La Habana. No conocemos las reacciones que provocó esta conferencia, ni la influencia que tuvo en el incipiente movimiento post-sufragio de esos años.

La historia del feminismo –escribió en ese libro– no es sino el lado femenino de esa cuestión eterna (la pugna entre las dos mitades de la humanidad), y por tanto es la historia de una lucha entre partes muy desiguales, porque, como quiera que consideremos el problema, tenemos que partir del hecho incontrovertible de que la mitad femenina del mundo se ha encontrado siempre en condiciones de inferioridad respecto de la mitad masculina…

Para su tiempo, las ideas de Camila resultaron “agresivas”, pero su fama como educadora y filósofa, amén de sus títulos académicos adquiridos en universidades estadounidenses, donde ejerció diversas cátedras desde 1916, la puso a salvo del ostracismo.

A un riguroso y penetrante análisis sobre los orígenes del patriarcado, unió una notable comprensión sobre instituciones como el matrimonio y la familia, y su influencia en la opresión de las mujeres. En particular, son interesantes sus juicios sobre la maternidad. A partir de 1941, Camila Henríquez viaja constantemente por América Latina y los Estados Unidos como conferencista en universidades y centros culturales. Visita Panamá, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y México.

En 1942 obtiene una Cátedra en Vassar College (EEUU) donde permanece por 17 años. En 1948, aprovechando su año sabático, se traslada a México para trabajar en el Fondo de Cultura Económica. En el decenio de 1950 viaja por España, Francia e Italia.

Cuando tomó la decisión de abandonar su favorecida situación económica en el Vassar Collage, e incorporarse al proceso revolucionario cubano en 1960, en la gestación de una nueva pedagogía, su labor sería precisamente la de forjar, en las aulas de la Universidad de La Habana y en Ciudad Libertad, a una generación que marcaría el devenir cultural de Cuba.

Desarrolló la docencia hasta su muerte, ocurrida el 12 de septiembre de 1973 a los 79 años. Tres años antes la Universidad de La Habana le había conferido el título de Profesora Emérita.

En 1992, el narrador y ensayista dominicano Andrés L. Mateo (Santo Domingo, 1946) escribió un ensayo titulado Camila Henríquez Ureña: la virtud del anonimato. Y en 1993, la Casa de las Américas convocó al “Premio Extraordinario de de Ensayos sobre Estudios de la Mujer”, para conmemorar, en 1994, el centenario del natalicio de Camila.

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Salome Urena

April 15, 2019 By dillon Leave a Comment

HORAS DE ANGUSTIA

SALOMÉ UREÑA

FERNANDO UREÑA RIB

LA IMAGEN POÉTICA DE SALOMÉ UREÑAEn el proceso de elección de la palabra poética, Salomé Ureña prefiere aquellas que llevan en sí ese torrente de imágenes, táctiles, tangibles, sensibles que navegando sobre el fluir de una rima serena se expanden en la imaginación del lector y le transportan sutilmente a otros parajes, los del sentimiento más hondo y puro que puede encontrarse en toda la poesía dominicana.

Su sentimiento se hace nuestro. La convicción es tal que su dolor nos aqueja con igual tortura o su placer o su inocencia se aferran con similar fervor en el lector apasionado.

La imagen poética de Salomé Ureña alcanza, pues, esos estadios interiores que padece toda mujer y que ella los sublimiza de tal modo y con altura tal, que de pronto nos sentimos ser como sus hijos, o su amado. Tal respuesta a la lectura de un poema no es usual. El poeta tiende a tomar una distancia, describe, señala, indica. Salomé Ureña canta para sí misma, en silencio, y ese rumor intenso se desborda en la palabra poética.

Fernando Ureña Rib

 

HORAS DE ANGUSTIA

(En la enfermedad de mi segundo hijo)

Sin brillo la mirada,
bañado el rostro en palidez de muerte,
casi extinta la vida, casi inerte,
te miró con pavor el alma mía
cuando a otros brazos entregué, aterrada,
tu cuerpo que la fiebre consumía.

En ruego entonces sobre el suelo frío,
y de angustia y dolor desfalleciente,
aguardé de rodillas ¡oh, hijo mío!
que descendiese el celestial rocío,
el agua bautismal, sobre tu frente.

Después, en mi regazo
volví a tomarte, sin concierto, loca,
de cabezal sirviéndote mi brazo,
mientras en fuego vivo
se escapaba el aliento de tu boca;
y allí cerca, con treguas de momentos,
el hombre de la ciencia, pensativo,
espiaba de tu ser los movimientos.

Pasaron intranquilas
horas solemnes de esperanza y duda ;
latiendo el pecho con violencia ruda,
erraban mis pupilas
de uno en otro semblante, sin sosiego,
con delirio cercano a la demencia;
y entre el temor y el ruego
juzgaba, de mi duelo en los enojos,
escrita tu sentencia
hallar de los amigos en los ojos.

¡Oh, terrible ansiedad! ¡Dolor supremo
que nunca a describir alcanzaría!
Al cabo, de esa angustia en el extremo,
reanimando mi pecho en agonía,
con voz sin nombre ahora
que a pintar su expresión habrá que cuadre,
¡salvo! -dijo la ciencia triunfadora
¡salvo! -gritó mi corazón de madre.

¡Salvo, gran Dios! El hijo de mi vida,
tras largo padecer, de angustia lleno,
vástago tierno a quien la luz convida,
salud respira en el materno seno.

Hermoso cual tus ángeles, sonríe
de mi llamado al cariñoso arrullo,
y el alma contemplándole se engríe
de amor feliz y de inocente orgullo.

Por eso la mirada
convierto al cielo, de mi bien testigo,
y, de santa emoción arrebatada,
tu nombre ensalzo y tu poder bendigo.

 


SALOMÉ UREÑA DE HENRÍQUEZ
(1850 – 1897)
 

Nació en Santo Domingo. Fue poeta y pedagoga. Todavía se le considera como la figura central de la poesía lírica dominicana de mediados del siglo XIX y también innovadora de la educación femenina en su país.

Fue hija del también escritor y preceptor Nicolás Ureña de Mendoza. Sus primeras lecciones las tomó de su madre Gregoria Díaz. Más tarde su padre la llevó de la mano en la lectura de los clásicos, tanto españoles como franceses. Debido a ello, la joven Salomé alcanzó una educación y formación intelectual y literaria que ayudaría a codearse con el mundo literario de su país a los quince años. Se casó con el escritor, médico y abogado Francisco Henríquez y Carvajal.

A los 20 años casó con Don Francisco Henríquez y Carvajal. Les nacieron cuatro hijos: Francisco, Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña. Su tercer hijo, Max, llegaría a ser una de las lumbreras humanísticas más destacadas de la América Hispana en el siglo XX.

Alentada por su esposo, en 1881 instituyó en la Isla el primer centro femenino de enseñanza superior, nombrado Instituto de Señoritas. A los cinco años de su iniciación, se diplomaron las primeras seis maestras normales.

Publicó sus primeros poemas a la edad de 17 años. Su estilo nítido y espontáneo se manifiesta muchas veces lleno de ternura, como ocurre en El Ave y el Nido, en otras se vuelve trágico, como En horas de angustia y otras veces su verso se torna viril y patriótico como en A la Patria y en Ruinas. La poetisa cantó a su patria, a su panorama hermoso, a sus hijos, a su esposo, a las flores, a la isla misma, como ocurre en La llegada del invierno.

Murió relativamente joven a la edad de 47 años, debido a la tuberculosis.

 

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Casa Tradicional Dominicana

April 15, 2019 By dillon Leave a Comment

UN HOMENAJE DISTINTO Y PLURAL A LA

CASA TRADICIONAL DOMINICANA

MARIANNE DE TOLENTINO

La iniciativa de Verónica Sención tiene una extraordinaria importancia. No solamente es una idea creativa que asocia la pintura a la arquitectura vernácula en una forma inesperada, sino que puede alcanzar consecuencias que su misma autora no vislumbraba. La incansable animadora cultural solicitó a artistas dominicanos señalar cuales colores ellos aconsejaban para que casas tradicionales, escogidas por distintos motivos, recobrasen el frescor y una belleza a la cual aparentemente habían renunciado. Así se hizo exitosamente, y las viviendas, repintadas, hoy lucen una cara nueva.

Más allá de sus consejos, que se respetaron y se concretaron a la perfección, los pintores debían plasmar “sus” casas respectivas, una vez remozadas. No sería la mera transferencia de un modelo, sino una interpretación personal según sus propios estilos. Luego, las obras pasarían a otra expresión artística, la serigrafía, permitiendo multiplicar una colección única… Además un calendario, reproduciendo los originales, las difundirá ampliamente. Todo esto también se ha logrado.

El proyecto ha triunfado gracias a una cooperación plural. Pinturas Tropical actuó como mecenas, asumiendo la pintura y cualquier acondicionamiento adicional, así como tomó a su cargo los demás aspectos del proyecto. La Oficina del Patrimonio Cultural comunicó informaciones y autorizaciones necesarias. Los actuales ocupantes –instituciones o particulares- de las casas dieron su acuerdo. Intelectuales, arquitectos e ingenieros, fueron otros contactos indispensables. Y por supuesto hubo la respuesta de los artistas, que trabajaron con entusiasmo y puntualidad. Tampoco olvidaremos mencionar al “pintor de brocha gorda”, de consumado oficio y respetuosa ejecución de las propuestas.

Consideramos esa labor y atención mancomunada, un ejemplo a seguir. A menudo, lamentamos el individualismo del medio cultural y artístico especialmente. Si hay una motivación certera y una coordinación eficiente, la indiferencia se sustituye por la voluntad conjunta y los mejores resultados, Este homenaje al arte y a la casa tradicional dominicana es fehaciente de nuestra afirmación.

Una selección encomiable

Ahora bien, quisiéramos subrayar un aspecto fundamental más, que tal vez no se había tomado en cuenta: es el rescate y protección de la arquitectura vernácula nacional. Desde hace décadas, se ha ido emprendiendo una tarea compleja y encomiable, de preservación y restauración de las edificaciones coloniales, impidiendo su destrucción y transformaciones lesivas para su identidad. Sin embargo no ha sucedido lo mismo para la arquitectura doméstica, posterior a la Independencia, especialmente para construcciones del siglo XX y las casas más humildes. El triste deterioro de Gazcue en Santo Domingo y la desaparición sigilosa de viejas casonas en Santiago atestiguan esa desatención a la arquitectura criolla, si no posee una nobleza plurisecular.

Las casas seleccionadas por el presente proyecto ofrecen un amplio abanico de fechas de construcción y clases de hábitat, desde mansiones históricas y derivadas de la arquitectura hispánica –que suelen formar parte de las edificaciones “salvadas”- hasta viviendas simplemente viejas y/o costosas de reparar para sus actuales propietarios. Pueden encubrir remodelaciones sucesivas, y una vivienda es aun de diseño reciente. Sus inquilinos o propietarios muestran igualmente una singular diversidad, a pesar de que, entre las destinaciones de las residencias, predomina casi exclusivamente la función de museo o de centro cultural.

Estas casas ya son privilegiadas y en principio su porvenir está asegurado. Pero… cuántas similares no están amenazadas de desaparición, semi derruidas, o pésimamente mantenidas por carencia de medios. El hecho de que doce edificaciones escapen a una suerte impredecible, puede contribuir a crear o mejorar la conciencia, tanto en el sector privado como en el sector público. Las utopías se permiten… y con una cruzada de salvación de la casa tradicional dominicana se declararía la bienvenida.

Hay para ello una razón primordial, la de conservar un estilo, una impronta, un carácter, en el hábitat local, siempre que sea posible. Cada una de las casas se destaca por su identidad dominicana y caribeña, signos y símbolos relacionados con factores climáticos y geográficos, que volvemos a encontrar con deleite en las islas de la región.

Si los materiales difieren, tanto para los techos –cubiertas de zinc, tejas, o platos de concreto- como para los muros – madera, bloques, ladrillos, pañetes rústicos u hormigón- y los pisos – tabloncillos, cemento, mosaicos-, si algunas se distinguen por detalles y adornos, tipo “gingerbread”, frisos, fantasías geométricas, balcones y balaustres, si las dimensiones varían, todas reflejan un espacio de vida, un lugar que invita al reposo y a la intimidad…

Las más antiguas constan de patios interiores, esenciales para la ventilación, el resguardo y una atmósfera propia. Las construcciones republicanas y posteriores gustan de una galería, elemento de transición entre la calle y el espacio privado, para ver, charlar y “coger fresco”. Imponentes, modestas o humildes, independientemente de sus edades y ubicaciones en la capital o la provincia, las casas, todas, requerían que sus techumbres y fachadas se pintaran de nuevo. Y, opción interesante, fueron los doce artistas mismos que determinaron colores y tonos, según la “paleta” de Pinturas Tropical.

El resultado muestra una gran calidad, tanto en el repertorio policromado, que confiere a cada casa encanto y revitalización, como a las obras pintadas, denotativas del temperamento y la factura de los distintos autores. No comprobamos desbordamientos ni estridencias, sino una respetuosa modernización del colorido, que tuvo en cuenta la historia y las características de la arquitectura. Se evidenció que artistas, habitualmente alejados del paisajismo y de los encargos, se apasionaron por el tema y la colaboración solicitada. Más que un ejercicio, se volvió una gran experiencia…

Casas en la Capital

Como denominador común, señalaremos que la mayoría de los artistas escogieron tonalidades más cálidas o contrastadas que las originales, con un concepto de franca revitalización de las fachadas. En primer lugar, esa preferencia surgía de la creatividad, dejando la impronta del colorista, a menudo con resultados felices. Luego, las obras pictóricas todavía alzaron más el tono, transmitiendo la personalidad de los autores, siendo algunos reservados otros exuberantes.

Podíamos suponer que Cándido Bidó iba a conferir a la señorial Casa de las Academias “su” azul como gama dominante. A manera de una composición musical, la pintura exaltó los acordes cromáticos, y el sol, como ente protector y vigilante, ilumina, entre nubosidades puntillistas, una fachada ritmada, tratada en perspectiva, a la vez intensa y serenamente.

José Ramón Rotellini interpretó la Casa de Duarte en escultor, destacando las líneas rectas. Adoptó el blanco colonial, acorde con la arquitectura de época, y la depuración de la obra transmite la pureza espiritual del Prócer. He aquí una simbiosis de geometría y figuración, un constructivismo aplicado, que invita a ese maestro de la tercera dimensión a seguir pintando.

Otra casa de alta significación histórica es la de Salomé Ureña. Nos agrada que haya sido atribuida a Aquiles Azar, que compuso una refinada armonía de tonalidades pastel, evocadoras de una personalidad femenina. Al mismo tiempo, su destacada representación de la morada proyecta sensibilidad y firmeza, a imagen de la poeta y educadora.

Fernando Ureña Rib sitúa físicamente la Casa de Pedro Mir en la misma trayectoria del sol, según el célebre verso de “Hay un país en el mundo”. Un rayo luminoso atraviesa la fachada, dando un toque singular a la fachada Art Deco. Poeta él mismo, el artista ha gestado un “soneto” pictórico, expresivo y expresionista, que brota de una atmósfera casi mística.

En la Casa de Silvano Lora, el arte triunfa. Sede de la Fundación de un artista altruista y concebida para difundir la cultura, ha sido confiada a una gran creadora y amiga de Silvano, Soucy de Pellerano. Un hondo respeto se manifiesta en la elección de colores y la versión plástica de esa mansión antigua. Nuestra“gran maga” la presenta como un cofre que encierra tesoros.

La Casa de la Sociedad Secreta La Trinitaria evoca, desde su arquitectura, el paso de la época colonial a la República. Tony Capellán le ha dado alegría, la ha tropicalizado, la ha pintado cual una expresión de nuestra naturaleza. Más que una construcción, la sentimos una metáfora de la vida, auténtica y joven, en movimiento perenne, cargada de energía y mensajes.

La parte del Instituto Duartiano, pintada por Marianela Jiménez, posee una importancia sobresaliente para la historia nacional y sus testimonios invaluables. Ha permitido a esa maestra del paisaje desplegar su talento admirable de dibujante, colorista y tonista – un calficativo de Van Gogh-: su cuadro es un modelo de oficio, solidez y coherencia estilística.

Casas en la provincia

De Santo Domingo viajamos a la provincia, donde tantas casas tradicionales, pobres, modestas o más acaudaladas, dignas siempre, deberían ser objetos de una sistemática preservación.

En Puerto Plata está la Casa Padre Castellanos, ejemplo de arquitectura victoriana de estructura a detalles, orgullo de los sucesivos dueños. Inés Tolentino la interpretó en un díptico muy personal, antes y después, señalando los colores para el repinte. Volviendo la casa cuadro dentro del cuadro, la hizo objeto de “sus” oraciones favoritas, en homenaje al Párroco.

Bellísima y distinguida es, en La Vega, la Casa de la Familia Hernando de la Mota. Las modificaciones arquitectónicas supieron preservar su carácter solariego. A Alberto Bass fue atribuida la responsabilidad artística de esa edificación patrimonial.La trató con el talento y el apreció particulares, que demuestra pintando casas típicas de la idiosincrasia dominicana.

La Casa Club Rotario de Tamboril es un centro de cultura y recuerdos, herencia arquitectónica que aúna tradición y discreta modernidad.. José Cestero se entusiasmó por la propuesta y la recreó con su estilo inconfundible, donde la sensibilidad y el dominio se juntan. Y la casona está habitada por los fantasmas que siempre pueblan la obra del maestro

Ciertamente, la casa seleccionada más actual se sitúa en Samaná: pertenece a la familia de Rubel Salomón, medallista de oro en los Juegos Panamericanos Aquí, el artista Julián Amado jugó un papel primordial, transformando gracias al color una vivienda banal, exaltando volúmenes, dándole carácter, ejecutando además una pintura cálida y personal.

En San Pedro de Macorís, la Casa de Teófilus Chivertón, fundador de los Guloyas, constituye una muestra relevante de arquitectura popular, que encontramos en todo el Caribe. Su selección se justifica plenamente, y Elsa Núñez la convirtió en sueño de carnaval: una obra festiva, alta en colores, verdadera alegoría de la contribución guloya a la cultura dominicana.

Dijo el famoso poeta romántico Alfonso de Lamartine: “No me gustan las casas nuevas, las antiguas parecen viudas que recuerdan llorando”. No cabe duda de que las doce casas y casonas viejas, renovadas gracias a la iniciativa de Verónica Sención, a la generosidad de un joven mecena empresarial y a la colaboración de los pintores, ya no sienten ni inspiran pena…tantas cualidades dan fe además en el altruismo, la inteligencia y el aporte siempre valioso del dominicano a las mejores causas.

– Marianne de Tolentino – 
Especial para Hoy/¡Vivir!

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Alberto Ulloa

April 15, 2019 By dillon Leave a Comment

LA PINTURA FANTÁSTICA DE

ALBERTO ULLOA

FERNANDO UREÑA RIB

La de Alberto Ulloa es una pintura gestual, de gruesa materia, animada por arrebatos lúdicos a los que convienen dramáticos impulsos de color y signos polivalentes que se entretejen como la urdimbre de un tapiz, de una carpeta mágica en la que es posible el sueño del hombre caribeño. 

Y este sueño, aprehendido en los lienzos de Ulloa nos lleva por una jugosa enredadera de posibilidades y vertientes, cada una de las cuales a su vez, se bifurca hacia vertientes sucesivas. Pintor prolífico y exitoso, de exquisita fluidez poética. No hay límites a la capacidad de fabulación pictórica de Alberto Ulloa.

 

FERNANDO UREÑA RIB

ALBERTO ULLOA

Nació en Altamira, Puerto Plata, en 1950. Estudió pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, graduándose en el año 1974. Fue alumno de Jaime Colson y de Domingo Liz. Junto a Cuevas, Montilla, y Kuma formó un grupo pictórico. Ese mismo año obtuvo distinciones y primeros premios por su calidad y fecundidad artística. En 1975 la Secretaria de Estado de Educación de¡ país le concede la beca Abelardo Rodríguez Urdaneta para profundizar sus estudios en la Escuela de San Fernando, de España. En 1977 mereció el título de profesor de Artes Plásticas de la Real Academia de San Fernando. Terminados los estudios, comenzó pintura mural en la misma Academia e Historia de¡ Arte y las Ideas Estéticas en la Universidad Complutense. De 1976 a 1987 ha realizado doce exposiciones personales. La última tuvo lugar en el Centro de Arte “Sebelén”, en 1987. En 1973 obtiene el premio Escuela Nacional de Bellas Artes, Santo Domingo. Funda con Alonso Cuevas, Monti ¡la, Héctor y Kuma el “Grupo 6”. En 1975 conquista el segundo premio de pintura en el Colegio Hispanoamericano, Madrid . En 1978 el premio Adaja, Avila, España. En 1979 primer premio pintura XIV Bienal de Artes Plásticas, Santo Domingo.
Alberto Ulloa ha sido nombrado cónsul dominicano en diversos países. 

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