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Juan Bosch

April 17, 2019 By dillon Leave a Comment

JUAN BOSCH
MAESTRO DE LA NARRATIVA LATINOAMERICANA
FERNANDO UREÑA RIB

Ascencion, pintura al oleo de Fernando Ureña Rib

DANZAS BAJO LA LLUVIA. PINTURA AL ÓLEO DE FERNANDO UREÑA RIB

LA GRAN OBRA NARRATIVA DE JUAN BOSCH

FERNANDO UREÑA RIB

La aparente simplicidad, tanto del tono como del vocabulario, nos hace olvidar a veces la compleja y rica estructura secuencial de la narrativa del escritor dominicano Juan Bosch. La agudeza en esa simplicidad aparente es la fortaleza y la gracia de la marcha en esa narrativa ejemplar y en sus transiciones, su manera precisa de plantear el problema o la trama y lo intrincado e infranqueable de los aspectos desfavorables a la felicidad o a la paz del protagonista.

Juan Bosch hace sentir al lector el paso descansado y grave de sus personajes, lo amargo de su queja, el desprendimiento y la entrega del hombre sencillo que lucha contra un destino adverso e implacable. La realidad es observada desde la óptica del sufriente, del doliente, del desamparado que muchas veces se torna en el lector mismo, a quien le cede su puesto el protagonista olvidado, adusto y solitario.

El tránsito, de lugar, de ánimo, de situaciones o parajes es continuo y a veces casi imperceptible, pero la narrativa de Bosch nos va asomando al paisaje interior del personaje a las brumas que bordean el alma de los poderosos y de los pudientes y nos va arrastrando hasta mostrarnos y hacernos sufrir de sus viles maquinaciones.

Cada párrafo de un cuento de Juan Bosch es una aproximación, además, a la comprensión de las estructuras políticas y sociales de nuestros pueblos. En ellos se percibe, quizás muy sutilmente, esa primera vocación del escritor: La escultura. Juan Bosch me mostró con envidiable ternura, una cabeza que realizó en sus años juveniles.Al moldear la cabeza, el escultor va añadiendo pequeñas masas de dúctil arcilla y con la yema de los dedos va pulseando las formas, hasta encontrar el parecido del personaje. Este sistema parece ser aplicado a sus cuentos, porque no se nos da todo de golpe, sino gradualmente se especifican los contornos, se define el perfil y se presentan los rasgos distintivos de ese personaje. Narrador y escultor, Juan Bosch permanece como un dechado de virtud, de rectitud moral, de sencillez y precisión.

FERNANDO UREÑA RIB

Literatura y política en la figura de Juan Bosch
Joaquín M. Jiménez Ferrer

(Puertorriqueño. Posee una Maestría en Filosofía de la U.P.R. Es profesor de Filosofía y Humanidades en el Universidad de Puerto Rico en Humacao.)

Toda creación cultural debe entenderse y explicarse en el contexto amplio de la vida histórica y social de los pueblos. La arena de la política constituye, dentro de ese contexto, el terreno inmediato sobre el cual se llevan a cabo las luchas que redundarán en la creación de los pueblos y de su producción cultural.

La figura del profesor Juan Bosch encarna un vivo y claro ejemplo de la estrecha conexión entre literatura y política. En la obra que nos ocupa, merecedora del Premio Anual de Literatura (1996) de Santo Domingo en el género de ensayo, Eugenio de J. García Cuevas, crítico literario dominicano radicado en Puerto Rico, se lanza a la tarea de examinar esta relación concentrando su atención en el estudio de la obra, La Mañosa (novela de las revoluciones), publicada por Bosch en el año de 1936.

El autor está firmemente convencido de que leer o investigar una obra literaria sin tomar como fundamento lo que sucede dentro del ámbito social, político y económico, constituye un acercamiento muy pobre y parcial que le resta validez al examen de la misma. Por eso nos plantea que cualquier intento de explicar la producción intelectual de Juan Bosch debe tomar en cuenta el devenir histórico, político y social de la República Dominicana, del Caribe y de Hispanoamérica, en el marco de la historia universal. García Cuevas recalca que aún en la primera etapa creativa de Bosch, en la que su empeño consciente se dirigía sólo a las letras, su escritura no pudo escapar de la política. De ahí que se comprometa a realizar un estudio de conjunto, sin separar un ámbito del otro.

Para llevar a cabo la tarea propuesta, el autor divide su obra en seis capítulos, tres apéndices y una bibliografía. En el primer capítulo, se ofrece una visión general del contexto histórico, político e intelectual en que se escribió y publicó La mañosa. El segundo presenta el panorama literario de la República Dominicana entre 1912 y 1936, y el lugar de Juan Bosch dentro del mismo. El tercer capítulo pinta el cuadro de la trayectoria evolutiva del pensamiento político y literario de Bosch. Con ello, el autor pretende abrir el camino y sentar las bases para futuras investigaciones que tomen como norte la correlación entre literatura y praxis política. El cuarto capítulo considera las ediciones que se han hecho de la novela en cuestión y la crítica de que ha sido objeto. El quinto capítulo se dedica propiamente al estudio de La mañosa. El autor examina cada uno de los veinte capítulos de la obra, mostrando cómo se presenta y se refleja en ésta la visión de mundo de la pequeña burguesía con sus correspondientes percepciones sociales, económicas y políticas. El sexto y último capítulo traza la estructuración de esa visión de mundo en la historia dominicana.

Los primeros dos apéndices cumplen la función de presentarnos una esquematización del texto, mediante su reducción a breves unidades narrativas, discursivas y descriptivas. Por su parte, el tercer apéndice nos proporciona un breve cuadro general sobre la figura del caudillo en la historia dominicana, desde mediados del siglo XIX hasta el advenimiento de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.

La extensa bibliografía contiene, en primer lugar, las obras de Bosch, dividiéndolas en novelas, cuentos, ensayos, artículos, prólogos y folletos. En segundo lugar, se presentan las críticas a la obra de Bosch y las entrevistas que se le han realizado. Por último, se incluyen obras sobre la historia, la política, la economía y la literatura, tanto de la República Dominicana, como de América y del mundo.

García Cuevas clasifica la obra literaria de Juan Bosch de la siguiente forma: 1. Obras de ficción: poemas de juventud, cuentos y novelas. 2. Estudios sociohistóricos: Ensayos sociológicos, históricos y económicos. 3. Biografías: Eugenio María de Hostos, Simón Bolívar, Máximo Gómez, Pedro Santana, etc. 4. Ensayos políticos y teóricos: escritos sobre teoría y práctica política. 5. Testimonios y crónicas: notas sobre viajes y vivencias personales. 6. Propaganda política: escritos con fines proselitistas. 7. Escritos coyunturales: artículos aparecidos en periódicos y revistas, principalmente, donde polemiza u opina sobre acontecimientos coyunturales inmediatos. 8. Obras teológicas: escritos sobres personajes bíblicos como Judas y David.

Para adentrarnos en el cuerpo de la obra de García Cuevas, prestaremos atención a su descripción y explicación de la evolución política y literaria del autor de La mañosa. El doctor Juan Bosch nace en La Vega, República Dominicana, en el 1909. Su padre, José Bosch Subirats, de origen catalán, llegó a Santo Domingo en el 1900 y en el 1906 se casó, en La Vega, con la puertorriqueña Angela Gaviño.

El autor divide la trayectoria literaria y política de Bosch en cuatro etapas. La primera etapa transcurre desde 1929 hasta 1938. Como antecedente de la misma, hay que señalar que la invasión militar norteamericana de 1916 sirvió de telón de fondo a su niñez y despertó en él cierto sentido nacionalista y patriótico. Haber visto bajar de los edificios públicos la bandera dominicana para izar la bandera de los Estados Unidos de Norteamérica, provocó una fuerte impresión en el niño de apenas siete años de edad. Los frecuentes viajes por las zonas agrícolas del país despertaron en el niño admiración por la gente del campo. Es así como a la edad de ocho años comienza a escribir y a ilustrar sus primeros cuentos.

En 1929, contando solamente con veinte años de edad, dejó registrado su temor de que los intentos reeleccionistas de Horacio Vásquez desembocaran en un golpe de Estado. Bosch sospechaba que el panorama político del país era favorable para que emergiera un dictador. El artículo, publicado en el periódico El Mundo del 16 de septiembre de 1929, es indicativo de la temprana sensibilidad política de éste. En el 1933, en plena dictadura trujillista, publica Camino Real, libro que de acuerdo con varios críticos, inicia el cuento moderno en la República Dominicana. En ese texto hay un cuestionamiento implícito de las condiciones de vida de los campesinos bajo la dictadura trujillista.

Su segundo libro, Indios, apuntes históricos y leyendas (1935), es un ensayo acompañado de tres leyendas sobre la vida de los aborígenes antes de la llegada de los españoles. García Cuevas advierte que algunos historiadores de la literatura han catalogado incorrectamente este libro como uno de cuentos. El texto de esta obra está revestido de gran lirismo metafórico. El autor piensa que la situación tensa ante el régimen trujillista es el motivo por el cual Bosch abandona el tema campesino en 1935 y escribe sobre un tema que puede parecer un intento de evasión. Recuperar el pasado indígena y presentarlo como una utopía era subvertir el estado de cosas de la dictadura.

Con la publicación de La mañosa en 1936 y su salida del país en enero de 1938, se cierra la primera etapa de Juan Bosch. En esta novela se recrea el pasado caudillista previo a 1930, el cual constituye la raíz histórica de la dictadura trujillista. Para salir del país en 1938, Bosch se vale de la excusa de que debía llevar a su esposa a Puerto Rico a recibir tratamiento médico. El tirano lo dejó salir, porque ocupaba un cargo en el Departamento de Estadística y, además, le había ofrecido el puesto de Diputado en el Congreso. El dictador pensó que Bosch no rechazaría tal ofrecimiento. Cuando Bosch sale del país, se enfrenta a la disyuntiva de dedicarse a la literatura o a la política, pero Eugenio María de Hostos (1839-1903) le brindaría las claves para ocuparse de la política sin abandonar la literatura.

La segunda etapa de la trayectoria de Bosch se extiende desde 1939 hasta 1962. En el exilio entró en contacto directo con la obra de Hostos, conjugó su oficio de escritor con la actividad política, se convirtió en uno de los dirigentes más importantes de la resistencia antitrujillista en el exilio, y recorrió varios países latinoamericanos. Tras el asesinato de Trujillo en 1961, Bosch regresó a la República Dominicana y ganó las elecciones de 1962, como candidato del Partido Revolucionario Dominicano que él había fundado en 1939.

Su encuentro con el pensamiento de Hostos, llevará a Bosch a adoptar un idealismo moral que se traducirá en la lucha por liberar a su país de la dictadura que lo oprimía. Según Bosch, el ascenso de Franco en España y el inicio de la Segunda Guerra Mundial fueron acontecimientos decisivos para que él decidiera unirse a la oposición antitrujillista en el exilio.

De su descubrimiento de Hostos, nacen dos libros: Mujeres en la vida de Hostos (1938 y 1988) y Hostos, el sembrador (1939 y 1976). Además de sus ensayos, publicó en 1941 los cuentos: El socio, Dos pesos de agua, El río y su enemigo y Luis Pie. En el 1947, publicó Ocho cuentos. En 1955, en Chile, aparecen Judas Iscariote, el calumniado, La muchacha de la guaira y Cuba, la isla fascinante. Cuento de Navidad es de 1956. En el 1958 publicó en Venezuela sus ensayos El arte de escribir cuentos. Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplos, data de 1959. En 1960 publica su famoso cuento La mancha indeleble y Bolívar, biografía para escolares. En 1962, año de su triunfo electoral, recopiló sus cuentos, para los lectores dominicanos que desconocían su obra, en los volúmenes: Cuentos escritos en el exilio y Más cuentos escritos en el exilio.

Para Juan Bosch, la llegada a la presidencia de su país significó la posibilidad real de iniciar el proyecto liberal que se remontaba al ideal de los trinitarios de 1844, los restauradores de 1865, los nacionalistas de principio de siglo y de los antitrujillistas del exilio. Desde el poder, creyó que por fin su país podría encarrilarse por el camino de la democracia representativa y liberal. Pensó que era posible la revolución pacífica por medio de la educación que Hostos había predicado. Su esquema mental se desplomó cuando el 25 de septiembre de 1963 fue derrocado por un sector de las fuerzas armadas dominicanas, la oligarquía y la colaboración del Pentágono norteamericano.

A raíz de lo anterior, García Cuevas describe la tercera etapa de la trayectoria de Bosch como una de desilusión y de búsqueda. Esta etapa comienza en 1963 y finaliza en 1966. La crisis en que había entrado el pensamiento de Bosch tras el golpe de 1963 se agudizaría en 1965 con la segunda intervención militar norteame-ricana en suelo dominicano en el presente siglo. El modelo político de la democracia representativa y liberal, que le había dado sentido a sus acciones desde 1939 hasta 1963, no había funcionado en su país. La invasión militar norteamericana de abril de 1965 haría a Bosch dar un salto radical hacia el marxismo.

Según García Cuevas, el camino recorrido por Bosch para llegar al marxismo siguió tres etapas. Primero, cuestionó el sistema democrático representativo. Segundo, estudió a fondo la política internacional norteamericana en América Latina. Tercero, inició el estudio de los clásicos del marxismo y, simultá-neamente, viajó por varios países socialistas de Europa y del continente asiático.

A partir de 1967, se inicia la cuarta etapa en el pensamiento de Bosch. Esta etapa se extiende hasta el presente. Bosch abandona la defensa de la democracia representativa y se convierte en un crítico de este sistema político y en un proponente de cambios revolucionarios. Como parte de su nuevo proyecto, se propuso entender para sí y explicar a la militancia de su partido, desde la perspectiva del materialismo histórico, cómo funcionaba el capitalismo. A la misma vez, estudió el desarrollo histórico de la sociedad dominicana, empleando el instrumento conceptual de la lucha de clases. Sus primeros libros en esta línea ideológica fueron: El pentagonismo, sustituto del imperialismo (1967), Tesis de la dictadura con respaldo popular (1969), De Cristóbal Colón a Fidel Castro (1969), Breve historia de la oligarquía (1970), y Composición social dominicana (1970).

En el año 1973, convencido de que el partido fundado por él y otros compatriotas no admitiría transformaciones, Bosch fundó junto con un reducido grupo de seguidores, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), del cual fue su candidato presidencial hasta las elecciones de 1994. Su principal consigna fue la de liberar al país de cualquier tipo de opresión, teniendo como aspiración final completar la tarea iniciada por el liberalismo revolucionario desde mediados del siglo XIX. El hecho de que Bosch no fundara un partido exclusivamente obrero o no se afiliara al Partido Comunista se debió a que, desde su incursión en el marxismo, mantuvo cierta distancia y autonomía frente a la ortodoxia oficial. Bosch negó la existencia y conciencia de clase del pro-letariado dominicano, porque pensó que la pequeña burguesía era el componente principal de la sociedad dominicana y que, en alianza con los trabajadores y campesinos, era la clase que debía organizar y dirigir cual-quier proceso revolucionario.

El PLD, con los métodos de trabajo impulsados por Bosch, se desarrolló y creció de tal forma, que ya para 1990 era la principal fuerza política del país. Dos años antes, el Comité Central de esta organización había sometido un documento a la base del partido, donde afirmaba el «boschismo» como teoría política y oficial de la organización. La propuesta declaraba que la aportación de Bosch en el campo de la historia, la economía y la política, entre otras, había permitido que su análisis de la sociedad dominicana se constituyera en una guía para la lucha efectiva en pro del ideal de liberación nacional.

Como habíamos apuntado al comienzo, García Cuevas monta su investigación sobre la política y la literatura en la personalidad de Juan Bosch, tomando la novela La mañosa como el centro de su trabajo. Entre sus opciones tenía la copiosa obra cuentística de Bosch, dos novelas y los en-sayos. Los cuentos ya habían sido estudiados de forma considerable por la crítica y la obra ensayística aún no estaba concluida. Le restaban dos opciones: La mañosa y El oro y la paz (1964). El autor optó por la primera, por entender que en ella es donde mejor se conjugan la literatura y la política. La mañosa, según García Cuevas, es una novela más política que histórica, en la cual la historia es un pretexto para la revisión política.

La necesidad de explicar por qué Juan Bosch escribió una novela sobre las luchas caudillistas en una época en que éstas eran consideradas como asuntos del pasado, es el resorte inmediato que conduce a García Cuevas a iniciar su investigación considerando las condiciones políticas y económicas que perfilan la República Dominicana de los años treinta. El autor establece que el ascenso de Trujillo al poder estuvo vinculado a varios factores, a saber: 1. La ocupación militar nortea-mericana de 1916 a 1924. 2. El ejército policiaco que creó el gobierno de ocupación. 3. El favoritismo horacista que promovió su ascenso al poder. 4. El acaudillamiento que consiguió en las filas del ejército. 5. Sus características personales. 6. Su vinculación directa con el movimiento cívico que, planteando la necesidad de un «hombre nuevo», produjo el derroca-miento de Horacio Vásquez.

Rafael L. Trujillo ingresó al cuerpo militar norteame-ricano en 1919, y ya para el 1928 era el militar más poderoso del país. El despil-farro y la corrupción administrativa del régimen de Vásquez, más sus deseos continuistas, abonaron el terreno para que éste apro-vechara la coyuntura de 1930 y apoyara solapadamente la conspiración dirigida por Rafael Estrella Ureña, que eventualmente lo llevaría al poder. Con la renuncia del presidente Vásquez se produjo una crisis política y Estrella Ureña pasó a ocupar provisionalmente la presidencia hasta que se celebraran elecciones. Trujillo presidente y Estrella Ureña vicepresidente: ésta sería la consigna. La fórmula Trujillo-Estrella Ureña resultó ganadora y el 16 de agosto de 1930 tomaron pose-sión de sus cargos, iniciando lo que maquiavélicamente llamarían la «Era gloriosa», «Era del progreso» y «Era de la paz», entre otros epítetos.

El autor señala que el surgimiento de la dictadura de Trujillo está estrechamente vinculado a la caída de la bolsa de valores acaecida en 1929, ya que a raíz de ésta se produjo una drástica reducción en los ingresos por exportaciones. La baja de los ingresos fiscales, combinada con las presiones internacionales al país para que pagara su deuda externa, más la parálisis casi total del sistema agroexportador, exigía un esquema de poder que enfrentara la situación mediante una institución sólida y estable. Lamentablemente, la única institución que cumplía con tales características era el ejército policiaco de Trujillo. Por su parte, los nortea-mericanos comprendieron que la protección de sus intereses globales de dominación requiría la instauración de un régimen despótico que tuviese mayores poderes para contrarrestar las tendencias caóticas de la economía.

Para Bosch, la dictadura trujillista fue consecuencia directa del atraso histórico de la sociedad dominicana y de la inexistencia de una burguesía nacional que impulsara el capitalismo. De acuerdo con Bosch, Trujillo aprovechó la infraestructura que iniciaron los norteamericanos y se convirtió en el principal propulsor de la modernización capitalista en la república y, al igual que otros autores, relaciona su ascenso político a la gran crisis de 1929 y a las intenciones reeleccionistas de Horacio Vásquez.

En cuanto a la acusación del historiador y sociólogo, Franklin Franco, en el sentido de que la novela La mañosa es apologética del régimen trujillista, García Cuevas refuta la misma señalando que esta acusación es el resultado de leer la novela como un artículo periodístico más de los que escribió su autor, olvidando que la novela es una producción simbólica con carácter estético y que exige otro tipo de lectura. García Cuevas asegura que su lectura crítica del texto demuestra, entre otros hallazgos, que la recreación del pasado caudillista desde el presente trujillista, tiene su génesis en una estructura nostálgica que genera a su vez otra estructura irónica y que ambas explican indirectamente el por qué del trujillismo. Si el juego de voces propicia, por momentos, identificar pasajes que permitan pensar que la novela es pro trujillista, también hay otros que apuntan que no .

El autor concluye que, aunque Bosch no se propusiera escribir de forma consciente un texto irónico que pudiera interpretarse como un conflicto directo de él con la dictadura, por el peligro que esto representaba para sí y su familia, pudo reproducir una ironía hacia la dictadura de forma inconsciente, pero mediatizada por la nostalgia y la frustración de la clase social de la cual provenía: la mediana pequeña burguesía.

Sobre la relación entre el proyecto trujillista y los intelectuales, el autor plantea que, dado que la idea y creación de una sociedad democrática al estilo liberal fue la mayor aspiración de los intelectuales liberales domini-canos desde mediados del siglo XIX, el mínimo acercamiento para explicar la relación de Trujillo con la intelectualidad de tendencia liberal que lo apoyó debe tomar en cuenta los intentos fallidos de ese objetivo hasta 1930. Trujillo logró seducir a muchos de estos intelectuales, porque al princi-pio de la dictadura incorporó a su sistema discursivo parte de los preceptos que el liberalismo venía repitiendo desde mitad del siglo XIX. Fue de una concepción fatalista sobre el pasado y el futuro dominicanos que, intelectuales que incluso habían entrado en contacto con el pensamiento socialista, ter-minaron apoyando al régimen. En el año 1955, a los 25 años de la dictadura, Joaquín Balaguer, pilar orgánico del aparato ideo-lógico del régimen, afirmaba que Dios y Trujillo, siendo Trujillo tocado desde el princi-pio por una especie de predesti-nación divina, eran la explica-ción de la supervivencia del país y de la actual prosperidad de la vida dominicana.

Las ideas de José Enrique Rodó y su obra Ariel (1900), tuvieron un gran impacto sobre la intelectualidad dominicana y la encaminaron al apoyo del trujillismo. En Ariel se hacía un llamado a la juventud hispanoamericana para hacer frente al utilitarismo norteame-ricano. Estas ideas encontraron en la República Dominicana las condiciones propicias para su fructificación debido a que, desde la caída de Ulises Heureaux en 1899, el pueblo dominicano se desangraba en una constante lucha política que por un lado, favorecía la ingerencia norteamericana, mientras por el otro, hundía a las nuevas generaciones en el más oscuro pesimismo. Años más tarde, Trujillo tendría la astucia para atraer a los jóvenes intelectuales e integrarlos a su gabinete. A la mayoría de éstos le tocaría la misión de encubrir, encontrándole a cada situación su correspondiente explicación para la historia. Y, como es natural al momento de elaborar lo que pudiera considerarse como la filosofía del régimen, ellos dieron nueva formulación a esas mismas teorías.

Así, encontramos que el pensamiento de Rodó le sirvió a los jóvenes intelectuales para racionalizar y justificar los valores y virtudes del liberalismo, adjudicándoselos a la dictadura a la que servían. El arielismo se había transformado de ideología libresca en praxis política con la fundación del Partido Liberal Reformista, partido que presentó fuerte oposición a la intervención norteamericana de 1916, con Santiago Guzmán Espaillat a la cabeza. Los arielistas creyeron en la posibilidad de lograr una transformación política, económica y social por medio de la educación. Ante las circunstancias políticas y la urgencia cotidiana bajo el régimen de Trujillo, tuvieron que rendirse y sus valores e ideales fueron supeditados al utilitarismo del trujillismo. Cuando la realidad empírica se impuso, ya era demasiado tarde para volver atrás. Quedaron atrapados y no les quedó otro camino que cola-borar, puesto que era cuestión de vida o muerte el volver atrás. Así quedaba consumada la idea de Rodó de que son las inteligencias superiores las que deben dirigir la sociedad.

Sobre el rol de Bosch dentro de esta coyuntura política, García Cuevas sostiene que, independientemente de los artículos que escribiera Bosch a favor de Trujillo, éste no simpatizaba ni política ni ideológicamente con la dicta-dura y aunque no ofreció resis-tencia inmediata al régimen, su rápida incorporación a la lucha antitrujillista, ya en el exilio, era indicio de que su visión de mundo había superado las limitaciones de la conciencia real de los intelectuales arielistas. Esto, entre otros fac-tores, porque su pensamiento estaba influido por una ten-dencia del liberalismo revolu-cionario que no era excluyente de los sectores populares.

No debemos olvidar además, el artículo que Bosch había publicado en 1929, en el que advertía sobre el peligro de una nueva dictadura. Notable es también el hecho de que en enero de 1934, Juan Bosch fue apresado y encarcelado bajo la sospecha de conspiración contra el régimen mediante la colocación de una bomba. Bosch relata que, mientras se encontraba visitando a su novia, a fines de noviembre de 1933, escuchó una fuerte explosión. Dos o tres días después, se enteró de que ese estruendo había sido producido por una bomba que lanzaron al cementerio de la capital. El día 3 de enero de 1934, Bosch fue apresado en la casa de sus padres por la policía trujillista y llevado a la cárcel de la fortaleza Ozama. Después de permanecer preso durante dos semanas en el lugar, fue trasladado a Nigua, una de las peores cárceles del régimen trujillista, donde contrajo la enfermedad del paludismo y finalmente, por mediación del escritor César Herrera, fue dejado en libertad. El argumento que Herrera dio a Trujillo para que lo dejaran en libertad fue que Bosch podía morir en la cárcel y dado que éste era un escritor conocido en el país y en el extranjero, su muerte perjudicaría al gobierno.

Se infiere del incidente anterior que, ya en 1933, se desconfiaba de Bosch y se le veía con potencialidad para convertirse en antitrujillista, lo que lo colocaba evidentemente entre los escritores que no eran vistos con simpatías por el régimen. Tras el exilio de Bosch en 1938, el tirano ordenaría que el nombre del escritor y sus obras quedaran terminantemente prohibidos en el país.

El estudio de García Cuevas demuestra, como balance final, que La mañosa, a pesar de haber sido leída desde diversos ángulos, no fue considerada seriamente como obra importante para entender y explicar la temprana vinculación de su autor con el liberalismo revolucionario dominicano que no era excluyente de los sectores populares ni como novela de crisis histórica de la pequeña burguesía nacionalista y liberal de los años treinta en la República Dominicana. La mañosa aparece entonces, como un texto fundamental para entender la rápida incorporación de Bosch al lado del pensamiento y la praxis política dominicana que aspiraba a la modernización y a la democracia liberal.

En conclusión, la obra de Eugenio de J. García Cuevas constituye un aporte fundamental al entendimiento de una personalidad ejemplar de nuestra América en el siglo XX, en la que la literatura y la política constituyen una unidad complementaria. La lectura del texto es altamente recomendable, puesto que le brinda al lector de manera muy clara, pero sin perder ni un ápice de una rigurosidad fundamentada en rica evidencia documental, una amplia y precisa visión de la historia política dominicana desde mediados del siglo pasado hasta el presente.

García Cuevas, Eugenio. Juan Bosch: novela, historia y sociedad. San Juan, P.R.: Isla Negra, 1995. 230 págs.

JUAN BOSCH, NARRADOR DE PURA ESTIRPE

PEDRO DE LA HOZ
(Cubano)

Cuando Juan Bosch llegó en 1939 por primera vez a Cuba, a los 30 años de edad, ya había causado inquietud en el panorama literario de Santo Domingo. Más aún que Indios, apuntes históricos y leyendas (1935), una monografía lírica dedicada a promover la olvidada y desaparecida contribución aborigen a la identidad dominicana, su novela La mañosa (1936) había desatado un vendaval por su propuesta subversiva por su ímpetu social y su declarada intención política. No en balde esa novela fue subtitulada por el propio Bosch como “novela de las revoluciones”.

Con el paso del tiempo, La mañosa se ha convertido en un hito de obligada referencia en la literatura dominicana y caribeña del siglo XX. Desde el punto de vista compositivo, el texto se emparenta con una zona de la narrativa latinoamericana en boga por esa época, es decir, la producción del venezolano Rómulo Gallegos, el colombiano José Eustaquio Rivera, el mexicano Mariano Azuela, que heredaban del realismo crítico europeo de la centuria anterior los instrumentos para presentar relaciones telúricas y confrontaciones sociales. En su novela Bosch realiza un muy serio intento por explicar la incapacidad política de la frágil burguesía nacional emergente y la irrupción del caudillismo, que en su país tendría como fuerza gravitatoria un nombre tristemente célebre: Leónidas Trujillo.

La mañosa ha sido reivindicada en los últimos años como una pieza clave, según el ensayista Eugenio García Cuevas, “para entender y explicar la temprana vinculación del autor con el liberalismo revolucionario dominicano que no era excluyente de los sectores populares ni como novela de crisis histórica de la pequeña burguesía nacionalista y liberal de los años treinta”.

Sin embargo, y pese a que muchos años después, en 1975, diera a conocer otra novela, El oro y la paz, sus más bruñidas armas literarias las dedicó al cuento. Un buen momento para los lectores cubanos se debió a Casa de las Américas, que editó en 1983 una excelente antología de sus narraciones cortas. Mas, para ser precisos, el conocimiento del cuentista Juan Bosch por nuestros lectores comenzó desde mucho antes: durante su larga estancia habanera, casi siempre una vez al mes, la revista Bohemia, de la cual era colaborador de planta, publicó narraciones suyas. Una selección de estos fueron reunidos en el volumen Ocho cuentos (1948) en una tirada costeada por el propio autor. Y antes, en 1941, la Imprenta A. Ríos, también de la capital cubana, había publicado Dos pesos de agua. Fue con Luís Pie, uno de los cuentos escritos entre nosotros, que ganó el Premio Alfonso Hernández Catá, uno de los más prestigiosos galardones literarios que se concedía en Cuba y que tuvo gran resonancia en el ámbito hispanoamericano hacia la medianía del siglo XX.

Sus narraciones cortas cumplen con los principios enunciados en el famoso decálogo de Horacio Quiroga. Se hacen notar por la economía de medios de expresión y los puntos de giro sorpresivos, que sustancian una estética realista y una prospección social incisiva.

Para un lector cubano leer hoy los cuentos de Juan Bosch puede resultar una experiencia tan útil y vivificante como volver a las páginas de nuestros Onelio Jorge Cardoso y Luís Felipe Rodríguez: en ellos habita el fulgor de las palabras en su batalla por apresar realidades sociales en sus momentos más críticos, dramáticos y definidores

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Pedro Peix

April 17, 2019 By dillon Leave a Comment

PEDRO PEIX

EN LA NARRATIVA LATINOAMERICANA

FERNANDO UREÑA RIB

 

La escritura de Pedro Peix se inscribe (con las dificultades y riesgos propios de cualquier clasificación) dentro de lo que ha sido llamado la “nueva narrativa latinoamericana”.

Sin embargo, la diversidad de influencias asimiladas, rumiadas y regurgitadas en las páginas de Pedro Peix, si bien no son mínimas, son cuidadosamente entretejidas y artesonadas en la estructura y el desarrollo de sus obras, como si se tratara del delgado hilo de un recuerdo, o de un sueño donde se mezclan lo plausible y lo inimaginable.

Las obras de Peix, generalmente relatos, poseen lo que podríamos llamar dinámica del asombro. Esa dinámica que es la fuerza secreta tras la narrativa de Pedro Peix, quien subyuga al lector con rebeldías, sutilezas eróticas y los discretos encantos de un intelecto que inyecta e insufla todo lo que toca con una sabia dosis de sensualidad y de ironía.

Sensualidad asumida dentro de una cierta fatalidad inexorable, al borde mismo de un precipicio de locura o de miedo, de militares que aparecen de pronto en busca del guerrillero amante, en iguales y superlativos grados, de su mujer y de su patria.

El fin trágico es con frecuencia un elemento de choque, donde el verdadero protagonista es un destino subversivo que atrapa irremisiblemente a los personajes y no les da respiro hasta que huyen o mueren en una sociedad cruel e injusta. Lo que permanece en la obra de Peix es lo auténtico y rico de sus relatos que tratan con profundidad el tema de las relaciones del hombre solitario en una sociedad moldeada al gusto de unos cuantos. 

 

FERNANDO UREÑA RIB

La nueva novela de Pedro PeixListin Diario/Santo Domingo

Ya está circulando el más reciente libro de Pedro Peix: “El Clan de los Bólidos Pesados”. Se trata de una extensa novela de más de 600 páginas que inaugura un “tour de force”, tanto en el fosilizado canon de la novela dominicana, como en la propia imaginería menguante de la narrativa latinoamericana.

En una relampagueante sucesión de ensamblajes, circunloquios rituales, giros sincopados, estilos y tropos, toda una archiescritura, de feroz piratería semántica y formal, como él mismo llama al dislocamiento de sus procedimientos expresivos, Peix arma su obra con un flujo constante de narraciones, sagas fulgurantes y requisitorias verbales.

El “Clan de los Bólidos Pesados” es una desiderata sórdida, un contrapunto de egos y destinos que se entrelazan en montajes anárquicos, a través de un registro con más de cincuenta personajes subalternos y colaterales. Por encima del aura de una docena de pandillas emblemáticas se construye una ciudad imaginaria, a todo lo largo y ancho de los cinco distritos de Nueva York, que deviene en madriguera de identidad y en edad poética para el terror y la demolición de la noche.

Peix transforma o parodia varias instancias novelescas como a gótica, la policíaca, la pornocrónica, el rollo onírico, autobiográfico y epistolar, entre otros.

“El Clan de los Bólidos Pesados” es un expediente de impetrantes anónimos, antihéroes míticos, próceres del delito, una nueva corte de los milagros del hampa latina, casi todos a la deriva de una impunidad citadina que los obliga a crear una jerarquía de facto, con investiduras, arbitrios y desafueros clandestinos.

Es también un memorial de tránsfugas opulentos y voces colectivas, insólitas y tenebrosas, que van trazando las coordenadas polifónicas de la novela, los cuadrantes de innumerables historias que se van deshaciendo y suplantando en un perpetuo himno de rivalidad entre sicarios y renegados.

Buscando nuevos espacios creadores, otros territorios de inventivas y disidencias, el autor engarza varios collages y foto-montajes narrativos que sirven de “puente de plata” a su estructura, no sólo para sobrellevar el tránsito de multitudes sino para amortiguar la turbulencia de los discursos, y desnudar el propio artificio verbal de la ficción.

Es precisamente en los “foto-montajes” narrativos donde se acuña la dimensión del futuro, y muchas de las incógnitas y alegorías de la novela, todo un material críptico elaborado para la subversión y la irreverencia blasfema de tantos íconos y paradigmas muertos.

Aunque la novela prescinde de argumentos y tramas convencionales, subyacen aisladamente como claves de obscena intensidad en el ámbito de los collages y los diseños gráficos, junto a un progresivo correlato de “ciencia-ficción”, género inexplorado en la novelística nacional.

Tal vez por su montaje tan personal, y su espíritu de innovación insobornable, así como de ruptura radical frente al “coma creador”, el conformismo espantoso, la fabulación desfasada, provinciana, mimética de nuestra narrativa- sin impugnar las reglas del género ni el simulacro de lo real, y aún engolada en la solemnidad de un oficio donde ya hace tiempo el novelista es el hazmerreír de sus demiurgos-, la sociedad dominicana no esté todavía preparada par asimilarla y menos para aceptarla sin encono, indignación y escándalo. “El Clan de los Bólidos Pesados” tendrá que esperar varios años para ser justipreciado en sus aportes, hallazgos y audacias formales.

http://www.facebook.com/l/ed29f25vUKKyKLYq7JnkRdi94_g;www.listin.com.do/ventana/2010/10/22/163632/Nueva-novela-de-Pedro-Peix

 

EL FANTASMA DE LA CALLE EL CONDE


Un lunes por la tarde vieron a un hombre con armadura por la calle ‘El Conde’, con el yelmo cerrado, arrastrando un pesado baúl y espada en mano, y luego lo sintieron subir por las escaleras de un alto edificio y encerrarse de un sólo portazo en su habitación.
Esa noche lo vieron con un traje de novia bajo el brazo, recorriendo la calle de “Las Damas”, tocando puertas y rompiendo cristales, hollando paredes con su mazo de justas, excavando patios y cimientos, derrumbando piedra por piedra cornisas y balcones en busca de la única mujer que lo había amado y que lo había esperado durante 500 años para casarse.
Ya sonámbulo, lo vieron en la madrugada deambulando por el patio de la Fortaleza y subir a la Torre y hurgar en cada celda con una vela temblorosa en la mano y una espada gris en la otra, estocando la noche.


El martes, ya bien entrada la mañana, casi todo el mundo lo vio atravesar el Parque y lanzar improperios frente a la estatua del Almirante Cristóbal Colón, y luego lo oyeron mascullar una blasfemia innombrable cuando contempló su mausoleo en la Catedral.


Atravesaba las calles a grandes zancadas, con una serenidad temeraria, impertérrito a las bocinas de los carros, sordo a los pregones de los venduteros de dólares y de los predicadores bíblicos, desdeñoso de los letreros foráneos y las siglas impersonales que aparecían en las fachadas, completamente ajeno a la multitud que lo seguía a cierta distancia y ahora a lo largo de todo el malecón, oyéndolo despotricar contra los hoteles, los turistas, los carteles políticos y contra las mujeres sin pundonor que encontraba a su paso.
Así, arrojando imprecaciones y esputos, llegó al Castillo de San Jerónimo, y al encontrar solamente sus escombros, empezó a golpear las piedras mohosas con su guantelete, encolerizado al comprobar que otro imperio había tomado la ciudad.


Entonces, desquiciado y fúrico, viendo en lontananza galeones con enseñas desconocidas, y desconsolado porque jamás volvería a encontrar a su novia, invocó el nombre de una morgana hambreada para que le consiguiera un corcel y nuevas armas de honores y torneos.
Sólo tuvo que esperar segundos para verse montado en potro de caballero, y lanza en ristre arremeter contra los altos y desnudos postes de concreto armado que servían de tendido al alumbrado eléctrico, vociferando obcecadamente que esos eran los enemigos de la ciudad.
Después de lancear cuatro o cinco columnas, se derrumbó con un estruendo metálico y polvoriento, cayendo de bruces al asfalto con todo y rocín. Inmediatamente lo rodearon, le quitaron el yelmo y la armadura, pero no encontraron su cuerpo.


No lo pensaron dos veces para ir a su habitación de la calle “El Conde #15”. Forzaron la puerta de su domicilio aparente, y vieron sobre una mesa de caoba sus borrosas credenciales: Generoso Balmoral, contrabandista de rocíos en tierras de ultramar. Al lado de varios planos y cartografías, encontraron y leyeron las cartas de amor que se había intercambiado con su novia a lo largo de cinco siglos. En la primera, fechada en 1498, ella le exponía la codicia y los desafueros de los colonizadores, y en la última, fechada en 1987, le confiaba el acoso sórdido que seguía manteniéndole el imbatible Caballero de La Moneda.
Fue debajo de la mesa que encontraron el pesado baúl. Sólo después de una hora, arrancando cadenas y desportillando cerrojos, lograron levantar la tapa y hallaron en el fondo, una isla recién cortada y de engendrada pureza, fragante de silbos. Pensaron que ese era el regalo nupcial que traía el hombre de la armadura. Pero, decepcionado al no encontrar vellocinos ni joyas ni talegos, decidieron arrojar el baúl al mar.


De repente, antes de dar media vuelta, escucharon la voz de la novia que parecía venir de su osario de musgo: “Ahora estoy cubierta por los despojos de una estirpe indeseable, sepultada por los héroes de la usura, conjurada en mis idilios por los cofres negros del poder, tiranizada en mis sueños por haber trasegado a mi pecho la púrpura armada de aquella foresta aladina que no pudo pulir sus venablos, aún embebida de la dote de mis banderas y corales, ya baldada de tantas gestas, desahuciada en mis limos profundos”.


Nadie volvió a ver jamás al hombre de la armadura. Pero todos comprendieron que ella, su novia, era la ciudad.

PEDRO PEIX

 

PEDRO PEIX
Nació en Santo Domingo el 20 de marzo de 1952. Narrador, ensayista y abogado. Hijo de Pedro Fernández Peix y María Isabel Pellerano. Licen-ciado en Derecho por la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (1976). En 1982 se desempeñó como director inter-ino de la Biblioteca Na-cional y, posteriormente, como sub-director de cultura de la Secretaría de Estado de Educación. Fue columnis-ta del periódico Listín Diario. Ha re-cibido varios galardones en el con-curso de cuentos de Casa de Teatro, entre ellos: segundo lugar con “La despedida” (1977), mención de ho-nor con “Responso para un cadáver sin flores” (1978), segundo lugar con “Los hitos” (1979) y el primer lugar con “La quimera de la muerte” en  1992. También obtuvo el Premio Na-cional de Cuentos en 1977, con el li-bro Las locas de la Plaza de los al-mendros.
BIBLIOGRAFIA ACTIVA

CUENTO. Las locas de la Plaza de los Almendros. Santo Domingo: Edi-tora Profesional, 1978. Pormenores de una servidumbre. Santo Domingo:  s. n., 1985.
NOVELA. El placer está en el último piso. Santo Domingo: Editora Cultural Dominicana, 1974. La noche de los buzones blancos. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1980. Los despojos del cóndor. Santo Domingo: Editora Taller, 1985. El brigadier o la fábula del lobo y el sargento. Santo Domingo: s. n., 1981. El parnaso de la memoria. Santo Domingo: Editorial CENAPEC, 1985.
ANTOLOGÍA. La narrativa yugulada. Santo Domingo: Editora Alfa y Omega, 1981, El síndrome de Penélope en la poesía dominicana. Santo Domingo: Editorial Santo Domingo, 1986. [En colaboración con Tony Raful]
OTROS NARRADORES DOMINICANOSEmilio Cordero Michel, Bonaparte Gautreaux Piñeiro, Juan José Ayuso, José Antinoe Fiallo Billini, Guaroa Ubiñas Renville, Rafael Chaljub, Blas R. Jiménez, Orlando Objío, Juany Uribe de Báez, Cecilio Díaz, Lipe Collado, Celedonio Jiménez Santos, Jesús Tellería Castillo, Juan Francisco Martínez, Hugo Cedeño, Marisela Durán Pérez, Manuel Pozo, Miguel Reyes Santana, Ariosto Rojas, Jorge Santana Castillo, Francisco Guzmán Fernández, Julio César Vargas Ruiz, Bienvenido Silfa Cabrera, César D. Santana, Juan López, Angel Encarnación, Angela Carrasco, Freddy Aguasvivas, Víctor Víctor, María Aybar, Roberto Rodríguez Marchena, Manuel García Cartagena, Pedro Camilo, Rarfael García Romero, Pavel Núñez, Taty Hernández Durán, Radhamés Reyes Vásquez, Arturo Victoriano, Marino Beriguete, Jesús Sosa, Natacha Sánchez, Carmen Miranda, Pengsien Rafael Sang, Amauri Germán Uribe Miranda, Gilda Pérez de Franco, Elka Schéker Mendoza, Aleyda Núñez, Sergio Ramírez, Edgar Omar Ramírez Ruiz, José Bobadilla, Ramón Marte, José Aracena, Modesto Encarnación. Franklin Gutiérrez, Norberto James Rawlings, Néstor E. Rodríguez, José Acosta, Dagoberto López, Ruth Elisabeth Espínola, Carlos Sánchez, César Sánchez Beras, Juan Matos, Rafael Jacobo, José Figuereo, Pedro Cabiya, Pastor de la Rosa, Edgar Omar Ramírez, Emilio Paulino Valdez, Juan Stanley Rondón, Miguel de Mena, Zeneida Hernández. 

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Ivan Tovar

April 17, 2019 By dillon Leave a Comment

PARA ENCONTRAR A

IVAN TOVAR

FERNANDO UREÑA RIB

 

 

 

 

Primero quise ver a Tovar desde los libros. Pensé que para desentrañar el aura mágica y sórdida que rodea a algunas de sus pinturas presentadas en la Galería Auffant, habría que ir antes a los Rostros Ocultos de Salvador Dalí, a los manifiestos de André Bretón, que habría que utilizar el microscopio de lo fútil y lo absurdo de Nietzsche y Schopenhauer a través del cual miraron De Chirico y Carrá y los otros iniciadores del surrealismo y de las pinturas metafísicas. Imaginé que la clave se podría encontrar en el desafuero ordenado de los cuentos de Bierce, en los cuales lo picante e hiriente se presenta con la elegante blancura del humor negro.

Pero las llavecillas que me abrieron el mundo secreto de Iván Tovar no están fuera sino dentro de sus cuadros. Entré en ellos gracias a ciertas inexplicables coincidencias. Fue temprano en la mañana, cuando aun no había mucho público. Los enmarcadores lucían muy ocupados en la trastienda y unos cuantos clientes entraban o salían llevando consigo diplomas, fotografías y bordados. Los cristales me aislaban del ruido de la calle.

Estudié cuidadosamente los dibujos, los anagramas y los signos. Hice mis anotaciones y coloqué las letras en el orden preciso. Pronuncié las palabras y atravesé el espacio sagrado, succionado por vientos glaciales. Después la atmósfera se hizo cálida y serena. Recordé entonces las palabras de. Gausachs: “No solo se debe poder entrar en un buen cuadro, sino respirar en él.

Imágenes y formas que desde afuera me habían parecido frías y sin vida, pude tocarlas ahora y sentir el cálido murmullo de la sangre detrás de la epidermis blanda y tersa. Retorcidas y elásticas, aquellas formas habían perdido su significación primera y ahora, convertidas en vísceras y esófagos, asimilaban y transportaban alguna energía secreta.

Quise ver detrás de las superficies planas y luminosas y adentrarme en el oscuro fondo interior. Anduve con cuidado porque cuernos filosos y lanzas guardaban celosamente la entrada. Había anclas y cadenas. Placeres, deseos y caprichos revoloteaban sinuosos, inquiriendo buscando, anhelando, pero morían rápidamente.

Había maquinas para trasformar el cuerpo y hacer del grito y de la angustia un arma punzante. Había alambiques para destilar el miedo, adormideras, y una colección de idolillos colocados unos sobre otros en frascos de engrudo. Qué decir de las aves y los peces. Había cóndores, albatros, mirlos y zorzales todos redibujados y convertidos en espina dorsal o en caracolas, alejados definitivamente de su función y de su medio.

Atravesé entonces una zona desértica, tan seca que el aire era apenas respirable, me empujaban los vientos del Harmatán.

Había en el fondo alguna luz. Cruce rápidamente y sentí el silencio ensordecedor de la oquedad de la muerte golpeando a mis espaldas. Me volví para ver en las paredes las dolientes pinturas de Rivera, los San Esteban y los San Sebastianes atravesados. A mi derecha los Cristos lacerados y Sangrantes de Cánovas.

Y entonces un quejido se retorcía como serpiente en mis oídos igual que en las noches de cante jondo y soleares. Seguí un poco más al Norte y me envolvías los ricos olores de exquisitas delicias culinarias. Los aromas del vino. Un poco más y mis pies se hundían en los cuerpos desnudos de las Lucrecias suicidas Finalmente allí, sentado en su silla voluptuosa, estaba Iván.

FERNANDO UREÑA RIB

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April 17, 2019 By dillon Leave a Comment

PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA

EN LAS LETRAS HISPANOAMERICANAS

Humberto Sánchez Córdova

Una nueva etapa se dio en La Habana, Cuba de 1904 a 1905 en la cual desarrolló una amplia producción literaria y pueden distinguirse dos etapas en México, una de 1906 a 1914 donde se identificó con el país, dio lo mejor de sí con el apasionamiento de la juventud, se integró al grupo de jóvenes intelectuales, que a partir de la “Revista Savia Moderna” llegarían a modificar el país, pues coincide con la transformación cultural y social de México. Y por último, por invitación de José Vasconcelos, Secretario de Educación llegó nuevamente a México en 1921 a colaborar como profesor de literatura de la Escuela Nacional Preparatoria y como director de Intercambio Universitario, ahí fundó y dirigió la Escuela de Verano este periodo que se prolongará hasta 1924 se caracterizó por implantar nuevos métodos de enseñanza e inició el Seminario de Letras Españolas en la Escuela de Altos Estudios, que más tarde se llamó Facultad de Filosofía y Letras.

La estancia de Pedro Henríquez Ureña fué una decisión que marcó el destino de su vida, encontró una afirmación de su propio ser dentro de un ámbito cultural, halló aquí el contenido esencial de su obra; un sentido de la América hispánica, descubrió en México otro mundo.

Vivió su última etapa en Argentina y abarcó de 1925 hasta su fallecimiento en mayo de 1946. Fue esta de intenso trabajo intelectual, característica primordial en la vida de Pedro Henríquez Ureña. En este país fue maestro del Colegio Nacional de la Plata, impartió conferencias, publicó un libro de gramática, fundó la Universidad Popular Alejandro Korn, participó en congresos, prologó la colección Cien Obras Maestras, concibió la Colección Grandes Escritores de América, organizó la Biblioteca Americana y recibió la Cátedra Charles Eliot Norton en la Universidad de Minnesota,— primer latinoomericano en ocuparla—.

Los afanes de Pedro Henríquez fueron su permanante deseo por educar y descubrir vocaciones. Alfonso Reyes, su amigo de toda la vida escribió: “enseñaba a ver, a oír y a pensar, y suscitó una verdadera reforma de la cultura.” Se identificó con México, amó a México, fue su meta, estudió sus manifestaciones culturales y descubrió sus características. Así pues, habló de México como el primero de los países de Latinoamérica donde surge y se encarna un sentimiento colectivo iberoamericano que aspira a crear una cultura propia de nuestra raza.

Sus principales aportaciones a la cultura mexicana en el campo de las letras fueron: trabajos filológicos y obras de temática diversa; la revalorización de Juan Ruiz de Alarcón; sus estudios sobre Sor Juana Inés de la Cruz; la revalorización del Siglo XVIII (el barroco); su participación en la Antología del Centenario Mexicano y la valorización de las obras de Alfonso Reyes . En México, en el campo de las ideas luchó contra el positivismo, orientó a los jóvenes que formaron el Ateneo de México y más tarde al grupo Generación de 1915. En el campo de la educación colaboró en la organización de la Universidad Popular, en la reorganización de la escuela de Altos estudios y en la organización de la escuela de Verano.

Su huella es imborrable y su saber fue un ejemplo que se mantuvo vivo en respetables figuras de la vida nacional mexicana.

Por: Humberto Sánchez Córdova (Cátedra Especial 1998- 1999)

Pedro Henríquez Ureña nació en República Dominicana en 1884, donde recibió una esmerada educación intelectual desde la infancia. Su familia perteneció a la tradición cultural de Santo Domingo. Su hogar fue centro de gran actividad cultural, se reunían en él grandes figuras políticas e intelectuales como José Martí y Eugenio María de Hostos. Henríquez Ureña fue un asiduo asistente a centros de reuniones y lecturas donde desarrolló el gusto por los clásicos y modernos, por el teatro español, la novela francesa y el teatro de Ibsen que le descubrió un mundo nuevo: la literatura moderna.

La vida y obra de Pedro Henríquez Ureña comprendió varias etapas, dos en Estados Unidos, la primera, a los 17 años pasó tres años en Nueva York, aprendió el idioma, entró en contacto con las mejores bibliotecas y los más grandes valores musicales y teatrales; ahí conoció la verdadera vida americana y aprendió a estimarla en su verdadero valor. La segunda vez que estuvo en Estados Unidos fue de noviembre de 1914 hasta 1920, etapa en donde alcanzó una sólida formación profesio-nal y docente. Obtuvo la maestría en Arte y el grado de Doctor en Letras. Ahí se vinculó con el Centro de Estudios Históricos de Madrid. Impartió sus cursos en el Departamento de Lenguas Romances: “Vidas y costumbres en hispanoomérica” en la Universidad de Minnesota.

Una nueva etapa se dio en La Habana, Cuba de 1904 a 1905 en la cual desarrolló una amplia producción literaria y pueden distinguirse dos etapas en México, una de 1906 a 1914 donde se identificó con el país, dio lo mejor de sí con el apasionamiento de la juventud, se integró al grupo de jóvenes intelectuales, que a partir de la “Revista Savia Moderna” llegarían a modificar el país, pues coincide con la transformación cultural y social de México. Y por último, por invitación de José Vasconcelos, Secretario de Educación llegó nuevamente a México en 1921 a colaborar como profesor de literatura de la Escuela Nacional Preparatoria y como director de Intercambio Universitario, ahí fundó y dirigió la Escuela de Verano este periodo que se prolongará hasta 1924 se caracterizó por implantar nuevos métodos de enseñanza e inició el Seminario de Letras Españolas en la Escuela de Altos Estudios, que más tarde se llamó Facultad de Filosofía y Letras.

La estancia de Pedro Henríquez Ureña fué una decisión que marcó el destino de su vida, encontró una afirmación de su propio ser dentro de un ámbito cultural, halló aquí el contenido esencial de su obra; un sentido de la América hispánica, descubrió en México otro mundo.

Vivió su última etapa en Argentina y abarcó de 1925 hasta su fallecimiento en mayo de 1946. Fue esta de intenso trabajo intelectual, característica primordial en la vida de Pedro Henríquez Ureña. En este país fue maestro del Colegio Nacional de la Plata, impartió conferencias, publicó un libro de gramática, fundó la Universidad Popular Alejandro Korn, participó en congresos, prologó la colección Cien Obras Maestras, concibió la Colección Grandes Escritores de América, organizó la Biblioteca Americana y recibió la Cátedra Charles Eliot Norton en la Universidad de Minnesota,— primer latinoomericano en ocuparla—.

Los afanes de Pedro Henríquez fueron su permanante deseo por educar y descubrir vocaciones. Alfonso Reyes, su amigo de toda la vida escribió: “enseñaba a ver, a oír y a pensar, y suscitó una verdadera reforma de la cultura.” Se identificó con México, amó a México, fue su meta, estudió sus manifestaciones culturales y descubrió sus características. Así pues, habló de México como el primero de los países de Latinoamérica donde surge y se encarna un sentimiento colectivo iberoamericano que aspira a crear una cultura propia de nuestra raza.

Sus principales aportaciones a la cultura mexicana en el campo de las letras fueron: trabajos filológicos y obras de temática diversa; la revalorización de Juan Ruiz de Alarcón; sus estudios sobre Sor Juana Inés de la Cruz; la revalorización del Siglo XVIII (el barroco); su participación en la Antología del Centenario Mexicano y la valorización de las obras de Alfonso Reyes . En México, en el campo de las ideas luchó contra el positivismo, orientó a los jóvenes que formaron el Ateneo de México y más tarde al grupo Generación de 1915. En el campo de la educación colaboró en la organización de la Universidad Popular, en la reorganización de la escuela de Altos estudios y en la organización de la escuela de Verano.

Su huella es imborrable y su saber fue un ejemplo que se mantuvo vivo en respetables figuras de la vida nacional mexicana.

Por: Humberto Sánchez Córdova (Cátedra Especial 1998- 1999)

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PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA

Pedro Henríquez Ureña nació en República Dominicana en 1884, donde recibió una esmerada educación intelectual desde la infancia. Su familia perteneció a la tradición cultural de Santo Domingo. Su hogar fue centro de gran actividad cultural, se reunían en él grandes figuras políticas e intelectuales como José Martí y Eugenio María de Hostos. Henríquez Ureña fue un asiduo asistente a centros de reuniones y lecturas donde desarrolló el gusto por los clásicos y modernos, por el teatro español, la novela francesa y el teatro de Ibsen que le descubrió un mundo nuevo: la literatura moderna.

La vida y obra de Pedro Henríquez Ureña comprendió varias etapas, dos en Estados Unidos, la primera, a los 17 años pasó tres años en Nueva York, aprendió el idioma, entró en contacto con las mejores bibliotecas y los más grandes valores musicales y teatrales; ahí conoció la verdadera vida americana y aprendió a estimarla en su verdadero valor. La segunda vez que estuvo en Estados Unidos fue de noviembre de 1914 hasta 1920, etapa en donde alcanzó una sólida formación profesio-nal y docente. Obtuvo la maestría en Arte y el grado de Doctor en Letras. Ahí se vinculó con el Centro de Estudios Históricos de Madrid. Impartió sus cursos en el Departamento de Lenguas Romances: “Vidas y costumbres en hispanoomérica” en la Universidad de Minnesota.

https://latinartmuseum.com/artists/1506/

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Ada Balcacer

April 17, 2019 By dillon Leave a Comment

la luCCE apasionaTTa dI

Ada Balcácer

LA PITTURA DI ADA BALCACER


“Nymphae” è il titolo della personale che la pittrice Ada Balcacer, che vive e lavora in Florida, presenta alla galleria “Duomo” in via Arcidiacono Pacifico. Quadri di grandi dimensioni, come è da sempre sua abitudine e sostanziale caratteristica, ma anche quadri di dimensione ridotta dipinti espressamente per la mostra veronese, danno vita ad una mostra in cui la pittura vive di luce e di caldi colori.
E’ questa l’ascendenza irrinunciabile dell’opera di Ada Balcacer che, fin dal 1986, sperimenta una pagina pittorica che vive dell’intensità della luce solare dei tropici e delle intuizioni formali dell’autrice che, non limitandosi ad usare i colori dello spettro, massimizza le potenzialità del bianco e nero fino a “ricavare nove colori anziché i sette stabiliti dalla fisica tradizionale”.
All’aspetto tecnico della sua ricerca la pittrice aggiunge quello emotivo, quello più legato al suo sentire e interpretare la natura e i fiori, in particolare le ninfee, quei fiori acquatici descritti come “soggetti universali dell’arte e della religione” ispirati “ai testi dell’antica Lotus Sutra”.
Anche se l’autrice esprime nel migliore dei modi la propria intensa creatività nei grandi quadri, è da dire che al primo approccio con i piccoli formati l’esito artistico non è per nulla inferiore. Anzi, nell’intimità della forma minima si esaltano le improvvise insorgenze cromatiche, i lampi di luminosità che, se sulle ampie superfici, pur non disperdendosi, attenuano il loro impatto emozionale e la loro efficacia espressiva, nei piccoli quadri si raccolgono in un linguaggio visivo efficace, immediato e assai incisivo. (g. t.)

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