RAFAEL DÍAZ NIESE
EN EL MUSEO BELLAPART
FERNANDO UREÑA RIB
NINFAS. PINTURA AL ÓLEO DE FERNANDO UREÑA RIB
En la antesala del Museo Bellapart se presentan actualmente siete retratos del gran intelectual dominicano Rafael Díaz Niese. La figura de Diaz Niese es recordada por muchos de manera entrañable. Este homenaje del Museo Bellapart es merecido. A Rafael Díaz Niese debemos el florecimiento y el despertar de las diferentes instituciones artísticas que aún hoy forman y nutren nuestra cultura. Instituciones tales como la Dirección General y la Escuela Nacional de Bellas Artes, la Orquesta Nacional y la Bienal Nacional de Artes Plásticas se fundaron bajo su gestión en los días difíciles de la dictadura de Trujillo.
Sin embargo, Díaz Niese no fue un administrador y político que se alejara del movimiento cultural de su época, sino que al contrario era un hombre que se rodeaba de artistas, de músicos e intelectuales. Sabía escuchar y dialogar hasta encontrar las raíces de nuestra cultura. Él estudió y se interesó en comprender la idiosincrasia del dominicano y puso un gran empeño en que se preservaran los vetustos edificios de la ciudad colonial, escribiendo varios artículos y haciendo una extensa labor de discusión y divulgación.
En el periódico La Nación y en los cuadernos dominicanos de cultura aparecían sus artículos que abarcaban desde la alfarería indígena dominicana (escrito con absoluto rigor) hasta ensayos de filosofía y estética. Este precursor de la crítica analítica en Santo Domingo manifestaba en sus escritos una prosa vigorosa y firme, en la que el escritor alcanzó gran profundidad y transparencia.
Estos retratos que presenta el Museo Bellapart en conmemoración a los cincuenta años de su fallecimiento, son uno de esos pequeños tesoros artísticos que conserva en sus salas el Museo. Siete retratos que son, por supuesto, siete visiones distintas del filósofo y humanista dominicano. Algunos son retratos realizados durante sus prolongados viajes por Europa.
Alfonso Castelao fue un pintor de renombre quien realizó en París, en 1917 un retrato al óleo sobre cartón de aquel joven estudiante dominicano. La pincelada es ágil, suelta, precisa y nos recuerda a esa impetuosa manera de pintar que agitaba la mano del maestro Goya. Carlos Arean escribe: ” La más completa personalidad entre los grandes pintores gallegos del siglo XX fue la de Alfonso Rodríguez Castelao (La Coruña,1866-Buenos Aires,1950).
De Jaques Aubrum se tienen menos datos, excepto que fue pintor, decorador y grabadista y que expuso en los salones de Otoño de 1923, 1925, 1927 y 1928. Se trata de una pintura de gran solidez y de una manejo sordo de los grises.
Jaime Colson realizó dos retratos de Díaz Niese. Uno en 1936 y el otro en 1944. El de 1936 está muy bien documentado y apareció en numerosas exposiciones y publicaciones. Un Díaz Niese joven se cubre con una chaqueta de cuero mirando fijamente al pintor. Colson capta la intensidad y profundidad de esa mirada que penetra y se pierde en los arcanos del pensamiento.
La especialidad de Yory Morel no fue el retrato, sino más bien el paisaje de la campiña cibaeña. Sin embargo, el retrato de Morel también es sobre todo una introspección, un reflejo del alma de este pensador. Desde un medio perfil, la mirada grave, ausculta la mirada del pintor santiaguero y se produce un cruce, un choque, una extraña complicidad entre el retratista y el retratado.
Rudo y misterioso es el retrato que el muralista Vela Zanetti le pintara en 1946. La fuerza calmada y la pasión contenida se reflejan en las manos y en el rostro pensativo. El paisaje del terruño del artista (o quizás del retratado) le sirve de marco. Entonces recordamos las palabras del crítico: “El arte no puede ser una reacción mecánica, no debe ser una simple reacción sensual. Por el contrario, el arte de ser el resultado de una evolución cerebral- si se nos permite la expresión – de las impresiones sensoriales.”
El retrato de Darío Suro (pintado en 1947) es extraño, sutil e idealizado, porque la figura de Díaz Niese emerge desde las entrañas de la tierra. Fondo y forma se funden con el paisaje que invade la figura sedente del ensayista. Una atmósfera de soledad y quizás de escepticismo se advierte en ahora en su mirada reflexiva. Pero es preciso acudir y ver estas pinturas en el Museo Bellapart, porque como afirmara Díaz Niese: “La pintura no se explica: es.”
FERNANDO UREÑA RIB
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