ARTE CONCEPTUAL CARIBEÑO
QUISQUEYA HENRÍQUEZ
TERESA MÁRQUEZ
TERESA MÁRQUEZ
LA OBRA DE QUISQUEYA HENRÍQUEZ PERMITE REVALORAR PUNTOS DE VISTA CONSTRUIDOS ALREDEDOR DE HERENCIAS CONCEPTUALES
A partir de ayer se presenta en la Sala 7. Proyectos Contemporáneos del Museo Rufino Tamayo la pieza de Quisqueya Henríquez, artista dominicana que interviene el espacio para hacer reflexionar al público sobre el problema social en torno al auge de la construcción urbana en la República Dominicana.
Teresa Márquez, titular del museo anfitrión, dijo que Quisqueya Henríquez es en la actualidad una de las jóvenes que más ha llamado la atención por la calidad y el significado de sus piezas. Renovadora de las lecturas conceptuales, el trabajo de Henríquez es resultado de profundas investigaciones que giran en torno a reflexionar acerca del espacio, el tiempo y lo real.
Señaló que la exposición que el Museo Rufino Tamayo ofrece en la Sala 7, espacio destinado a exhibir las propuestas contemporáneas, ofrece al público la posibilidad de revalorar los nuevos puntos de vista que se construyen alrededor de herencias conceptuales.
Por su parte, la creadora comentó el propósito de su pieza, que consiste en tres imágenes que proyectan una revolvedora, un albañil en el proceso de colocar el cemento sobre una pared de ladrillos para darle el acabado final y un sonido de demolición.
“Es una pieza que se compone de tres momentos: transformación, reconstrucción y demolición. En el primero traté de hacer básicamente una transformación al espacio de la Sala 7, cambiando en alguna medida sus propiedades arquitectónicas.
“El segundo momento, es una transformación virtual que sucede a través de imágenes en movimiento tomadas en video y son tomas de un proceso de construcción en el cual yo intervine para filmar algunos de estos pasos.
“El tercero, es el sonido de una demolición. Entre el sonido y la imagen hay una especie de contradicción. En la imagen se construye y con el sonido se destruye.
“Con esta pieza he tratado de representar un poco la dinámica de construcción y demolición que sucede en algunas ciudades latinoamericanas, especialmente el Ciudad de Santo Domingo, en República Dominicana, donde esta dinámica es casi ambiental debido a que es una ciudad que se transforma a una velocidad notable”, concluyó Quisqueya Henríquez.
Taiyana Pimentel, curadora permanente de la Sala 7. Proyectos Contemporáneos del Museo Rufino Tamayo, destacó lo interesante que resulta que la artista haya cuestionado tanto el espacio institucional al que se enfrenta, como el que ella misma crea e institucionaliza.
Mediante este desplazamiento obligado, comenta la curadora, Henríquez dialogó sobre la inestabilidad de las relaciones entre espacios públicos y privados: reflexionó sobre el acto mismo de la intervención, en una especie de crítica adelantada a la propia obra, un ejercicio muy profundo de injerencia que elimina el habla.
La obra de Quisqueya Henríquez estará en exhibición hasta el 5 de noviembre en la Sala 7, para corroborar la importancia que en los últimos tiempos ha adquirido la observación estricta de los creadores sobre el presente.
Como actividad complementaria, el 19 de septiembre a las 19:30 horas en el mismo recinto se llevará a cabo la mesa redonda Reflexiones en torno del arte relacional, con la participación del curador del Walker Art Center, Phillipe Vergne; el crítico de arte Roberto Pinto; y el artista y curador Pedro Reyes.
Curador Curado
Por Marianne de Tolentino*
Toda exposición encierra un mensaje, aparte de sus elementos visuales y partiendo de ellos. Hasta la muestra más sencilla transmite las convicciones del autor y su afiliación artística. Cuando es una presentación colectiva, fundamentada en la nueva imagen, que hace además planteamientos de principios e involucra a una clase profesional, no basta limitarse a ver las obras, analizarlas y emitir un juicio de valor. Reflexiones mayores se imponen.
Sin haber señalado su título, nos referimos especialmente a la exposición “Curador Curado”, que finalizó el 14 de octubre, luego de haber ocupado la segunda planta del Museo de Arte Moderno de Santo Domingo durante dos meses. Por ser compartida por tres artistas, Quisqueya Henríquez, Jorge Pineda y Fernando Varela fue una muestra colectiva, pero el número de obras que aportó cada uno le dio también un carácter personal.
Fue, en cierto sentido, una exposición sin precedente, porque, a las piezas exhibidas en sí, se agregó una labor, sino de escenografía, de orientación del público, guiando su circulación y su ritmo, proponiéndole un recorrido, desde las portentosas tijeras de Fernando Varela, luego las perturbadoras fotos de Quisqueya Henríquez, las instalaciones estremecedoras de Jorge Pineda, hasta el final de ese triple concierto, sucesivamente Varela, Henríquez y Pineda de nuevo. Un par de horas -tiempo excepcional para una exposición en nuestro país- se necesitaba para mirar, interpretar, evaluar esta (re)colección.
Texto sobre la Curaduría
El título de la exposición desconcierta a quien no está informado de los pormenores del evento. Desde el umbral de la segunda planta y percibiendo las primeras obras, el espectador ya sabe que es una exposición de arte contemporáneo y que tal vez su denominación misteriosa se inscribe en la descodificación necesaria y no siempre satisfactoria de esta forma de creación plástica.
Ahora bien, un texto impecable -como cada uno de los elementos de esta colectiva- nos entrega la clave de por qué “Curador Curado” y no “Tres artistas contemporáneos”, o algo similar pero más contundente. Quisqueya Henríquez, Jorge Pineda y Fernando Varela han actuado a la vez como artistas y como curadores, dos de ellos asumiendo la responsabilidad curatorial para el tercero respectiva y sucesivamente.. Analizaron, investigaron, discutieron, seleccionaron, buscaron recursos aun, como los más dedicados -los hay aunque no muchos- de los curadores.
Si interpretamos cabalmente las opiniones versadas, los expositores se vieron forzados a cumplir esa doble función artística y curatorial por las carencias en nuestro medio de curadores. “Los bienes y los males de este sujeto y su actividad, también creador, también artista, responsables de los primeros pasos de la obra de arte fuera del estudio, han estado, en gran medida, ausentes en el contexto artístico dominicano. A través de las últimas dos décadas, esta ausencia ha dejado vacíos inllenables que afectan todavía la actividad de los creadores contemporáneos que han tratado de insertarse en el contexto internacional sin lograr un resultado que les beneficie en el desarrollo de sus carreras.” (fin de una cita, un poco larga…)
Admitimos que nuestro país no cuenta con curadores estelares -de la talla de María Luisa Borras, Rosa Martínez o Achille Bonito Oliva para citar a algunos- ¿pero soportarían nuestros artistas sus temperamentos?, y que no es la especialidad más desarrollada en la vida artística dominicana. En buena medida, se debe a la renuencia de los mismos artistas, que, hasta épocas recientes, consideraban la curaduría como una injerencia más que como un beneficio. Por otra parte, según lo señala al final el planteamiento, “debería haber tantos curadores como discursos por representar”, y, en Santo Domingo, habrá muy pocos curadores -así parece que no los hay- para los creadores contemporáneos, pero no faltan quienes aconsejan, seleccionan y apoyan a los artistas más tradicionales o simplemente modernos. Por tanto la carencia se siente casi sólo a nivel de la creación más pujante en sus innovaciones.
Estamos plenamente de acuerdo en que los grandes eventos, museos y coleccionistas internacionales se interesan por esa clase de arte, no por el conservador, y los primeros que no deben hacerse ilusiones son los propios artistas, representantes de la tradición. El hecho de que la República Dominicana haya sido marginada de las oportunidades más significativas, no se debe principalmente a una falta de promotores militantes -sería la terminología más exacta-, sino a varios factores negativamente imbricados. En primer lugar estuvo hasta hoy -ojalá esto cambie- la falta de una política cultural oficial en este sentido y su corolario, la ausencia de un financiamiento público a la verdadera proyección internacional del arte dominicano. Cuando lo hubo excepcionalmente, fue pobre y para representantes del “establishment”. Luego, está la “prisa” nuestra y el desconocimiento de que un importante centro de arte suele tener compromisos previos con un mínimo de tres años de antelación.
Ahora bien, más decisiva es una actitud de los propios centros de arte o Bienales hegemónicas que no creen en el Caribe con excepción de Cuba -cuyo avance data de varias decenas de años-. Allí los tomadores de decisiones no quieren asumir riesgos, sino invitar a los artistas ya muy renombrados y a una ínfima minoría de genios, casi siempre muy jóvenes -fue el caso de los cubanos Bedia y Kcho-. Y aun cuando han tenido actitudes distintas precisamente respecto a la República Dominicana, de repente revierten sus favores, como sucedió en Cuba y en Sao Paulo. ¿Culpa de los curadores nuestros, cuando los comisarios no se molestan en visitar el país pero van a Curazao, Aruba y Jamaica? Así mismo sucedió con enviados japoneses, pese a que, en Puerto Rico… le dijeron que visitaran a Santo Domingo. Nosotros les entregamos en Tokyo expedientes dominicanos, el evento no se llegó a dar, ignoramos cual hubiera sido la selección final.
En lo concerniente a los máximos dirigentes mundiales de la curaduría, ellos dominan circuitos establecidos y cuidan su fama: acoger a pequeños desconocidos no les estimula. Vulgarmente, diríamos que “eso no paga”. Aun amigos, como en la II Bienal de Johannesburg Gerardo Mosquera -citado como ejemplo positivo por “Curador Curado” y que bien conoce a nuestros artistas generación del 90 incluida-, se olvidan de la República Dominicana. Todavía no descartamos la esperanza de que el curador sudafricano y director de la Documenta de Kassel, visite la Bienal del Caribe: parecía absolutamente sincero, cuando, en octubre, nos prometió que vendría. Pero de esto a una participación dominicana en la más cotizada y discutida confrontación mundial, ¡hay mucha distancia!
Y luego existe otro factor esencial, ajeno a la existencia o no de curadores dominicanos competentes, la escasez de artistas locales, susceptibles de responder a las exigencia de los eventos -faros de la actualidad internacional. Los nuestros no derogan a los requisitos de la praxis. Aun los más contemporáneos no renuncian a lo “esencial del arte: la rareza, la invención, el trabajo, la novedad del objeto.”(Anne Vauquelin). Hasta los más radicales de aquí no son ni morbosos, ni intrínsecamente conceptuales, ni hacedores de tecno-imágenes. Si alguno se aventura en la iconoclastia, ahí se queda, más bien simulando su adhesión al no-arte. No les van pues a invitar ni “descubrir” para las confrontaciones que sacralizan la agresiva contemporaneidad. ¿Harían falta curadores decididos a intervenir más allá de sus derechos y deberes, a sustituirse al artista, a cambiar a su guisa el lenguaje del creador para que ese se “inserte” en un circuito? Un contrasentido. Tampoco el curador puede desvelarse en el taller del artista, a pesar de la etimología, como el médico en la cabecera de un enfermo.
CURADOR CURADO
En fin, la curaduría -que oímos calificar en un congreso mundial reciente ¡como el “asesinato del arte”!- demanda muchos análisis y reflexiones. La postura inicial de “Curador curado” hubiera debido ser menos sistemática… a menos que se pretenda justamente suscitar reacciones, según asintió hablando con nosotros uno de los co-autores del proyecto. Ahora bien, no ha terminado el evento en su fase teórica, y, cuando se ponga a circular el catálogo, se reabrirán los debates. Algo tan necesario como lo fue la misma exposición.
Arte contemporáneo
Cuando estamos escribiendo este texto, la IV Bienal del Caribe está abierta. Quienes no tienen la oportunidad de visitar exposiciones de arte contemporáneo en el extranjero, pueden sin embargo reflexionar acerca de dos muestras de arte no tradicional en el mismo Museo de Arte Moderno. La IV Bienal del Caribe ha sucedido a “Curador Curado”. En esa confrontación regional, cuyos participantes pueden en mayoría ser considerados como artistas contemporáneos, hay algunas estridencias de “tecno-arte”, insignificantes aun en esa misma categoría y que personalmente estimamos fuera del contexto caribeño. “Curador Curado” ha sabido evitar el arte llevado a sus límites y, dentro de la renovación/innovación, ha preservado lo que llamaríamos valores estéticos perennes: la pulcritud, la armonía, la autenticidad de la creación.
Por esa misma razón nos hubiera gustado que el título y el planteamiento introductorio se refiriesen a una cierta propuesta de arte contemporáneo de parte de los tres expositores. Creemos que exposiciones como ésta ayudan a que nuestro público pierda el miedo a “las locuras” de la contemporaneidad y comprueben su carácter a la vez lúdico, serio y accesible. “Curador Curado” es de las exposiciones que ensanchan la mirada, y por tanto una profesión de fe de los autores, acerca de sus obras o de la muestra en conjunto, contribuía a afianzar el carácter de revelación o confirmación, lo convertía en una opción perfectamente asimilable.
En comparación el discurso sobre la curaduría y su responsabilidad era para el espectador común una especie de digresión teórica, fuera del contenido de la muestra y sin relación con su percepción intrínseca.
Afirmamos que el conjunto de “Curador Curado” define la contemporaneidad en el sentido de un arte actual, en recreación y cuestionamiento constantes. Jorge Pineda y Fernando Varela, aunque mantienen sus temas -el primero la ecología y los derechos de la vida; el segundo, el ser humano exterior e interior sobre todo- investigan continuamente e introducen cambios en sus iconografías respectivas. Quisqueya Henríquez, la más radical de los tres, que cuenta con notoriedad y carrera internacional (¿con o sin curadores?), desde que se radicó en Santo Domingo se autopermitió mayor variedad y ha abierto una obra otrora austera y conceptual. Sabiamente recurrieron a su experiencia y orientación de artista contemporánea establecida.
Los soportes, en los tres artistas, pertenecen a varias categorías que, a veces se hibridan en una misma obra. Alternan pinturas, dibujos, esculturas, instalaciones, fotografías, técnicas mixtas, ready-made intervenidos. Contemporáneos y polivalentes, Quisqueya Henríquez, Jorge Pineda, Fernando Varela no quieren entregar al espectador una lectura fácil, y a veces no les disgusta despistarnos, hacernos creer que uno podría sustituirse al otro, así en las tijeras gigantes de Fernando, el pequeño jardín interior de Jorge, la desplegada desacralización del deporte por Quisqueya, y esto principalmente en obras tridimensionales.
No obstante hay autorías inconfundibles: los dibujos virtuosos de la fauna amordazada o la niña tatuada de Jorge Pineda, el gran módulo de meditación de Fernando Varela y sus “tomografías” metafísicas, el singular despliegue fotográfico -sensual, perturbador, humorístico, poético también- de Quisqueya Henríquez. El autorretrato -directo e indirecto-, la vida -cotidiana, material y espiritual- les inspiran y se reformulan. La muerte es más discreta pero presente en las anatomías despellejadas de Fernando y la destrucción ecológica “en ese país de mierda” de Quisqueya, alcanzando su clímax social en Jorge y las sugerencias de homicida.
Nos parece indispensable subrayar que los artistas no han querido llegar a límites extremos del arte contemporáneo y han tenido presente la intención de atraer/convencer a nuevos públicos -comprobamos la reacción grata de los jóvenes-. Conservaron sus identidades respectivas, se esmeraron en los resultados, buscaron la comprensión de su trabajo. Y hecho fundamental, a diferencia de muchos artistas contemporáneos (del exterior), ellos, actuando por consenso curatorial, no quisieron atacar ni el arte ni a los partidarios de lenguajes y categorías habituales. El mismo perfeccionismo de la ejecución y la preservación de la estética, además elementos denotativos de sus tres individualidades, ratifican esa intención.
Quisqueya Henríquez, la más experimentada en la materia, sintetiza ese compromiso. Sus magníficas fotografías, cual sea la temática, conservan la calidad técnica más rigurosa, sus proyecciones/videos igualmente. Sus instalaciones utilizan objetos seriales y anónimos, pero ella los interviene y le agrega la dimensión personal e insólita. Aquí está la simbiosis de la intención de convencer y de la austera exquisitez de su personalidad artística.
“Curador Curado” quedará en las memorias del Arte Dominicano como una exposición sobresaliente y aleccionadora, no como una propuesta sobre los curadores, sus lagunas y sus responsabilidades en el medio dominicano. Quisqueya Henríquez, Jorge Pineda y Fernando Varela aspiran legítimamente a llevar esta gran muestra al exterior. Ojalá sus deseos se cumplan, y que el difícil “contexto internacional” acoja sus curadurías y sus obras, aquí (con)fundidas en una autoría compartida. Un asunto de apoyo y de comunicación.
MARIANNE DE TOLENTINO
*Vice-presidenta de la AICA
Presidenta de la Asociacion Dominicana de Criticos de Arte, ADCA
Directora del Centro CARIFORO – Santo Domingo
QUISQUEYA HENRIQUEZ
BORN
1966 Havana, Cuba, Lives between Miami and Santo Domingo.EDUCATION
1987-1992 Instituto Superior de Arte, Havana, Cuba.1985 – 1986 Universidad Autonoma de Santo Domingo, Dominican Republic.
ARTIST EXHIBITIONS
1996 Consuelo Castaneda and Quisqueya Henriquez Collaboration
Morris-Healy Gallery, New York, NY.
1995 REAL – MORE REAL.
Museum of Contemporary Art, (MOCA), North Miami, FL
1994 Intar Gallery, New York, NY.
1993 Fredric Snitzer Gallery, Coral Gables, FL.
1992 Ninart Centro de Cultura, Mexico City, Mexico.GROUP EXHIBITIONS
1997 1997 South FL Cultural Consortium, media and visual artist fellowship exhibition, Miami Art Museum, Miami, FL.
THE CRYSTAL STOPPER, Lehmann Maupin Gallery, New York, NY.
CROSSINGS AND DEPARTURES: Making Art in Miami, Allen Memorial Art Museum, Oberlin College, Oberlin, Ohio.1996 ON/IN/THROUGH, Morris-Healy Gallery, New York, NY.
SCULPTURE Preview – Review Cohen-Berkowitz Gallery, Kansas City, Missouri.
WAREHOUSE PROJECT, Consuelo Castaneda – Quisqueya Henriquez collaboration, Miami, Florida.
DEFINING THE NINETIES, Consensus-making in New York, Miami and Los Angeles, Museum of Contemporary Art (MOCA), North Miami, FL (catalog).1995 HUMAN NATURE, exhibition and auction, The New Museum of Contemporary Art, New York, NY.
1994 SELECTED GALLERY ARTISTS, Fredric Snitzer Gallery, Coral Gables, FL.
LAS NUEVAS MAJAS, Otis Art Gallery, Otis College of Arts and Design, Los Angeles,CA.
DAY BY DAY, Marta Gutierrez Gallery, Miami Beach, FL.
VANGUARDIA ERRANTE: LA GENERACIÓN DE LOS 80, Centro de Arte Euroamericano, Caracas, Venezuela.
ALTER NATIONS, Gallery 312, Chicago, IL.1993 ARTE CUBANA, Museo Cubano de Arte y Cultura, Miami, FL.
LAS NUEVAS MAJAS, Casona II. Secretaria de Hacienda y Credito Publico, Mexico City, Mexico.1992 LOS CUBANOS LLEGARON YA Ninart Centro de Cultura, Mexico City, Mexico.
LA DÉCADA PRODIGIOSA, PLÁSTICA CUBANA DE LO 80 Museo Universitario del Chopo, Mexico City, Mexico.
PLASTICA CUBANA CONTEMPORANEA SECOFI, Mexico City, Mexico.1990 ARTE CONTEMPORANEO CUBANO, CINCO PINTORAS Galería Arte y Promoción, México City, Mexico.
PROYECTO C & Q, Museo Universitario del Chopo, México1989 HOMENAJE DEL ISA A CASA, Casa de las Americas, La Habana, Cuba.
EL RELEVO DEL ISA, Galería del Instituto Superior de Arte, La Habana Cuba. Exhibition parallel to The III Havana Biennial
TRIBUTO, Galería Alamar, La Habana, Cuba. Exhibition parallel to The III Havana Biennial.1988 PRIMER FESTIVAL DE LA CREACION Y LA INVESTIGACION ARTISTICA, Galeria del ISA, La Habana, Cuba.
NEWSPAPERS AND PERIODICALS
Cuauhtemoc Medina, Exilio en la Calle Republica de Cuba, Poliester, Volume 4, Winter, 1993, p. 29-41, Mexico City, Mexico.
Elisa Turner, review Connections and Conundrums, Weekend Section, The Miami Herald, 1993.
Cuauhtemoc Medina, reviews Las Nuevas Majas, Art Nexus #10, Sept-Dec 1993, Columbia, p. 152-153.
Roberto Tejada, portfolio, Revista Mandoria Nuevas Escrituras de las Americas, 3, Mexico, 1994, p. 146-140.
Inverna Lockpez, portfolio, Heresies: A Feminist Publication on Art and Politics #27, 1994, p. 85.
Elisa Turner, review of the exhibition REAL-MORE REAL, The Miami Herald, Living and Art Section, June 1995,p 1E & 3E.
Carol Damian, reviews, Teresita Fernandez – Quisqueya Henriquez, Art Nexus #18, October – December 1995, p. 124-125.
Eduardo Aparicio, reviews, Quisqueya Henriquez, MOCA
Art Papers, Volume 19, Issue 6, Nov-Dec 1995, p. 42.
Eduardo Aparicio, reviews, Quisqueya Henriquez, MOCA
Poliester, Volume 4, #14, Winter 1995-1996, p. 60-61.PUBLICATIONS
Bonnie Clearwater, REAL-MORE REAL, Teresita Fernandez, Quisqueya Henriquez (exhibition catalog), MOCA, North Miami, FL, 1995.
Bonnie Clearwater DEFINING THE NINETIES, Consensus-making in New York, Miami and Los Angeles, MOCA, North Miami, FL, 1996.AWARDS
South Florida Consortium Award, $15,000 fellowship 1996/97, Miami, FL.
Cintas Fellowship 1997PUBLIC COLLECTIONS
MOCA, North Miami, FL.
Ninart Centro de Cultura, Mexico City, Mexico.PRIVATE COLLECTIONS
Rosa and Carlos de la Cruz, Miami, FL.
Cecile Panzieri, New York, NY.
Peter Menendez, Miami, FL.
Luis Calzadilla, Miami, FL.
Craig Robins, Miami Beach, FL.
Juan Lezcano, Miami, FL.
Fernando Alvarez, Miami, FL.
Alberto and Maria de la Cruz, Miami, FL
Andrew and Ellen Leinoff, Miami, FL
Read the Essay about Quisqueya Henriquez by curator Kate RawlinsonBack to New Vision Art Installations
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