DEL PAROXISMO A LA MODERNIDAD
PAUL GIUDICELLI
FERNANDO UREÑA RIB
Como surgida de una honda angustia, la obra de Paul Giudicelli alcanza niveles insospechados de paroxismo, esa exaltación intensa de las pasiones y de los sentimientos. Esa maestría en la profundidad y en la habilidad de su expresión plástica, se demuestra a pesar de la parquedad cromática con la que Giudicelli realiza su obra, que se inicia a mediado de los años 50 en medio de los avatares y la intimidación que acompañaron los últimos días de la dictadura de Trujillo.
El arte es para Paul Giudicelli una aventura obsesiva, pero dignificante. Una búsqueda insaciable e incesante y la que importa más la búsqueda en sí y no su destino, el hallazgo. Las estructuras básicas formales prevalecen en medio del aparente caos que implica, de hecho, la expresión pura.
De ahí la concatenación de elementos geométricos, rigurosamente formales y la impronta del azar que acaece sobre la obra de arte como acontece en la vida. Paul Giudicelli fue sin duda uno de los pintores más consistentes, conscientes e influyentes de la República Dominicana.
FERNANDO UREÑA RIB
FICHA DEL MUSEO
Paul Giudicelli fue un prolífico pintor autodidacta dominicano, nacido el 13 de noviembre de 1921 en el Ingenio Porvenir. Empezó tarde, a los veintiocho años, sus estudios de arte. En 1953 realizó su primera muestra individual en la entonces llamada Galería Nacional de Bellas Artes, en la que exhibió setenta obras, entre óleos, gouaches, acuarelas, dibujos y ensayos para murales.
Nació el 13 de noviembre de 1919 en la República Dominicana, en el Ingenio Porvenir. Sus padres fueron Angel Giudicelli Grillasca y Paulina Palmieri de Giudicelli, oriundos de Córcega (Francia), quienes vinieron al país como colonos a instalarse en la ciudad de San Pedro de Macorís donde vivieron y tuvieron 7 hijos de los cuales Paúl fue el tercero.
Paúl Giudicelli Palmieri vivió en el Ingenio Porvenir de San Pedro de Macorís hasta los 5 años, después se trasladó a la colonia “La Francia” del Ingenio Boca Chica. En Boca Chica vivió hasta los 9 años. A esa edad viajó con toda su familia a Francia donde permaneció por 2 años, luego regresó de nuevo a República Dominicana cuando ya tenía 11 años, y fue internado en el Colegio Santa Ana de la ciudad de Santo Domingo donde permaneció hasta terminar sus estudios primarios a la edad de 15 años. Salió de allí para hacer el bachillerato siempre en la ciudad de Santo Domingo; el que abandonó para seguir estudios comerciales, e interrumpió estos últimos, cuando contrajo matrimonio antes de cumplir los 16 años de edad.
Se dice que el joven Giudicelli se casó con el deseo desesperado de viajar al exterior, y como sus padres no se lo permitían se escapó con su novia, una joven de mucho dinero, con la intención de llevar a cabo su proyecto. Permaneció oculto de sus familiares en la ciudad de La Romana y por la minoría de edad no le concedieron ni pasaporte ni licencia matrimonial.
Cuando su familia descubrió su escondite lo llevó de nuevo a San Pedro de Macorís donde por conveniencias de ambas familias se celebró la boda. Se fueron a vivir a Santo Domingo donde tuvieron dos hijos: Pablo y Angel. Pocos años después se divorciaron y Paul Giudicelli permaneció soltero hasta el día de su muerte.
Antes de consagrarse a la pintura pasó por diversas experiencias y tropiezos. Primero se dedicó al comercio, después, en la ciudad de Santiago de los Caballeros trabajó como comprador de oro ambulante, y en la parte noroeste del país fue traficante de frutos. Después del fracaso de todas esas experiencias ingresó a cursar estudios en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Santo Domingo en el año 1948. Había pasado por un distanciamiento familiar, pero con el nacimiento de sus dos hijos se reconcilió de nuevo con sus padres y su vida económica se alivió. Paúl Giudicelli inició estudios de guitarra, los que abandonó para dedicarse por completo a la pintura. Por el año 1948 conoció a una joven puertorriqueña que se hospedaba en su casa, pianista y cantante, la cual se convirtió en su novia. Cuando vio las obras de Paúl lo alentó para que ingresara en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Es por eso que a los 28 años (1948) inicia sus estudios de pintura.
Esta decisión no fue bien acogida por su padre que aspiraba a que el se dedicara al campo por lo que otra vez perdió su protección económica. Realizó los estudios de pintura y al terminar recibió una mención honorífica del Director General de Bellas Artes por considerar que las obras de Giudicelli fueron las mejores de ese año. Por esa época trabaja Giudicelli como administrador del Asilo de Ancianos de Santo Domingo.
En 1953 realizó su primera exposición individual en la Galería Nacional de Bellas Artes exhibiendo 70 obras en total entre óleos, gouaches, acuarelas, dibujos y ensayos para murales. En el 1957, luego de haber concurrido a varias exposiciones colectivas en el interior y el exterior del país, realizó su segunda exposición individual en el Palacio Nacional de Bellas Artes con un total de 69 obras, entre óleos, guaches, acuarelas y dibujos. El 23 de enero de 1959, realizó su tercera exposición individual planeada para diciembre de 1958, pero que tuvo que posponer. Esta exposición se hizo también en el Palacio Nacional de Bellas Artes y allí exhibió 94 obras entre Oleos, guaches, dibujos y estudios para cerámicas. También en 1959 presentó su cuarta exposición individual en el Ayuntamiento de Ia ciudad de San Cristóbal mostrando Un total de 50 obras, y en 1962, presentó su quinta y última exposición individual en la Facultad de Arquitectura e Ingeniería de la Universidad Autónoma de Santo Domingo exhibiendo un total de 75 obras entre óleos, temple-plásticos, guaches, dibujos y una gran cantidad de cerámicas.
Paul Giudicelli solicitó en varias ocasiones al Gobierno una beca para cursar estudios de arte en el exterior pero nunca pudo lograrlo. Sin embargo, en 1959 el Gobierno francés le concedió una beca para realizar estudios de mural en ese país, pero no pudo aceptarla por un problema político que tuvo su hijo Pablo con el Gobierno Dominicano. En 1960 fue nombrado Profesor de Pintura de Ia Escuela Nacional de Bellas Artes y Profesor Interino de Acuarela de la Universidad Autónoma de Santo Domingo; luego, fue nombrado subdirector de la Escuela Nacional de Bellas Artes, pero estos cargos le fueron suprimidos a raíz del incidente político que tuvo su hijo Pablo asignado a la Misión Diplomática en Costa Rica.
Después del ajusticiamiento de Trujillo (1961) fue reintegrado como Profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes. En la bienal de 1963 Paúl Giudicelli obtuvo el Primer Premio de Pintura con su cuadro “Meditación sobre la Armadura de un Soldado”. Fue un pionero no sólo del modernismo, el cual introdujo en la pintura dominicana de lleno, sino del trabajo de cerámica y mosaico dentro de Ia actividad plástica dominicana.
Giudicelli realizó entre los años 1959 y 1961 varios murales en mosaico cerámico, entre otros, para los palacios municipales o ayuntamientos de: Luperón, Oviedo, Nagua, Sabana Grande de Boyá (Tríptico), Sabana de Ia Mar, Higuey; además, otro mural para la gallera de San Juan de la Maguana. Todo esto nos deja dicho que Giudicelli fue un obrero incansable de la pintura, no tuvo reparos en aceptar trabajos enojosos, nunca hubo contradicción entre su obra y su vida, mantuvo su criterio sobre la vida y la sociedad a través de un trabajo testimonial que trato de captar la esencia de lo social-étnico-psicológico de su país. Hijo de extranjeros fue el más dominicano de los pintores, y su vida y su obra lo han testimoniado.
Su trabajo empecinado, dramático y hasta podría decirse que autodestructivo, deja, sin embargo, a la posteridad, las estructuras definidas de un arte dominicano en toda la amplitud de la palabra, por lo ajustado de sus temas y del tratamiento con que los realizaba. Su muerte sólo se llevó su presencia física, la figura del hombre polémico y trabajador, moderno y antiquísimo al mismo tiempo en sus gustos, que ocupo un lugar preferente en el mundo plástico dominicano durante mas de 15 años.
Hoy, Giudicelli es un nombre y una leyenda, un ejemplo de voluntad y de talento, un puntal en la herencia cultural de nuestro pueblo, aunque todavía no ha recibido el reconocimiento que merece.
Últimos Años
A partir de 1962 hasta la hora de su muerte (1965) Giudicelli continuó cosechando exitos. Obtiene el Primer Premio de Pintura en la Bienal de 1963, con su cuadro
“Meditación sobre la Armadura de un Soldado”, y sus trabajos llegan a tener demanda. Podriamos decir que Giudicelli muere en su mejor época, cuando la vida y el exito comienzan a solidificarse ante sus ojos. El pintor no ignoraba que se moría…Paul Giudicelli murió pintando, y creemos que dentro de lo doloroso de su proceso de extinción, del que tenía plena conciencia, el artista aprovechó hasta el más mínimo soplo de su existencia para realizarse como verdadero hombre-artista. A los cuarenta y cinco años de vida y con diecisiete de actividad pictórica, Giudicelli llenó y recorrió un vasto tiempo evolutivo, se consumió en el fuego de la creatividad, de su propia creatividad, como esas mariposas de verano que no llegan al otoño, y que sin embargo permanecen en la sensibilidad de quienes las han visto.
Por su proceso de integración podemos advertir precisamente que Giudicelli no era de los que pintan como estetas, sino de los que sentían la pintura históricamente, en el dramático resultado de su desarrollo. Siempre fue así, desde que comenzó a pintar; pero últimamente, liberado, descargó en Ia obra toda su fuerza interior en función biológica. De ahí que en su obra última, incluyendo la serie a la que corresponde “Meditación sobre la Armadura de un Soldado” -Primer Premio de Pintura en la Bienal de 1963-concebida con grandiosidad y con grandiosidad realizada, relativice entre lo de ayer y lo de hoy.
Giudicelli liberó así su personalidad, pero no renunció a su problema -el problema de todo artista- que es el de la responsabilidad histórica como testimonio. Por eso su único y verdadero tema es el hombre en su concreción individual, tomándolo bajo su propia y personal responsabilidad.
Por eso dijimos al principio, que Giudicelli vivió quemandose constantemente en esa vida sin reposo que fue la suya, consumiendo su materia para convertirla en algo viviente y permanente para los demas, pues seguirá iluminándonos a nosotros y a los que nos seguirán, con su obra de artista.
La obra de Paul Giudicelli sigue un camino de búsqueda y experimentos, de diversidades y similitudes que nos ayudan a comprender sus obsesiones expresivas: el hombre y por qué existe, esquematismo formal, materiales correspondientes a la intención del cuadro, y todas estas constantes describen un trabajo ascendente que lo llevó a impactantes depuraciones formales que realmente pueden formar parte de la mejor pintura contemporánea de América.
Alumnos y Seguidores
A continuación relacionamos un grupo de importantes artistas dominicanos, quienes fueron alumnos de Paul Giudicelli, o admiten que recibieron una fuerte influencia Giudicelliana: Asdrúbal Domínguez, Félix Gontier, Orlando Menicucci, Ramírez Conde, Carlos Hidalgo, Said Musa, Guillo Pérez y Thimo Pimentel, entre otros.
Mi Arte
“Antes de comenzar a hablar de mi pintura, quiero significar que lo más importante para un artista es liberar su personalidad. Claro está, que esto requiere, como es natural, un largo y laborioso proceso de depuración, que puede significar años y años de constante estudio y de intenso trabajo. De no ser así, se incurriría en “saltos”, que no conllevan más que a un des virtualismo de la personalidad, para caer en un estado imitativo-transitorio, que a veces se hace perenne y que es la antítesis del camino a seguir. Mi pintura es formalmente abstracta y viaja por los linderos metafísicos del subconsciente, bifurcándose para convertirse en síntesis anímico-material. Trato de reproducir los objetos como si fueran sujetos inmóviles a las diversidades sustanciales que de estos se desprenden, en sus sucesiones diversas y que en formas aparenciales se nos van presentando a nuestra experiencia. Es un estudio inmersivo para desentrañar la vida interna de los objetos que trato de expresar, sin rodeos, con formas y colores de mi propia experiencia, para personalizar y lograr así una realidad ontológica-universal que nace de lo étnico-social-psicológico de nuestro pueblo y raza.
“Aparentemente informe e ininteligible, claro está para los que no están habituados a la lectura de las formas modernas. A estos les causa extrañeza por no ver las formas familiares; formas estas a que corresponden los períodos clásico-renacentistas, y a propósito de esto, es sabido que estos se realizan después de haber asimilado un cúmulo de vivencias empírico-analíticas de años y años de investigaciones, para surgir periódicamente como monstruos apacibles, no ya como homúnculos extraños (períodos transitivos) sino con el revestimiento de esas formas familiares que le permiten ocultar bajo el ropaje, como ladrón huidizo, el botín arrancado a las experiencias precedentes. Así, su apreciación está clara, aparentemente.”
“En mi pintura no hay secretos. Lo que hay es que hacer las cosas de manera que otros no puedan hacerla igual. En mi caso uso los pigmentos comunes en polvo con arena, arcilla, barnices especiales, cera, agua, formando lo que yo llamo el óleo-temple-plástico. Estas experiencias las comencé en el año 1955, y han sido perfeccionadas cada día hasta lograr más o menos la textura y la contextura que ha caracterizado mi obra y que ha servido de ejemplo a varios discípulos e inclusive a varios pintores dominicanos, que luego han empleado más o menos métodos y tratamientos similares en el uso de los materiales. No me gusta el aceite y trato de eliminarlo o de reducirlo a un mínimo de coeficientes, pues es bien sabido que el exceso de este vehículo causa muchos dolores de cabeza, especialmente a los coloristas. Como todos los materiales que se expenden, son fabricados para fines comerciales, la mayoría son inadecuados. Lo mismo sucede con los fondos comunes y prefiero preparármelos yo mismo. Están exentos de aceite y hacen ver a la pintura con cierta apariencia de fresco. Entiendo que todo artista crea sus propios medios y materiales adecuados a su peculiar forma de trabajo, para así poder acondicionar mejor los instintos atávicos que biológicamente son innatos en él. En arte es difícil someterse a las leyes extrañas, y es el propio artista quien debe creárselas, como parte integral para la buena ejecución de su obra.”
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