FREDDY AGUASVIVAS
EL OLOR DEL OLVIDO
ORLANDO ISAAC SOTO
FREDDY AGUASVIVAS
EL OLOR DEL OLVIDO, ENTRE LO HISTÓRICO, EL EVANGELIO Y LO INVEROSÍMIL
POR ORLANDO ISAAC SOTO
A la memoria de don Héctor Colombino Perelló.
Mi pueblo tiene sus escritores: novelistas, poetas, y héroes; próceres que sabían escribir, como un Máximo Gómez, basta un botón, para engalanar ese jardín. Creo que no podría decirse que existe una tradición en mi pueblo de este oficio, sin caer en un craso error. Pero tuvimos a un Miguel Billini con su novela “Estela”, un Francisco Gregorio Billini con “Bani o Engracia y Antoñita”, un Héctor Incháustegui Cabral, cuya poesía cautiva como “El Vuelo”.
Muy recientemente ido, a un don Héctor Colombino Perelló con “La Jaula”, entre otras obras. De las últimas generaciones tenemos a Leonidas Peña (el polifacético), Joaquín Agramonte, Odalís Pérez, Ismael Melo, Hector Bienvenido Melo, entre otros; cuyas producciones se han perdido en baúles. en armarios victorianos, en cajas de cartón atiborradas de libros, de periódicos, almanaques de Bristol y montañas de Suplementos culturales, donde disfrutábamos leyendo a Domingo de los Santos, Norberto James, Mateo Morrison, Ledesma, Rodríguez Soriano, Freddy Gatón Arce, Tomas Modesto, René del Risco, Jovine Soto Bermúdez, Miguel Alfonseca, Molinaza, Luis Augusto Caminero, Juan José Ayuso, Pedro Peix, Andres L. Mateo, Franklin Mieses Burgos, Máximo Avilés Blonda, Aida Cartagena Portalatín, y una legión más de auténticos artistas de la prosa y el verso, que sería prolijo nombrar.
Es un inmenso placer, es saludable, es una catarsis, ser íntegro en lo que uno cree-al menos que los tiempos y la Historia, demuestren lo contrario–. Freddy Aguasvivas cree en lo que ha escrito, él hace historia de la Historia. “El Olor del Olvido” emerge como un loto dentro del fango de una noche larga y oscura. Es un historia de la humanidad, del hombre, del homo sapiens. Es una mezcla de novela, ensayo, poesía (sí, belleza, lírica), apuntes con mucho sabor periodístico. Es un balbuceo, apenas un destello dentro del oficio de escritor. Si Enriquillo de Manuel de Js. Galván es una novela histórica, según nuestra maestra Aida Cartagena Portalatín, “El Olor del Olvido” es una historia novelada o al menos tiene ese intento.
Las verdades históricas no son cuentos de caminos, ni de “paquitos”, ni de “fábulas de viejas”. La Historia no sólo esta basada en lo que se ha escrito, sino también en la transmisión oral, testimonial de sus participantes, de los héroes, de los testigos durante equis período de tiempo. No quiero hacer una apología a este sincero aporte de un escritor provinciano, y muy pulido en política desde sus años mozos –pero merece su atención–. Líder clubista, charlista sapiente, gran orador, maestro de ceremonia, presentador cultural, director y fundador del desaparecido periódico regional “La Verdad del Sur”.
En toda esta América hay muchos más “Olor del Olvido”(textos denunciantes) y quienes también alzan la voz, como un Herbert Marcusse, filósofo y profesor universitario dirigiendo protestas en los 60s y 70s; un Sebastian Salgao, fotógrafo que con fotografías y poesías denuncia la lucha por la que dio su vida el líder laboral brazileño Chico Duarte.
Cotubanamá, Caonabo, Enriquillo, Hatuey, Atahualpa, y Moctezuma no conocían nada de doctrina, ni de ideologías. Solo les movía su tierra, -¿y a quién no?-su gente. Las injusticias siempre encuentran a los feroces combatientes. De ahí los mitos, leyendas, historias y memorias. “Toda injusticia es pecado”, dice la Epístola de San Juan. Y en medio de estas ha venido caminando este país durante unos cinco siglos. Hay un ambiente enrarecido desde que unos blancos europeos inventaron eso de la colonización. Pedro Margarite, uno de esos marineros, bautizó esta isla con aquel grito de enojo y frustración: ¡Isla maldita! A lo cual el almirante en español arcaico le diría:¡Non fuyade, es la Española! Al final queda llamándose –entre otros mas–Santo Domingo de Guzmán, honrando así a un inquisidor español.
En esa vorágine de los tiempos, el pueblo tiene un gran registro de su historia -es la memoria colectiva-. No pienso que a este fenómeno se le pueda definir como un rencor. -Aquí me podría ayudar Dagoberto como científico social, y uno de los que más han estudiado la sociedad dominicana con su idiosincrasia, hurgando en cada rinconcito de ella. “El Olor del Olvido”, no es el producto de aquello que el tiempo grabó; es el compendio de una epopeya que canta y respira el dominicano. Aunque el autor–queriendo ser objetivo no deja de cometer algunos lapsos, por dejarse arrastrar por la subjetividad–, pecado que no se lo perdonarán algunos de los involucrados en esa cruenta parte de la Historia. Amén de los lectores, que sin estar en el meollo del asunto–muchos éramos
adolescentes en esa época–tienen una formación marxista. Otros, simplemente no creen en experiencias de ultratumba, ni en vodú, ni en ángeles, ni en Dios, ni en nada.
Todo comunista es materialista, pero no todo materialista es comunista. Partiendo de la primera premisa debemos recordar que sólo hay dos grandes y únicas divisiones del pensamiento filosófico que han dividido al ser humano desde los Antiguos griegos: el Idealismo y el Materialismo. ¿Porqué el autor–siendo materialista–recurre a darnos citas de la doctrina Zen, a describirnos fenómenos esotéricos: la luz que salía del cuerpo de Otto Morales siendo acribillado, y la médium, que en trance trajo de entre los muertos el espíritu de Amin A. Hasbún? Y, ¿Porqué frecuentemente inserta pasajes bíblicos—errando en ello con su aplicación al verdadero significado de lo que Jesús vino a enseñarnos?–A no ser por un marcado interés político-partidista, estamos hablando de un escritor enmarcado dentro de lo que se conoce en filosofía como Eclecticismo. Es un barco que se mueve en un vaivén naufrágico y que no puede llegar a ningún puerto seguro porque la vida le es una utopía. Se mira en el mismo espejo en el que descubren sus debilidades los mismos que el señala como “izquierdistas arrepentidos”. Son tránsfugas, renegados, pero sinceros como él mismo. Eso me consta.
Si estuviéramos en aquellos doce años, el doctor Balaguer juzgaría que “El Olor del Olvido” es una literatura “panfletaria”. Y a su autor, . . . “es uno de esos elementos facinerosos”.
Freddy Aguasvivas llega al final de la novelada historia como el periodista Ernesto Gómez, buscando sin llegar a ninguna conclusión en un punto: la muerte de El Moreno. Investigó tanto inútilmente, entre vivos, y terminó su jadeante afán buscando entre muertos.
Manolo Plata Díaz ahora es muy posible que se llame Peter Curtis o talvez Lion Prayer, ¡quién sabe!. Es otra forma de estar muerto. Ese es el olor de la muerte.
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