LOS DESNUDOS DE FERNANDO Ureña Rib
MARIANNE TOLENTINO
La exposición de Fernando Ureña Rib en el Museo de Arte Moderno provoca reflexiones que surgen por razones temáticas: la calidad del desnudo. Las decenas de cuerpos agrupados de Fernando Ureña Rib – desde hace muchos años un virtuoso de la anatomía- sugieren florecimiento y equilibrio. Proyectan la belleza física con naturalidad y se convierten en ejemplo de arquitectura corporal: A la vez entidades formales y cromáticas, espontáneamente sensuales, lúdicamente eróticas que brindan la iconografía de un organismo vivo, de la vida en el clímax de armonía y animación. En efecto la misma estilística del pintor, tan suelta y amaestrada al compás de conocimientos y oficios, se pasea alternando e integrándose sobre un trasfondo de sólido realismo. Ello propicia un ritmo interior de toques y de tonos, que suscita la vitalidad, percibida, leída, disfrutada por el contemplador. Lejos de un academicismo estático, la representación, la remodelación se vuelve versátil en su modernidad, agregando distorsiones – alojadas en máscaras y rostros. No se trata de un perfeccionamiento sistemático, sino de una opción creativa, infinita en sus facetas. Con evidente placer y madurez él intensifica la eficiencia pictórica: Luminosidad interior, multiplicación de los matices, pigmento untuoso, flexible, ligero y fidelidad al óleo, a su generosidad matérica. Escenas de grupos preeminencian una estructura animada por un movimiento interior y propiciada por el tratamiento pictórico y enfoque, elaborado y carnal en el que importa poco el número de las figuras. La secuencia de cuerpos evocan la posibilidad de un mural (tales como en escultura, la ornamentación de las Nereidas). Sin embargo, Fernando Ureña Rib no está interesado en el aspecto decorativo. Cada personaje se configura a partir de rostros plasmados por un enamorado de la hermosura y de sus cánones en el cuerpo de la mujer. Intuimos el valor simbólico. Aparte de la belleza, denominador común, se suceden la gracia, la introspección, la metamorfosis, el desafío, el falso semblante (o mascara). Compartimos el “juego” de la lectura sociológica con las heroínas y su autor. ¿No se intitula Lúdica la muestra? Lúdica es polisémica. Ellas juegan, el pintor juega, nosotros jugamos. Otrora carnavalescas – las caras – no esconden su juego, son naturales, sanas, libres, vigorosas, jóvenes. El pintor se entrega al goce de la virtuosidad, siendo uno de esos pocos privilegiados capaces de expresarse como quiere, ajeno a las trabas técnicas, a los problemas planteados por un escorzo. El desnudo fluye como escritura, como ignografía. Al igual que Gustave Flaubert quien respondió: “Madame Bovary soy yo”, Fernando Ureña Rib confiesa hacer un a obra autobiográfica: “Cada obra es confesión, no una concesión.” A través del desnudo concreta un caudal de elementos conscientes y subconscientes, vividos, soñados y recordados. El desnudo se asocia con el erotismo y el deseo. No cabría eliminar esa reacción primaria ante la pintura de Fernando Ureña Rib. Lo podemos interpretar a manera de estudio coreográfico y danza dionisíaca. Nos recreamos también diagnosticando la volubilidad estilística del pintor y esta suerte de historia del arte aplicada al desnudo. Manifestándose finalmente el expositor un post moderno, a la vez espontáneo y convencido. El desnudo, magistralmente interpretado en Fernando Ureña Rib sugiere y requiere distintas miradas. En la pintura italiana reciente, hay dos corrientes, la transvanguardia y la “pittura colta”. Ese deslinde conviene también a otras latitudes donde el desnudo de Fernando Ureña Rib pertenecería a la Pintura Culta. MARIANNE DE TOLENTINO
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