PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA
EN LAS LETRAS HISPANOAMERICANAS
Humberto Sánchez Córdova
Una nueva etapa se dio en La Habana, Cuba de 1904 a 1905 en la cual desarrolló una amplia producción literaria y pueden distinguirse dos etapas en México, una de 1906 a 1914 donde se identificó con el país, dio lo mejor de sí con el apasionamiento de la juventud, se integró al grupo de jóvenes intelectuales, que a partir de la “Revista Savia Moderna” llegarían a modificar el país, pues coincide con la transformación cultural y social de México. Y por último, por invitación de José Vasconcelos, Secretario de Educación llegó nuevamente a México en 1921 a colaborar como profesor de literatura de la Escuela Nacional Preparatoria y como director de Intercambio Universitario, ahí fundó y dirigió la Escuela de Verano este periodo que se prolongará hasta 1924 se caracterizó por implantar nuevos métodos de enseñanza e inició el Seminario de Letras Españolas en la Escuela de Altos Estudios, que más tarde se llamó Facultad de Filosofía y Letras.
La estancia de Pedro Henríquez Ureña fué una decisión que marcó el destino de su vida, encontró una afirmación de su propio ser dentro de un ámbito cultural, halló aquí el contenido esencial de su obra; un sentido de la América hispánica, descubrió en México otro mundo.
Vivió su última etapa en Argentina y abarcó de 1925 hasta su fallecimiento en mayo de 1946. Fue esta de intenso trabajo intelectual, característica primordial en la vida de Pedro Henríquez Ureña. En este país fue maestro del Colegio Nacional de la Plata, impartió conferencias, publicó un libro de gramática, fundó la Universidad Popular Alejandro Korn, participó en congresos, prologó la colección Cien Obras Maestras, concibió la Colección Grandes Escritores de América, organizó la Biblioteca Americana y recibió la Cátedra Charles Eliot Norton en la Universidad de Minnesota,— primer latinoomericano en ocuparla—.
Los afanes de Pedro Henríquez fueron su permanante deseo por educar y descubrir vocaciones. Alfonso Reyes, su amigo de toda la vida escribió: “enseñaba a ver, a oír y a pensar, y suscitó una verdadera reforma de la cultura.” Se identificó con México, amó a México, fue su meta, estudió sus manifestaciones culturales y descubrió sus características. Así pues, habló de México como el primero de los países de Latinoamérica donde surge y se encarna un sentimiento colectivo iberoamericano que aspira a crear una cultura propia de nuestra raza.
Sus principales aportaciones a la cultura mexicana en el campo de las letras fueron: trabajos filológicos y obras de temática diversa; la revalorización de Juan Ruiz de Alarcón; sus estudios sobre Sor Juana Inés de la Cruz; la revalorización del Siglo XVIII (el barroco); su participación en la Antología del Centenario Mexicano y la valorización de las obras de Alfonso Reyes . En México, en el campo de las ideas luchó contra el positivismo, orientó a los jóvenes que formaron el Ateneo de México y más tarde al grupo Generación de 1915. En el campo de la educación colaboró en la organización de la Universidad Popular, en la reorganización de la escuela de Altos estudios y en la organización de la escuela de Verano.
Su huella es imborrable y su saber fue un ejemplo que se mantuvo vivo en respetables figuras de la vida nacional mexicana.
Por: Humberto Sánchez Córdova (Cátedra Especial 1998- 1999)
Pedro Henríquez Ureña nació en República Dominicana en 1884, donde recibió una esmerada educación intelectual desde la infancia. Su familia perteneció a la tradición cultural de Santo Domingo. Su hogar fue centro de gran actividad cultural, se reunían en él grandes figuras políticas e intelectuales como José Martí y Eugenio María de Hostos. Henríquez Ureña fue un asiduo asistente a centros de reuniones y lecturas donde desarrolló el gusto por los clásicos y modernos, por el teatro español, la novela francesa y el teatro de Ibsen que le descubrió un mundo nuevo: la literatura moderna.
La vida y obra de Pedro Henríquez Ureña comprendió varias etapas, dos en Estados Unidos, la primera, a los 17 años pasó tres años en Nueva York, aprendió el idioma, entró en contacto con las mejores bibliotecas y los más grandes valores musicales y teatrales; ahí conoció la verdadera vida americana y aprendió a estimarla en su verdadero valor. La segunda vez que estuvo en Estados Unidos fue de noviembre de 1914 hasta 1920, etapa en donde alcanzó una sólida formación profesio-nal y docente. Obtuvo la maestría en Arte y el grado de Doctor en Letras. Ahí se vinculó con el Centro de Estudios Históricos de Madrid. Impartió sus cursos en el Departamento de Lenguas Romances: “Vidas y costumbres en hispanoomérica” en la Universidad de Minnesota.
Una nueva etapa se dio en La Habana, Cuba de 1904 a 1905 en la cual desarrolló una amplia producción literaria y pueden distinguirse dos etapas en México, una de 1906 a 1914 donde se identificó con el país, dio lo mejor de sí con el apasionamiento de la juventud, se integró al grupo de jóvenes intelectuales, que a partir de la “Revista Savia Moderna” llegarían a modificar el país, pues coincide con la transformación cultural y social de México. Y por último, por invitación de José Vasconcelos, Secretario de Educación llegó nuevamente a México en 1921 a colaborar como profesor de literatura de la Escuela Nacional Preparatoria y como director de Intercambio Universitario, ahí fundó y dirigió la Escuela de Verano este periodo que se prolongará hasta 1924 se caracterizó por implantar nuevos métodos de enseñanza e inició el Seminario de Letras Españolas en la Escuela de Altos Estudios, que más tarde se llamó Facultad de Filosofía y Letras.
La estancia de Pedro Henríquez Ureña fué una decisión que marcó el destino de su vida, encontró una afirmación de su propio ser dentro de un ámbito cultural, halló aquí el contenido esencial de su obra; un sentido de la América hispánica, descubrió en México otro mundo.
Vivió su última etapa en Argentina y abarcó de 1925 hasta su fallecimiento en mayo de 1946. Fue esta de intenso trabajo intelectual, característica primordial en la vida de Pedro Henríquez Ureña. En este país fue maestro del Colegio Nacional de la Plata, impartió conferencias, publicó un libro de gramática, fundó la Universidad Popular Alejandro Korn, participó en congresos, prologó la colección Cien Obras Maestras, concibió la Colección Grandes Escritores de América, organizó la Biblioteca Americana y recibió la Cátedra Charles Eliot Norton en la Universidad de Minnesota,— primer latinoomericano en ocuparla—.
Los afanes de Pedro Henríquez fueron su permanante deseo por educar y descubrir vocaciones. Alfonso Reyes, su amigo de toda la vida escribió: “enseñaba a ver, a oír y a pensar, y suscitó una verdadera reforma de la cultura.” Se identificó con México, amó a México, fue su meta, estudió sus manifestaciones culturales y descubrió sus características. Así pues, habló de México como el primero de los países de Latinoamérica donde surge y se encarna un sentimiento colectivo iberoamericano que aspira a crear una cultura propia de nuestra raza.
Sus principales aportaciones a la cultura mexicana en el campo de las letras fueron: trabajos filológicos y obras de temática diversa; la revalorización de Juan Ruiz de Alarcón; sus estudios sobre Sor Juana Inés de la Cruz; la revalorización del Siglo XVIII (el barroco); su participación en la Antología del Centenario Mexicano y la valorización de las obras de Alfonso Reyes . En México, en el campo de las ideas luchó contra el positivismo, orientó a los jóvenes que formaron el Ateneo de México y más tarde al grupo Generación de 1915. En el campo de la educación colaboró en la organización de la Universidad Popular, en la reorganización de la escuela de Altos estudios y en la organización de la escuela de Verano.
Su huella es imborrable y su saber fue un ejemplo que se mantuvo vivo en respetables figuras de la vida nacional mexicana.
Por: Humberto Sánchez Córdova (Cátedra Especial 1998- 1999)
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PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA
Pedro Henríquez Ureña nació en República Dominicana en 1884, donde recibió una esmerada educación intelectual desde la infancia. Su familia perteneció a la tradición cultural de Santo Domingo. Su hogar fue centro de gran actividad cultural, se reunían en él grandes figuras políticas e intelectuales como José Martí y Eugenio María de Hostos. Henríquez Ureña fue un asiduo asistente a centros de reuniones y lecturas donde desarrolló el gusto por los clásicos y modernos, por el teatro español, la novela francesa y el teatro de Ibsen que le descubrió un mundo nuevo: la literatura moderna.
La vida y obra de Pedro Henríquez Ureña comprendió varias etapas, dos en Estados Unidos, la primera, a los 17 años pasó tres años en Nueva York, aprendió el idioma, entró en contacto con las mejores bibliotecas y los más grandes valores musicales y teatrales; ahí conoció la verdadera vida americana y aprendió a estimarla en su verdadero valor. La segunda vez que estuvo en Estados Unidos fue de noviembre de 1914 hasta 1920, etapa en donde alcanzó una sólida formación profesio-nal y docente. Obtuvo la maestría en Arte y el grado de Doctor en Letras. Ahí se vinculó con el Centro de Estudios Históricos de Madrid. Impartió sus cursos en el Departamento de Lenguas Romances: “Vidas y costumbres en hispanoomérica” en la Universidad de Minnesota.
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