EL MUNDO POÉTICO DE
CLARA LEDESMA
FERNANDO UREÑA RIB
Lo que importa en la pintura de CLARA LEDESMA es que ella es capaz de crear un mundo propio, soñado quizás, pero auténtico, suyo. Un mundo en el que todo es posible, en el que la imaginación desbordada atrapa aquí allá lo mismo peces que barcos, que tormentas. Esa personalidad innegable, esos rasgos distintivos se hacen notar desde que ella empezara a pintar lunas, a finales de los años cincuenta.
Entonces era osada vanguardia aventurarse así, adentrándose en los espacios oníricos más íntimos y sensuales del ser. Pero ella se perdía y hacía que nos perdiéramos en paraísos irrecuperables, perdidos para siempre que estaban más cerca quizás de la poesía que de la tradición pictórica. Y es que en sus lienzos hallamos de pronto a Pedro Salinas, a Octavio Paz, a Franklin Mieses Burgos, a Fernández Spencer.
Clara Ledesma dejaba en cada lienzo un relato inacabado, una historia que nosotros debíamos concluir atando los símbolos que ella iba dejando aquí y allá como guías insinuantes. Y esa narrativa es, en consecuencia, mítica. En estas visiones nos asalta una música escondida tras palmas o rosales, en paisajes aderezados para el ojo que se deleita en seguir con cautela los rastros de una historia de caciques o ciguapas, una historia de infancia que estaba ya en nosotros y que Clara Ledesma nos hace redescubrir con los ojos de su propio asombro.
FERNANDO UREÑA RIB
Clara LedesmaNació en Santiago de los Caballeros en 1924 y murió en Nueva York en 1999.
Recibió sus primeras orientaciones pictóricas del maestro santiaguero Yoryi Morel. Fue una de las primeras mujeres en ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes, graduándose en 1948. Ejerció la docencia en esta misma Escuela donde llegó a ser Subdirectora en los años 50, junto a Jaime Colson, José Gausachs y Gilberto Hernández Ortega, el grupo de Los Cuatro. Estudió en prestigiosas academias de pintura en el extranjero y de regreso al país presentó obras que había realizado en Europa bajo la influencia de Miro, Chagall y Paul Klee, entre otros.
Al egresar de Bellas Artes viaja a Madrid y Barcelona a perfeccionar sus estudios de arte. Regresa de Europa, en 1954, obteniendo el Primer Premio de Dibujo en la VI Bienal de Artes Plásticas, en ese mismo año. Anteriormente ya había obtenido uno en 1950. Obtiene, además, el primer premio de Pintura en la VII Bienal de 1956, y de nuevo en la VIII Bienal de 1958. Recibe el primer premio de Dibujo y segundo en Pintura en la X Bienal. En 1954, recibe el premio nuevamente en la XI Bienal. En 1964, recibe el Segundo Premio en Dibujo en el primer concurso Anual por E. León Jiménez, en Santiago. Realizó mas de 20 exposiciones individuales. En la Galería Xagra, de Madrid, España; en la Galería Praten, de México; en la Galería Sudamericana Paula Susel; en Lord & Taylor; en Art Garden y Ledesma, de la ciudad de New York, y en Colbert Gallery, en Canadá. Sus obras han sido expuestas en numerosas colectivas, y en países como Brasil, España, Cuba, Haití, Venezuela, Argentina, Puerto Rico, Curazao y varias ciudades de Estados Unidos de América.
La simbología esquemática en la pintura de Ledesma refleja, de manera mágica y académica, una espectacular fantasía de la realidad. Sobresale por los efectos brillantes de la luz y su agradable colorido. Sus figuras, no muestran alucinaciones y mantienen la armonía ante el misterio del ser. Su pintura representa una fantasía de la realidad en base a efectos de luz, color y la fuerza imaginativa de sus mágicas, ingenuas y encantadoras figuras. Trata de representar lo autóctono pintando con inquietud aunque alejándose del dramatismo. Una de sus mejores etapas estuvo marcada por el tema de la negritud.
Luis E. Lama, en un artículo publicado en el Periódico EI Caribe en 1978, define el arte de Clara Ledesma de la siguiente manera: “En sus cuadros persisten elementos formales, cuya reiteración les confiere un carácter definitivamente emblemático; como los círculos y las medias lunas, los seres flotantes, los habitantes de este mundo personal, místico y vital a la vez, donde el simbolismo primario y elemental en la mayoría de los casos nos remite a la procreación y a la fecundación por medio de un casto código sexual que va íntimamente ligado a sus imágenes arquetípicas. Clara Ledesma asume a través de los signos y los colores lo que se supone debe ser una imagen del trópico y en base a ello busca la belleza con sus flores, sirenas y veleros recreando una extraña mitología personal donde no están ausentes ni las tradiciones ni los excesos”
Tomado del Museo Bellapart