MARTA TRABA
CRÍTICA DE ARTE INGENIOSA, PUNZANTE Y CONOCEDORA
ANA MARÍA ESCALLÓN
Crítica de arte y escritora oriunda de Argentina (Buenos Aires, enero 25 de 1930 – Madrid-Barajas, noviembre 27 de 1983). Hija de dos inmigrantes gallegos, el periodista Francisco Traba y Marta Taín, Marta Traba quiso ser desde siempre escritora y por eso eligió la carrera de Filosofía y Letras, que estudió en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Mientras realizaba sus estudios, trabajó con el crítico de arte Jorge Romero Brest en la revista Ver y Estimar, donde publicó sus primeros artículos y así, rápidamente, encontró su rumbo en el mundo del arte y en la dimensión de la escritura.
Desde muy joven, Marta Traba eligió una vida errante -que con los años se convirtió en una condición de exilio- cuando, ante la necesidad de libertad y por inconformismo ante la situación de la Argentina periodista, se lanzó al vacío: se fue a Europa en busca de otros argumentos de vida. Llegó a Roma, y vivió en París, donde estudió Historia del Arte en la Sorbona (1949-1950).
Como le sucedió siempre, necesitaba un horizonte más abierto. Sabía de su capacidad de trabajo. Tenía rigor y una estricta disciplina. Confiaba en su ritmo interior, no tenía barreras porque conocía bien sus debilidades; no presentaba la lejana distancia ni la pared del tímido, aunque sabía de su profunda timidez; y no entendió nunca la incompetencia, porque su nivel de exigencia fue siempre severo. Sus ambiciones fueron reales y por lo tanto seguras; también así vivió las frustraciones, que dentro de su autocrítica y su mirada hacia los demás, hacían parte de su realidad cotidiana.
Tenía un inmenso don de palabra, una organización mental y unas convicciones férreas que la llevaron al éxito y a la adversidad. Se preocupaba por mantener una cultura amplia. Día a día, mantenía la alegría y el entusiasmo por adquirir una nueva dimensión de las cosas, una nueva interpretación del mundo, un entendimiento más real de las situaciones políticas: había que profundizar y asimilar los acontecimientos. Le interesaba la historia y le apasionaba el presente.
Su personalidad de líder la hizo ser más fuerte y la mostraba menos vulnerable. Dedicó la vida a su trabajo que siempre tuvo la escritura como eje y oscilaba entre la crítica y la novela. Entendió que la historia, toda biografía, toda descripción de la realidad, es una ceremonia tenida de prudencia. El historiador tiene la obligación de documentar, el novelista inventa, puede mover sus personajes y concertarlos en cualquier lugar y tiempo. Así, ella unió esas dos dimensiones: investigadora meticulosa del arte v creadora literaria.
Para ser consecuente con su decisión de conocer el mundo. Marta Traba vivió la Europa de la postguerra, v como la gran mayoría de los intelectuales latinoamericanos, estuvo bajo el sino de la supervivencia y la lectura, el debate y el compromiso. Todas 1as adversidades de la pobreza eran parte de esa aventura. En 1952, en París, escribió su primer libro de poemas: Historia natural de la alegría. En 1954 llegó a Colombia, casada con el periodista Alberto Zalamea, y eran entonces dos soñadores que recorrían los caminos del periodismo colombiano. Participó con otro gran modernista, Jorge Gaitán Durán, en la revista Mito.
Desde que la televisión fue un hecho en el país, realizó su programa de historia del arte, que emitía en directo, y en la Universidad Nacional obtuvo su cátedra sobre historia del arte, desde donde fomentaba la cultura de las artes plásticas con inmensa generosidad y observaba cómo los jóvenes intuían un nuevo rumbo en el arte colombiano. En la misma universidad fundó como protectora de las artes, su templo: el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Emma Araújo de Vallejo cuenta: «Lo instaló en una pequeña construcción de la Caja de Previsión Social; tumbó muros y surgieron salas, levantó una tapia y apareció el patio de esculturas y, aún más importante, el Museo y el departamento de extensión se convirtieron en centro cultural; mesas redondas, simposios, exposiciones de artistas colombianos y extranjeros se mezclaron de manera espontánea,>. Como era una incansable trabajadora, también daba clases de arte en la Universidad de los Andes. Ella bien lo sabía, la pedagogía era el método para salir adelante. La crítica, la forma de demoler estadios retardatarios.
Su crítica en los diversos diarios de Bogotá siempre fue aguda y severa, porque no podía aceptar el encierro de ese mundo claustrofóbico en que se encontraba el arte colombiano. Era dura, porque debía iniciar batallas allí donde no se movían las ideas, simplemente porque se llevaba el impulso tranquilo de 1as tradiciones académicas en la mitad del siglo xx. Su aguerrida lucha tenía el convencimiento de que en el ambiente no se había despertado el espíritu de la modernidad, y por lo tanto existía un retraso fundamental que era intolerable. Llegó a desenmascarar la situación que cómodamente se representaba con retratos, a luchar, contra el paisajista, a instigar al movimiento de 1os Bachués, a remover la actitud tradicional en favor de la modernidad. Y eso sólo lo podía lograr a través de una concientización cultural en todos los medios.
En 1968, los militares se tomaron la Universidad Nacional. Cuando pidieron su opinión, ella declaró su inconformismo ante la ocupación y denunció los destrozos que había realizado el ejército. Esto fue motivo suficiente para que el presidente Carlos Lleras Restrepo la expulsara del país, como a extranjera que estaba interviniendo en los asuntos del país. Le dieron veinticuatro horas para salir y desde ese momento el exilio fue una imagen y un concepto que se incorporó a su vida. De una manera u otra, cada cambio de país fue un estadio en el que se mezcló el sentimiento de abandono con el de expulsión. Le quedó la marca, aunque nunca se llevó a cabo la sanción. Hubo un repudio general, y el Estado colombiano nunca suministró el dinero para los pasajes de ella y sus dos hijos, Gustavo y Fernando. Era, además, la esposa de un ciudadano colombiano, con derecho a ser colombiana.
Marta Traba conocía la magnitud de las labores que le otorgaran peso a su trabajo. Como pedagoga e impulsora de la cultura, le explicó a un público general un destino más amplio. Demostró y formó una nueva generación que estaba 1ista para lo que ella llamó “el salto al vacío”, abrió caminos, explicó nuevas propuestas, subrayó la importancia de los accionistas de arte moderno latinoamericano, buscó y señaló en cada país los hombres que hoy son pilares de las artes plásticas.
Marta Traba tenía un acertado y severo ojo crítico y hoy, la historia le da la razón. Con su crítica y su pedagogía sobre la historia del arte fue armándose de una imagen profesional de mucho peso, que podemos resumir en dos aspectos: combativa y seductora. Sus ideas tenían fundamento, proyectaba su inmensa fuerza interna y siempre encontraba grandes cómplices. Ella, desde la década de los sesenta, fue abriendo los caminos del “boom”. Demostró cómo Alejandro Obregón comenzó la historia de la abstracción verdadera, explicó la deformación de Fernando Botero, explicó la dimensión de artistas extranjeros como Leopoldo Richter y Guillermo Videmann,., resumió la geometría de Eduardo Ramírez y Edgar Negret, se comprometió con la anarquía de Feliza Bursztyn o el dramatismo de Antonio Roda. En la década de los setenta asumió el mundo del arte pop y del arte conceptual. Cada época era para ella una generación que asumía la modernidad como lo que era: testigos de su historia.
En 1958 Marta Traba publicó su ensayo sobre estética, El museo vacío, donde analizó a Crocce y a Worringer y expuso la necesidad de que existiera un paralelo coherente entre el arte moderno y el hombre actual. En 1961 apareció La pintura nueva . en Latinoamérica, donde puso en evidencia el olvido en que se encontraba el arte de América Latina. Con sus libros y sus múltiples actividades se dedicó a subsanar errores profundos, que existían por el enorme desconocimiento y un público carente de opinión.
En sus libros sobre la historia del arte de América Latina, como Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas, que editó en México en 1973, Marta Traba analizó el paso del 50 al 60 y del 60 al 70, época que le interesaba porque durante este tiempo aparecieron actitudes de lo que ella llamaba la vanguardia. En su último libro, Arte de América Latina I900-1980, amplió esta visión. País por país, fue señalando los movimientos y las características individuales que el arte contemporáneo presentaba. En un sistemático orden histórico fue explicando desde la aparición de artistas que vivían la condición de la individualidad, hasta la cadena de sucesos que hacían posible la aparición histórica de movimientos, tendencias y posturas. Ella siempre vio el arte latinoamericano como un rompecabezas, donde cada pieza era tan necesaria como la de al lado para formar el conjunto y comprender cada paso.
Sin duda alguna, Colombia fue su centro. Se convirtió en colombiana con su acento porteño en 1982, cuando el presidente Belisario Betancur le otorgó la nacionalidad. Fue su país, es el país de sus hijos y nietos. Salió de Colombia en 1969 y siguió su camino errante a vivir en Montevideo, Caracas, San Juan, Washington, Princeton, Barcelona y París. Este mundo lo recorrió junto con el crítico literario Angel Rama, su marido. Para mostrar el impulso de la creación interminable de Marta Traba, Elena Poniatowska comenta en un prólogo que escribió en marzo de 1984: «En 1966, conocida por todos como crítica y por algunos como autora de un bello libro de poemas, Historia natural de la alegría (Qué bonito título), se revela como novelista. En La Habana, un jurado compuesto por Alejo Carpentier, Manuel Rojas, Juan García Ponce y Mario Bennedetti confiere a Las Ceremonias del verano el premio Casa de las Américas.
Fogosa y entusiasmada, Marta se adhiere a la joven revolución. Son años fructíferos, asoleados, las ramas del árbol Marta Traba se cubren de follaje y de manzanas de oro. Marta Traba publica en diversos países, en México, en Colombia, en Puerto Rico, en Venezuela. Los libros salen en tres meses, ¡ni Carlos Fuentes el prolífico!».
Su muerte, junto con la de Angel Rama, ocurrió trágicamente. Después de haber superado un cáncer que la hizo creer en la vida y sentir próxima la muerte, murió en un accidente aéreo cerca del aeropuerto de Barajas, en Madrid, el 27 de noviembre de 1983. Viajaban a Colombia para asistir a un Encuentro de la Cultura Hispanoamericana, invitados por el presidente Belisario Betancur.
ANA MARÍA ESCALLÓN
BibliografíaCORREA DE ZAPATA, CECILIA. “Marta Traba (193~1983)”. En: DIANE E. MARTING. Escritoras de Hispanoamérica. Una guía bioBiBliográfica. Bogotá, Siglo XXI Editores 1991, pp. 543-554. MUSEO DE ARTE MODERNO. Marta Traba. Bogotá, Planeta, 1984. PONIATOVSKA, HELENA. “Marta Traba o el salto al vacío”. Revista Hispanoamericana, 51 (1985), pp. 883-897.
Esta biografía fue tomada de la Gran Enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, tomo de biografías.
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