MANUEL DEL CABRAL
EN LA POESÍA DOMINICANA
FERNANDO UREÑA RIB
MANUEL DEL CABRAL EN LA POESÍA DEOMINICANA
La poesía sonora y luminosa de Manuel del Cabral entraña aspectos físicos, sensuales junto a otros metafísicos y que alcanzan lo social y político. Esta ligazón con lo terreno, lo espiritual, lo carnal, lo humano (doloroso o placentero) es lo que hace que su poesía trascienda y ascienda hasta niveles muy altos de desarrollo espiritual. Su poderosa capacidad descriptiva pende de un lenguaje profundo, rico y de una observación alerta a la realidad circundante.
Fernando Ureña Rib
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TRÓPICO PICAPEDRERO.
“Trópico Negro”, (1942)Hombres negros pican sobre piedras blancas,
tienen en sus picos enredado el sol.
Y como si a ratos se exprimieran algo…
lloran sus espaldas gotas de charol.Hombres de voz blanca, su piel negra lavan,
la lavan con perlas de terco sudor.
Rompen la alcancía salvaje del monte,
y cavan la tierra, pero al hombre no.De las piedras salta, cuando pica el pico,
picadillo fatuo de menudo sol,
que se apaga y vuelve cuando vuelve el pico
como si en las piedras reventara Dios.Dentro de una gota de sudor se mete
la mañana enorme -pero grande no-.
Saltan de los cráneos de las piedras chispas
que los pensamientos de las piedras son.Y los hombres negros cantan cuando pican
como si ablandara las piedras su voz.
Mas los hombres cavan, y no acaban nunca…
cavan la cantera: la de su dolor.Contra la inocencia de las piedras blancas
los haitianos pican, bajo un sol de ron.
Los negros que erizan de chispas las piedras
son noches que rompen pedazos de sol.Hoy buscando el oro de la tierra encuentran
el oro más alto, porque su filón
es aquel del día que pone en los picos
astillas de estrellas, como si estuvieran
sobre la montaña picoteando a Dios.
FECHA DEL SEXO.
“Sexo y alma”, (1948-1956)Dios terrestre, plural como el verano,
trampa por donde llegan el espacio y el tiempo,
catedral de secretos sorprendidos,
tu, solo y todo, sexo.Lo demás…
un montón de cuchillos en los ojos,
unas viudas por tí resucitadas,
un enfermo que ruega
que no laven las ‘sabanas del lecho
sucio de primavera violentada,
y el sesentón sentado en sus horarios
para que en sus arrugas caigan besos
sonoros y redondos como monedas tristes
y el narcisista
que una novia tiene en cada curva
de su cuerpo que es todo, todo sexo,
y se besa y se cuida
como un número terriblemente solo.Ahora está lloviendo pueblo adentro,
y es materia no simple
la de la costurera que cantando parece
que va cosiendo por sus huesos nombres,
y va llenando el aire de cosas masculinas:
amuletos de Juan, bueyes de Pedro;
pero, de las nieblas llegando,
sólo es Guaco,
el campanero que le llena el cuerpo
de la boda imposible de los pájaros,
porque es Guaco:
animal dulce como un fruto a tiempo.(…)
Es que también sabemos
que cuando de tu trampa inevitable sale el tiempo,
el aire crece como un hombre;
sin embargo sólo toma altura…
sólo cuando se pone del tamaño de un grito.
Pero callemos,
que la madera grita en primavera.
TIERRA.
“De este lado del mar”, (1948)Tu que estás en mi sangre como un ave que nunca
se termina de ahogar. No siempre
tú cabes en la pobre presencia de las cosas.
Nadador de mis venas, relojero sin tiempo
que en mi pecho golpeas.
Hace ya muchso años,
vendedores de agua sobre burros dormidos
madrugaban contigo por la calle entre sueños,
despertabas errante cantando
como cuando trasnochas
en la guitarra inútil como el cielo.Y hace hoy mucho tiempo, yo decía:
Los hombres no comprenden
que por ser malos…
no comprenden…
Son los mismos que u día se me quedaron claros
porque yo los lavaba con preguntas de niño.Y sin embargo, oh, mano,
por ti spoy ya como los otros hombres.
Siento como me empujas
sobre la larga herida de la calle.
Es pequeña tu vida mano humana que tienes
una peseta frente a las estrellas…Ahora comprendes que te pesan los tiempos,
América te espera como carne de boda.
Pero, ya ves, aquello me crece ya hacia dentro.Déjame que te ponga mi frente entre tus dedos.
Tú que eres siempre, mano: tierra suelta del hombre.
Déjame con tu herida,
que la sangre que sufre siempre es ala.
Selección de textos: María Belén Luaces.
MANUEL DEL CABRAL (1907 – 2000)
Manuel del Cabral, nacido en 1907, es considerado como uno de los más ilustres y feraces escritores dominicanos del siglo XX, poeta pasional que canta al nativismo y ensalza la figura del negro y, en general, del mundo antillano, donde lo profundo y lo misterioso habita entre los brazos de una naturaleza palpitante. En 1957 se publicó Antología clave, que reúne la producción del poeta desde 1930 hasta esa fecha de edición. En la Antología se incluyen 12 poemas negros, escrita en 1935,Pilón (1936), 8 gritos (1937), Biografía de un silencio (1940),Trópico negro (1941), Compadre Mon (1943), Chinchiná busca el tiempo (1945), Sangre mayor (1945), De este lado del mar(1948), Carta a Rubén (1951) y Segunda antología tierra(1951). En 1958 publica su cósmica Pedrada planetaria (1958). A partir de los años sesenta, Cabral comienza a intercalar en su obra americanista (La isla ofendida, de 1965, contra la política intervencionista de Estados Unidos) otras de carácter más espeso, como 14 mudos de amor(1962). Siempre en conexión con las nuevas formas de expresión, publica en 1970 Sexo no solitario (1970) y Égloga del 2000 y otros poemas (1970). Como novelista, Cabral destacó en El escupido (1970) y El presidente negro (1973).
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